Reflexiones Críticas sobre el Proceso Bolivariano

(III/ de IV) Poder Constituyente y Transición Socialista

Sábado, 22/05/2021 01:44 PM

Poder Constituyente y Transición Socialista (III / de IV)

Reflexiones Críticas sobre el Proceso Bolivariano

I.5 Alienación y explotación capitalistas: fuentes de la fetichización jurídica de los valores humanos (continuación Cap. I)

Es innegable hoy la presencia, como nunca antes en la historia humana, del concepto marxiano de alienación; por demás, en forma avasallante con nuevas tecnologías, súper-poderosos medios de difusión informatizados e inefables redes "sociales" electrónicas, bien se sabe, bajo el control cuasi monopólico de EE.UU. Todo un pervertido sistema de alienación que esclaviza la psiquis, neutraliza la conciencia crítica y arranca a hombres y mujeres de su proceso real de vida, permitiendo al capital ejercer a sus anchas nuevas formas de explotación al costo de destruir tanto el trabajo humano como la propia vida en el planeta. De esto se trata, a grandes rasgos, cuando hablamos de alienación, enajenación, extrañamiento o fetichismo en la sociedad del capital.

De Hegel para acá los autores han complicado este tema más de la cuenta; sin embargo, hay excelentes trabajos de inclinación filosófica como el de Enrique Dussel; los tratados por Adolfo Sánchez Vázquez y Néstor Kohan desde la denominada filosofía de la praxis, y, la excelente tesis doctoral de mi viejo amigo Ludovico Silva, en la que niega el carácter filosófico de la teoría de la alienación en Marx, y se pronuncia por su naturaleza histórica y socioeconómica[xxii]. No soslayamos, por supuesto, además de la obra de Marx los clásicos trabajos Historia y conciencia de clase, de Lukács y Ensayo sobre la teoría marxista del valor, de Rubin.

La alienación, juntamente con la teoría de la explotación y la problemática emancipadora, pensamos, son todos temas centrales e integrales en la obra de Carlos Marx. Esta categoría fundamental tiene su razón de ser en la división del trabajo, el sistema de propiedad privada y la práctica de relaciones mercantiles y dinerarias; y tal como conceptualiza Ludovico, es el paso universal de los valores de uso a los valores de cambio.

Es bien sabido que los valores de uso tuvieron primacía en las fases socioeconómicas anteriores al moderno modo de producción capitalista, y que, difiere de las precedentes formas de reproducción de la vida humana en que la burguesía solo produce para el mercado, su interés es apropiarse del producto social, no la vida del colectivo social. Así, en los modos de producción pre-capitalistas se producía en lo fundamental para vivir, en el modo de producción capitalista no. Es evidente la inversión en cuanto a la jerarquía de los valores.

Demuestra mi ilustre amigo, en los enjundiosos trabajos citados, que, en el régimen burocrático soviético se dio este fenómeno de la alienación que él le atribuye a la permanencia de las relaciones mercantiles.

En todo caso, para Marx, la alienación es un fenómeno histórico superable por mediación de una revolución social emancipadora del trabajo asalariado. Lo que va a tener una consecuencia clave en la transición socialista, la planteaba el Che Guevara en el siglo pasado: 1) no se puede construir el socialismo con las armas melladas del capitalismo, 2) no puede hablase, desde el marxismo de Marx, de mercado socialista. Por ahora, solo diré, que hay mucho fariseo por allí planteando la tesis de la economía socialista de mercado que, a mi juicio, no tiene base en la teoría de Marx. Lo veremos en su oportunidad.

Para nosotros alienación- explotación- emancipación forman parte de un todo, es decir, son categorías relacionadas e integrales. Pero no pretendemos aquí profundizar la teoría de la alienación, no es la idea. No obstante, intentaré una breve y resumida explicación de la génesis y desarrollo de este problema, a los solos fines de justificar nuestra crítica radical al sistema de valores, libertades o derechos burgueses dado el fetichismo agravado de que adolece el mundo capitalista contemporáneo con el desarrollo de nuevas tecnologías. (Piénsese en las redes electrónicas, inteligencia artificial, robótica, nanotecnología, cibernética, computación y televisión cuántica, etc. Y cabe advertir: cuando se habla hoy de "capitalismo digital", se tiende a pensar que en virtud de las nuevas tecnologías el sistema de relaciones sociales de explotación capitalistas llegó a su fin, que todo esto es propio de los pasados siglos XIX y XX, siendo que esta concepción es una deliberada falsedad. La explotación del trabajo ajeno sigue en pie como nunca antes y con mayor violencia.

Pues bien, como toda clase hegemónica, la burguesía, en función de mantener su dominio y explotación del colectivo social, separa al pueblo de su vida real y lo aferra si se quiere, a los denominados fetiches, y en general, al fenómeno del fetichismo. De tal manera que la teoría de la explotación marxiana se centra en develar la relación antagónica existente entre el trabajo alienado y la necesidad de su emancipación revolucionaria, puesto que, es aquí, donde se traba la lucha de clases en el sistema del capital.

La teoría crítica de la explotación humana tiene, pues, como punto de partida el trabajo alienado y su necesaria emancipación por la lucha política revolucionaria. Estas categorías van a aparecer desde las primeras reflexiones del joven Marx, muy especialmente, en el Manuscrito económico filosófico de París de 1844, y en la Ideología alemana, de 1845. Años más tarde, en los trabajos de su madurez intelectual, como lo son los Grundrisses, la Critica de la economía política, El Capital, llega a la plena formulación de categoría de la alienación con su investigación y descubrimiento de la plusvalía que, en el modo de producción burgués, aparece enmascarada bajo la forma de "ganancia" o de "justa retribución" al capitalista, toda vez que este último pretende haber cancelado con el salario el total de la jornada de trabajo contratada. Todo lo cual, es negado por Marx. Veamos lo siguiente.

El tiempo histórico es vida, no es oro

Ya en los primeros trabajos en los cuales Marx se demarcaba de Hegel, del idealismo filosófico alemán y del materialismo de Feuerbach, alertaba de toda conceptualización abstracta en la filosofía, la política, el Estado, el Derecho y de la economía que enajenan al hombre. En la misma forma, cuestionaba las religiones por fetichistas y a sus dioses como fetiches, al someter los humanos a la voluntad omnipotente de objetos culturales que son obras de su propia actividad. Así, el hombre crea a Dios y luego a Él se subordina en igual medida que los trabajadores crean riqueza con su trabajo y no solo son separados de sus instrumentos de labor: en el sistema del capital, pierden el control de dichos medios al tiempo que se les expropia de la riqueza que producen en el proceso social del trabajo.

Marx no se queda aquí, y continúa su demoledora crítica cuando argumenta que el dinero, equivalente de todas las demás mercancías asume un poder y endiosamiento infernal en el capitalismo. Es, por así decirlo, el Verdadero Dios de los burgueses. Falso Dios, porque se le atribuye un valor que por sí no lo tiene. Imagínense al propio Robinson Crusoe, en solitario, atapuzado de oro y plata en su apartada isla ¿Para qué le sirven?

Marx refuta la tesis de que es el empresariado y no los trabajadores la clase "productiva", dado que aquellos ricachones invierten su dinero en comprar fuerza de trabajo y así apropiarse de la riqueza "generada" por el "dinero" de su "propiedad". Se representan la ilusión - dice Marx- de que es el dinero en sí, el que produce más dinero. En el caso del capital a interés o bancario es más visible esta fantasía. Y aunque la economía clásica –David Ricardo- postuló la teoría del valor trabajo no llegó a descubrir la plusvalía.

Todo ese proceso mistificador de la realidad se justificó desde John Locke, sobre la base del derecho de propiedad como "justa retribución" al dueño del capital. Continuó, con el liberalismo posterior, y hasta se repite ahora por alguna gente que se dice "socialista", y que, cuando convoca al "sector productivo" se está refiriendo sin más a los empresarios nacionales o extranjeros, no a los trabajadores. ¿Un detalle insignificante? No lo creo.

En condiciones de relaciones sociales capitalistas, -continúa explicando el autor de El capital- el dinero emerge todo poderoso y al que lo posee lo hace omnipotente; pues todo, absolutamente todo, tiene su precio en el mercado capitalista. Es tener, y tener cada vez más, no ser. Es el dinero el portador de los valores humanos, tus cualidades de ser viviente para nada cuentan. Eres, en tanto tienes. El mundo capitalista -explica Marx- es un mundo totalmente invasivo de y centrado en relaciones mercantiles: "Un arsenal de mercancías" como le decía al sistema burgués. (Cosa muy distinta es el supuesto determinismo económico de Marx, que pregona por allí la ideología burguesa, cuando en verdad no existe algo más materialista, grosero y vulgar que el sistema del capital)

En ese mundo de los intercambio no aparecen, tal como hemos visto, las vinculaciones intersubjetivas reales puesto que, las mercancías cobran vida propia y desplazan a los sujetos. Se crea el espejismo de que son ellas, las mercaderías, las que tienen valor en sí, convertidas ahora en una suerte de seres vivos y los humanos en objetos, ahí opera una inversión; en rigor, desaparecen las relaciones derivadas del mundo del trabajo humano, verdadera fuente de todas las cosas, de toda riqueza.

El resultado, pues, de esta situación relacional de mercado aparentemente "inocente" o "normal" es nefasta para el trabajador y la sociedad porque, tal como lo explica Marx, en el mercado se cosifican las relaciones entre humanos al tiempo que se personalizan las relaciones entre cosas. Se realiza así, la inversión total entre personas y objetos. Así pues, el dinero, el capital y el mercado, como fetiches, se autonomizan del hombre que los crea, sometiéndolo a él y al colectivo social a sus soberanas voluntades.

Ahora bien, si precisamos un poco más de cerca, veremos que en la sociedad burguesa el capital, el mercado y el dinero son para Marx fetiches puesto que ocultan, mistifican o enmascaran las verdaderas relaciones sociales de producción que se dan en lo interno de dichos procesos. Se autonomizan y empoderan, ejerciendo control sobre los individuos y las sociedades. De allí que Marx, ya maduro, en El capital, incorpora el capítulo El fetichismo de la mercancía y su "secreto", no solo por ser ésta la célula base del "arsenal de mercancías" que es la sociedad capitalista; también lo hace, porque el capital solo deja ver su apariencia y no su esencia. Y fíjense bien de que se trata: resulta que el sistema del capital no descubre su rostro verdadero, se monta en la escena social sin que se pueda conocer que en su estructura interna o lo que es lo mismo, en ese complejo de relaciones materiales, lo que opera es la explotación del trabajo ajeno por succión de la plusvalía generada por el trabajador; dado que, el propietario de los medios de producir, solo cubre con el salario parte del trabajo que acaso si le alcanza para alimentarse. Pero ocurre que, el trabajador en el tiempo de trabajo complementario o de su jornada total produce un valor que no tiene retribución alguna, un plusvalor, que queda en manos del empresario. Y, como demuestra Marx, todo este proceso de explotación humana permanece en secreto. Lo mistifican, lo disfrazan y presentan como "normal" intercambio de equivalentes entre iguales. Es este el papel que le corresponde a la teoría económica burguesa como ideología hegemónica: falsificar la realidad que opera en el proceso despótico del capital sobre el trabajador asalariado, de quien dispone y a quien somete por largas jornadas a su absoluta voluntad en la empresa o en la fábrica y con la tecnología que sea. He ahí la ley del valor trabajo que Marx nos presenta en sus trabajos de investigación para explicar lo sucedido.

Formulada por Marx, esta ley del valor-trabajo va a explicar ahora, que el crecimiento o acumulación de capital no es a partir del propio capital, tal y como si este se reprodujera de la nada. El capitalista, pues, incorpora a los objetos y la maquinaria de que dispone la fuerza de trabajo o energía física y mental que explota en el proceso productivo. Aquí se va a generar un excedente que antes del uso o aplicación de esa fuerza laboral, no existía. Es la plusvalía, la cual, está contenida en la "ganancia" o "justo beneficio" con que se queda el capitalista. Todo lo cual está comprobado, en términos empíricos, según la teoría objetiva del valor por los estudiosos de la crítica económica marxista. (Para profundizar el tema, pueden bajar de internet Claudio Katz, La actualidad de la teoría objetiva del valor. laberinto.uma.es)

Entonces, es sobre este trabajo explotado por el sistema del capital sobre el cual se va a levantar y sostener todo el edificio de la modernidad capitalista. Y permítanme decirles que de esta alienación fundamental se van a dar todas las otras alienaciones políticas, sociales, culturales, ideológicas, etc.

El trabajo alienado y la necesidad de su emancipación, resumido hasta aquí, es la clave de la teoría marxista. Demuestra Marx, entonces, que en el sistema del capital, se pone de manifiesto un antagonismo fundamental: el existente entre la forma privada de la apropiación de la riqueza y el carácter social del proceso de producción. Por ende, se va a plantear como cuestión fundamental, en teoría como en la praxis, la lucha de clases, la emancipación del trabajo asalariado por medio de una revolución social radical –ir a la raíz- en orden de promover la construcción de la sociedad comunista en la que concluye ya el sistema de alienación burguesa tras un largo proceso de transición, y se inicia el reencuentro integral del ser humano consigo mismo. Por consiguiente, entre el trabajo alienado y la emancipación revolucionaria, se traba la litis en el sistema del capital. Así entendemos los procesos de alienación y desalienación previstos por Carlos Marx. Y queda en evidencia la falsedad de la tesis de un capitalismo "bueno" que desarrolla las fuerzas productivas y otro "malo" -el neoliberal- porque niega los derechos sociales: ¡Farsantes¡

Alienación e ideología jurídica

Con el supuesto "fin de la historia y de las ideologías" tras la imposición y expansión del neoliberalismo genocida, ideología del mismo sistema capitalista, la "apertura" de algunos derechos sociales alcanzados en la primera mitad del siglo XX tras la lucha de los trabajadores y hasta de algunas concesiones hechas por la misma burguesía frente al fantasma del comunismo, los mandaron largo al carajo; fueron violentamente arrancados de las manos de los pueblos como una consecuencia de la caída de la tasa de ganancia a partir de los años 70. Y no podría ser de otra manera: ¿quién dijo que el capitalismo en su lógica explotadora y represiva pretende, en verdad, otorgar la misma libertad y la misma igualdad a hombres y mujeres en sus relaciones sociales privadas o políticas?

En el capitalismo, si bien la desigualdad está en la base real de la vida humana, paralelo a esto, aparece el mito "garantista" de unas libertades o derechos en forma de normas jurídicas tal y como si se tratara de un hecho cierto y funcional para todos, como si el sistema de normas –así piensan algunos ilusos- son capaces de transformar desde el papel la realidad material. Es el denominado proceso de fetichismo jurídico o ideologización presentes en la teoría burguesa de la Ley en cuanto a que, los valores (libertad, igualdad y fraternidad) son constitucionalizados por el controvertido mundo del Derecho y garantizados por el Estado clasista. Se revela el complejo problema del fetichismo jurídico que forma parte de la teoría de la alienación fundamento a su vez de la teoría de la ideología

El sistema jurídico está formalizado en reglas obligatorias procesales o sustanciales dirigidas a imponer determinados comportamientos deseados, justificados y controlados por la sociedad y su Estado clasista, sistema de normas estructurado en relaciones jerárquicas supra subordinadas. Pero las leyes no organizan la sociedad; antes bien, emergen de ella. Poco se atiende al hecho de que lo propio de lo jurídico en su contenido sustancial está alineado con la conservación de un sistema socio histórico de propiedad y, abarca, en su núcleo fundamental, el modo de producir y reproducir su proceso de vida real.

Ahora bien, en el sistema del capital, el Derecho asegura la resolución de los conflictos surgidos con ocasión de las relaciones de intercambio entre productores y poseedores de mercancías, todo lo cual, bajo amenaza de ejecución forzosa para el caso de incumplimiento voluntario. Este es el núcleo del fenómeno jurídico en la sociedad capitalista productora de valores de cambio, es decir, producción para el mercado y no para satisfacer necesidades humanas.

Los teóricos y filósofos burgueses saben muy bien que el Derecho y, por demás, el Estado, son dos instituciones necesarias para completar la hegemonía en una sociedad dividida en clases sociales antagónicas. Saben muy bien que este aparato jurídico político constituye una unidad contradictoria de normas e instituciones fundado en valores y fines humanos labrados en el devenir de los tiempos como lo son, la búsqueda de la convivencia humana, el bien común y la paz; saben además, que dada la desigualdad real existente en este tipo de sociedades se hace imperativa la manipulación de la mente humana en función de la obediencia ciega del pueblo al poder clasista de la minoría privilegiada o del hegemón burocrático de cualquier signo.

Derecho y Estado le otorgan, a la clase que se hace del poder, la necesaria coherencia para tomar con relativa eficacia las decisiones políticas fundamentales en función sostener y reproducir el sistema social imperante, resolver los conflictos con otras fracciones de la propia clase dominante y, mantener controlado el resto de las clases oprimidas y explotadas. De allí que habláramos atrás de una cultura despótica, precisamente, de ley de la selva y cultura de la muerte que promueve y justifica el sistema capitalista. Y si bien las constituciones burguesas reconocen al grupo social vencido un abanico formal de libertades y derechos no es menos cierto, el hecho de que, las clases sometidas las han conquistado ya con sus históricas luchas y extremos sacrificios. Hoy Nuestramérica y la masificación de su rebeldía contra la injusticia del sistema del capital, es una demostración palpable de esto que afirmamos.

Pues bien, tal y como lo hemos apuntado, la ideología burguesa ha pretendido con la enajenación jurídica atrapar la conciencia crítica de hombres y mujeres, individual o colectivamente, toda vez que, los fenómenos que están en la estructura social son abiertamente negados en la teoría, o se presentan bajo formas ideologizadas que en la praxis social operan invertidas. Así lo injusto en el plano material, entonces pasa a ser lo justo en el plano formal. A esto llamamos ideología como la entendió Marx, en lo fundamental, una falsa conciencia de la realidad opuesta, radicalmente, a conciencia crítica o como enseñó el revolucionario alemán al proletariado: tener conciencia revolucionaria es ser clase en sí y para sí. No obstante Lenin, habla de la ideología del proletariado en sentido positivo, de toma de conciencia en la compleja lucha de clases. También, valga decirlo, es corriente el uso del término ideología como teoría de las ideas o cuerpo coherente de ideas de cualquier signo político.

El derecho burgués y la organización estatal, si bien no son ideologías en sí mismas, porque tienen presencia en el mundo real, son dos caras de la misma moneda: la forma normativa consistente en un injusto reparto de poder y de bienes comunes; y, a su vez, el aparato burocrático militar para asegurar su ejecución. Ahora como ideología, justifica entonces esas relaciones sociales asimétricas que materialmente se dan en el proceso productivo capitalista. El fetichismo jurídico está, pues, en las propias normas legales porque éstas ocultan o mistifican su núcleo fundamental cuya función es regular y resolver los conflictos existentes entre los poseedores de mercancías en el proceso de vida real del sistema capitalista.

I.6 Colonialismo, liberalismo, esclavismo y trata van de la mano

Más allá de la explotación del trabajo, del fetichismo jurídico, de los burgueses y sus sacrosantas e invertidas "Declaraciones de derechos", hay también razones de orden colonialista de tanto o quizás de mayor peso y dimensión humana para juzgar y seguir condenando la modernidad burguesa, sus constituciones y sus falsos valores. Por cierto, la Constitución de EE.UU, tal como lo veremos en la parte II de este capítulo I, es un recuerdo patético de como la modernidad conjugó liberalismo, esclavismo y trata de carne humana con declaraciones de "defensa" de los "derechos humanos"

Pues bien, los señores de la ilustración no solo colonizaban (aún lo hacen) a pueblos y saqueaban sus recursos naturales. Vivían también de explotar la fuerza de trabajo en condiciones de esclavitud y servidumbre. Y aun de algo más ruin, más repugnante y miserable: la trata de negros, fenómeno que va a "florecer" precisamente en el siglo XVIII, antes no se conoció. Forma parte, entonces, de la cultura de los países colonialistas europeos, de la muy "ilustrada" civilización de base grecolatina judeocristiana.

En la modernidad capitalista, nos vamos a topar con una "filantrópica" asociación que se identificaba con el pomposo nombre de "Sociedad Amiga de los Negros". Con sede en París, estuvo presidida por el ilustrado marqués de Condorcet; por demás, en tiempos de revolución burguesa, pues, estamos en pleno año 1789. Tan "filantrópica" y "pintoresca" era la tal Sociedad Amiga de los Negros que según sus "piadosos" Estatutos, solo se oponían a la trata de negros, pero no así a la abolición de la esclavitud. ¿Qué tal?[xxiii]

Recordemos que el esclavismo era un antiguo modo de producción; ahora sostén y motor de las economías centrales capitalistas en pleno desarrollo; por consiguiente, "los amigos de los negros" debían solícita protección a sus plantaciones y otras explotaciones esclavistas en las llamadas "posesiones de ultramar" o lo que es lo mismo, de la periferia explotada: África, Asia, América Latina y Oceanía.

Claro está, apenas si comenzaba la revolución industrial en Europa, y que según Dussel, copiaron de China los ingleses, potencia muy belicosa que al igual que Holanda, Bélgica, España, Portugal, Francia, Inglaterra, y un largo etcétera, acumularon una exorbitante riqueza sobre la trata de la carne humana con la que financian el despegue de sus economías. Por cierto, y es bueno saberlo: abolida la esclavitud en la Francia revolucionaria de 1794, por la Convención Nacional, el señor Napoleón, tras haberse proclamado flamante emperador, restaurará en 1804 no solo la esclavitud, también hace lo propio con la trata[xxiv].

Mal puede hablarse de libertad o igualdad en una sociedad donde los seres humanos son objeto de asquerosos negocios jurídicos abiertamente en el mercado, en busca de la ganancia capitalista. Aquellas potencias esclavo-liberales, hasta se peleaban por controlar el monopolio de este horror que hasta se cotizaba en las bolsas de valores de las metrópolis de la época,

Finalmente, podría afirmarse, sin temor a equivocarnos, que la modernidad capitalista se erige sobre la esclavitud y el colonialismo pero igualmente sobre los hombros de las mujeres, a quienes se les colocó en sus documentos de identificación, bien avanzado el siglo XX, la nota "de oficios propios de su sexo" para indicar con un marcado cinismo el hecho de no desempeñar ninguna profesión "productiva"; toda vez que se solía repetir aquello de que, "mujer que aprende latín, tiene mal fin"

Es digno reivindicar, ante tanto oprobio y podredumbre, la rebelión de los "jacobinos negros"; nombre con el cual se conoció a los patriotas haitianos entonces esclavizados, y que, no obstante su desigual armamento y sin la debida preparación militar, derrotaron las tropas coloniales napoleónicas en plena época de las revoluciones burguesas, y en 1804, logran su independencia de Francia.

Lamentablemente, mis amigos, esta es sin más, la muy peculiar sociedad de "hombres libres e iguales", que a diestra y siniestra nos enrostra el liberalismo dieciochesco y decimonónico; y que, exhibía, sin pudor alguno su economía esclavista y su miserable trata. Y es que sin temor a equívocos no existe una modernidad capitalista buena y otra mala, más allá de la existencia real de corrientes humanistas, siempre individualistas, y que en fin de cuentas, no se desarrollaron, fueron desmotadas por los sectores más reaccionarios de modernidad capitalista.

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Continúa en Parte II: La Constitución estadounidense en el desarrollo, plenitud y decadencia de la modernidad. Final del Capítulo I.

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[xxii] Silva Ludovico, de este autor, puede consultarse: La alienación como sistema, la teoría de la alienación en la obra de Marx, tesis doctoral, y, su Anti-manual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos, afortunadamente, ambos reeditados por el Fondo Editorial Ipasme, en el 2006. Dussel Enrique, su trabajo Las metáforas teológicas de Marx, es relevante en la cuestión de fetichismo, lo editó El perro y la rana, en 2007. Sánchez Vázquez Adolfo, Filosofía de la praxis, Siglo XXI, Méjico 2003, tiene un interesante apéndisis II Sobre la enajenación en Marx. Finalmente, el excelente trabajo de Kohan Néstor, Nuestro Marx, editado por Misión conciencia, Venezuela, 2011, con prólogos de Iván Márquez y Jesús Santrich, y presentación de Toby Valderrama. Hay ediciones argentinas.

[xxiii] Castells Olivan, Irene ob cit, p 300

[xxiv] Castells Olivan, irene ob cit, p 301

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