¿Por octogenario, uno está obligado a enterrar el hacha? ¡En “Revolución” los viejos a la basura y crematorio!

Lunes, 24/05/2021 02:30 PM

Los octogenarios, por serlo, no están obligados a enterrar el hacha y estando bien, con claridad mental, mucho menos. Llegar a esta edad mía permite ver y pensar más, creo que, hasta mejor que antes. No por casualidad o por sólo hablar, se dice que, más "sabe el diablo por viejo que por diablo" y, por eso, las tribus indígenas les daban un enorme valor a los consejos de los viejos. El octogenario, no puede correr, menos a gran velocidad, ni dar los saltos de Yulimar Rojas, montarse en una montaña con un morral y un fusil a cuestas, menos mal, pero si interpretar y hasta mejor que muchos jóvenes la coyuntura y por eso, ser muy buenos consejeros. Soy anciano, tengo 83 años, pero no estoy todavía, por fortuna, impedido de juzgar los hechos del escenario mundial y nacional, hasta con más claridad que muchos jóvenes. Si no lo creyera así, ya hubiese apagado esta máquina, la que me ha permitido, dos días atrás, terminar de escribir mi quinta novela y tener otra bastante avanzada acerca de las guerras en el oriente venezolano y dos ensayos sobre historia y la significación de Bolívar. Y no sólo tengo capacidad mental para hacerlo, aunque el trabajo sea de poca calidad literaria, razón para no tomarlo en cuenta o excusa para quienes no se sienten lisonjeados por uno, lo ninguneen, sino que, además, quizás por eso mismo, gozo de la más absoluta libertad y quiero disfrutarla. Creo que, en esto está la clave. No me siento obligado a decir lo que no creo, lo contrario de lo que creo ver con claridad. Y es así, porque eso sería, en primer término, violar las reglas que heredé de mi grupo familiar, mi formación ciudadana, mis amistades, militancia revolucionaria entre gente muy digna y respetable, escuela y las que asumí, porque estoy obligado, en mi condición de maestro. No puedo poner al político, con definidos intereses, aunque se les llame con esa difusa palabra, de ideológicos, sobre el maestro y ciudadano.

Hay cosas que uno hace mal creyendo hacer bien. Me tomé el atrevimiento de hacerle un llamado de atención a un amigo, cuyos escritos siempre leo con regularidad, por el afecto que por él ha crecido en mí, pese no le conozco personalmente sino por las redes y en los cuales, percibo dudas e inseguridades. Porque, es una inseguridad y hasta un desacierto, creer y difundir la idea que los venezolanos, estamos inexorablemente condenados a respaldar las políticas del gobierno de Maduro, pese las deficiencias que el mismo aludido reconoce en el escrito en el cual me menciona y en muchos de los artículos suyos que se hayan en su archivo, porque de lo contrario volveríamos al pasado, a caer en las garras del imperialismo, del FMI y de las mafias económicas. Y más concretamente, volver al estadio de antes de cuando Chávez hizo su irrupción en la vida nacional o la IV República y al control de los viejos partidos. Es un como decir "allí viene el lobo y sálvese quien pueda", pues los caminos todos están cerrados. Es un como ver al escenario venezolano dentro de un marco estrecho y en blanco y negro. No hay otro. Estamos divididos estrictamente entre nacionalistas, revolucionarios, honestos, sensibles, democráticos, defensores del salario, todos ellos con el gobierno y otro universo, donde están todos aquellos que representan lo contrario, hasta los agentes del imperialismo y de la CIA que, entre tantas cosas, reclaman aumentos salariales.

Lo malo en mi proceder no estuvo en plantear que ese amigo se debatía en un dilema falso, convencional, ese anteriormente pintado, que no se corresponde con el actual escenario venezolano. Como que pasa por alto que, en las actuales circunstancias, estamos agarrados por el cuello por el gobierno de EEUU, el dólar maneja e impone una dictadura en nuestra economía, los trabajadores perciben uno de los salarios más bajos del mundo y los capitales acumulan casi criminalmente y hasta casi nos obligan a dialogar en las condiciones y con quienes desde allá impongan, mientras el gobierno no tiene nada en mente, sino que el rival le trate con respeto, conmiseración y le alargue la cabuya. Mi mal proceder estuvo en creer que mi mensaje estaba bien elaborado para que llegase como era mi deseo.

Se intenta desconocer, además, que Venezuela es uno de los países del mundo donde la vida se ha hecho más precaria, la desnutrición impuso aquí su ley y los trabajadores están desasistidos de todo. Es decir, estamos justo en el sitio y el ambiente donde mi amigo teme que nos lleven, como que estamos en la barca de Caronte y, dormidos, como vamos, no nos hemos enterado. Cierto, todo eso, en buena parte, está determinado por el acoso imperialista y la disposición del gobierno de EEUU de doblegarnos, pero también es verdad, imposible de negar, que quienes gobiernan, por distintas razones, no hallan como romper ese cerco y eso lo dice 10 años de historia. Y es también verdad, porque la tarea de enfrentar al imperialismo, anti nacionalismo y las prácticas económicas aberrantes, no es sólo para un grupo de bendecidos y por demás sectarios, sino para los venezolanos de un universo mucho más abundante y amplio que el estrecho círculo que gobierna, que si bien ganó las elecciones, según las cifras, no es imaginación nuestra, lo hizo como un escuálido porcentaje. Dentro del universo de votantes que hay en Venezuela, sólo un porcentaje bastante bajo ha venido votando y eso, no hay que decir más, tiene muchas connotaciones.

Dije al inicio que hice mal porque la respuesta que recibí pareciera proveniente de alguien a quien, sin querer, causé una profunda herida, hice un mal que no quería. Quien lea mi texto, siguiendo este enlace, podrá percatarse cuanto afecto puse en él. https://www.aporrea.org/ideologia/a302781.html

Además, opinar, discrepar e intentar ayudar a encontrar una salida para Venezuela, no significa buscar protagonismo, que nunca busqué cuando joven, sino cumplir mi deber como venezolano que ve, a los grupos dirigentes, pese su juventud, dar topetazos. No hacerlo sería escurrir el bulto que lo es también ofrecer visiones convencionales que, según creo, por eso mismo, no atrapan la realidad en su exacta dimensión y más bien confunden mucho más a viejos, jóvenes y avalan injustificadamente a quienes ya rebasaron toda capacidad de errar o inhibirse. Que uno enfrente a quienes mal lo hacen, porque ellos son jóvenes, "nuestros descendientes", hijos y nietos y uno, un "octogenario", no es hacer el ridículo; si así fuera, todos los hombres deberían morir jóvenes, la experiencia sería una acumulación innecesaria y hasta una basura y la vejez una ridiculez. Además, sería pedirles a todos nosotros, asumamos el triste rol de mucha gente que, teniendo mucho que decir, por lo tanto, que saben, callan, no por viejos, que algunos lo son, sino por cuidar privilegios y distinciones.

¡Cuánta insensatez hay en eso que uno, por octogenario, no debería enfrentar a quienes son los descendientes, hasta en la militancia, de nuestros viejos adversarios, porque estos son lo que son por responsabilidad nuestra! Entonces, de acuerdo a eso, no debo enfrentar al fascista, pro imperialista, antinacionalista joven, porque él es eso por mi culpa; la culpa que conlleva ser octogenario. Entonces. ¡mueran los octogenarios! Con razón Maduro les paga una pensión de miseria y les tiene en buena parte en el abandono.

Una cosa es ser viejo, octogenario y otra joven decrépito.

¡Qué triste sería la vida del octogenario, más si tiene conciencia de su realidad, si se ve obligado a admitir como verdad o digno de reconocimiento lo mal y desacertado e injusto que sus hijos o nietos hagan!

Hay una expresión, de frecuente uso en nuestra cultura, de esas que hasta forman parte de lo que suelen llamar el sentido común y por eso dada como llena de sabiduría, que aborrezco, por falsa, inconsecuente, acomodaticia, alcahueta y cómplice de lo injusto que dice, "con la familia con razón y sin ella". Tiene mucho de aquello de las casi tradicionales familias italianas de la "cosa nostra", donde ellas estaban por encima de la sociedad toda y por supuesto del sentido verdadero y humano de justicia.

Según eso, la justicia no es posible y una insensatez buscarla, luchar por ella. Lo justo, lo bueno, digno de apoyar y defender es lo que hagan los nuestros, sin buscarle "cuatro patas al gato". Todo lo que hagan nuestros muchachos, como romper las ventanas, cercas de los vecinos y a estos molestarlos e irrespetarlos, está bien hecho. Y el viejo está obligado a asumirlo de esa manera.

Cuando hablo de estos temas, siempre recuerdo con un profundo amor y admiración, a mi profesor de "teoría económica", tanto en la Escuela de Derecho de la UCV, como en la de Sociología, el padre jesuita Juan Bautista Pernaut, quien siendo entonces un intelectual y docente de la derecha, con estrechos vínculos con el socialcristianismo, hablo de los primeros años de la década de 60, solía decirnos con insistencia, y ponerlo en práctica en la evaluación, "no importa lo que digas y creas defender; la verdad no está en mí ni es la tuya, lo que me interesa es puedas demostrar que conoces de lo que hablas, defiendes o atacas con pertinencia". Uno podía recitarle al caletre sus opiniones, vertidas en sus libros, sobre cualquier asunto que trataba, pero eso de nada servía, podía evaluarnos mal y lo hacía, si al repreguntarnos descubría que de eso nada sabíamos, sino que hablábamos como loros. Es más, se lo tomaba como un asunto personal, en lo que había mucho de verdad, como que uno intentaba engañarle y hasta burlarse de él. Ningún docente, de ninguna tendencia, me enseñó algo más noble y sustancial que eso.

Pareciera que los octogenarios sólo sirven para estar en la basura, calladitos, votar atendiendo la señal, esperando su pensión de dos dólares mensuales, la muerte y el crematorio, financiado por la vaca de los amigos y familiares, pues ahora, ni de eso, una urna y tumba decentes, por obligación del Estado, aunque hayan trabajado toda la vida, son meritorios.

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