Comunismo e izquierdismo trasnochado, fantasmas inventados para asustar carajitos y pusilánimes

Martes, 01/06/2021 03:55 PM

A uno, cosa que nunca entendí, para que se durmiera, le metían miedo con los muertos. "¡Duérmete muchacho el c……….,que si no va a vení el muerto y te va a llevá". Y entonces uno se asustaba y por eso pasaba toda la noche sin dormir pendiente que el muerto llegase y lo agarrase desprevenido. Claro, para quienes usaban aquella argucia, lo fundamental no era que uno se durmiese, sino dejase de joder, de hablar, escuchar lo que no debía y la mejor manera de conseguir sus fines, era eso, sin saber que producían un efecto contrario, que uno se pasase toda la noche despierto, "no vaya a ser que el muerto llegue y me agarre dormío y con él me lleve", como si los muertos no tuvieran otra cosa que hacer que secuestrar muchachos. Cierto, uno no se dormía o quizás, muy tarde, avanzada la noche, vencido por el cansancio, si lo hacía, pero si era verdad que al momento se callaba y, pendiente del muerto, ni se movía y menos escuchaba lo que en el cuarto de al lado hacían o hablaban.

De todo eso, en determinaba etapa, uno creía que los muertos, demasiado activos de noche, sobre todo después de apagada la luz, se ocupaban preferentemente de secuestrar muchachos; eso sí, nunca nadie explicó para qué y menos informar dónde les llevaban. Más tarde uno supo, porque si una vaina tiene uno, pues a eso está obligado, es que llega un momento que descubre las mentiras y los mentirosos. Y además que, detrás de ese empeño de inventar fantasmas malos, que andan detrás de la gente para hacerle daño, empezando por los niños y porque mucho adulto tiene en veces demasiado de niño, generalmente está la maldad y las malas intenciones o por lo menos ocultar algo, aunque sea bueno y agradable, como lo había en aquello, cuando la madre y el padre de uno, desde la habitación de al lado, ya en la noche avanzada, nos decían, "duérmete muchacho que va a vení el muerto".

Todo esto viene a cuento, por "el cuento de nunca acabar" del comunismo o ese fantasma que todavía "vive", y que factores atormentados, demasiado serviles de los atormentados y atormentados ellos también, todavía "cuentan" a la gente para que se duerma ante la agudización de las tragedias que generan las ya demasiado recurrentes crisis del capitalismo. Como que se distraigan del hambre, de las bombas que lanzan los guerreristas que quieren dominar al mundo y cogerse lo que no es suyo, de los samplegorios que se producen a cada momento y en alta intensidad, como Colombia y Chile y se trasladan de un sitio a otro como la pandemia misma. Y ante el hambre que crece y se multiplica, como el desempleo, los excesivos bajos salarios, la precariedad de los servicios, empezando por el de salud, etc., asustan a la gente mucho más porque son reales, tanto que, aunque uno se duerma siguen jodiendo y hasta más. Y al despertarnos, en plena luz los vemos, los sentimos y causan heridas y sufrimientos que no se van, aunque uno se duerma o se meta calladito bajo la cobija.

Ahora hay algo novedoso, propio de este momento, cuando el capitalismo muta, tanto que confunde y muchos no entienden porque siguen viendo con los mismos instrumentos o lentes de antes. Y es que mientras unos siguen hablando del comunismo que "va a vení y te va a llevá", otros para diferenciarse y hasta viéndose imposibilitados de decir lo mismo, porque sería como escupir para arriba, hablan de un "izquierdismo trasnochado".

Entonces el fantasma del comunismo sirve para ganar elecciones que se tienen perdidas porque han gobernado mal y, sobre todo, factores del gobierno y al que a este apoyan abierta y disimuladamente, hasta en veces fingiendo que están en contra, se enriquecen desmedidamente.

Por esto, y para mostrar lo viejo de esa artimaña, pongo la crónica que sigue, escrita hace muchos años, tantos que, como abajo se indica, fue publicada en el desaparecido "Diario de Oriente" de Barcelona.

Hortensia la cautiva de Cumaná y los comunistas.

Probablemente, si confiamos en las informaciones que ha dado la prensa, esta Hortensia, nacida en Ciudad Bolívar, entró en cautiverio en los primeros años del gobierno de Pérez Jiménez. Pocos años después arribó a la generosa ciudad del Manzanares un artesano, especialista en eso de desbaratar y recomponer prendas de cualquier metal utilizable para el ornamento; aquel hombre bajito, delgado, con unos lentes livianos como galopándole sobre el palo de la nariz, se llamaba Edmundo Figuera, a quien la lisura cumanesa bautizó inmediatamente "Mundito". No sé de dónde procedía, quizás de Caicara, Maturín u otro cual­quier pueblo de Monagas; así me lo sugiere el apellido de su esposa, Yivirín. Quien debe saberlo es ese increíble y admirable tesorero de recuerdos de nuestra generación, Guillermo Alfonso, mi paisano, amigo y hermano entrañable. Pero en estos momentos no lo tengo cerca.

Para esos días, el viejo estadio Cumaná era escenario de las hazañas de Cachare Mejías, "Maratón" Ramírez, del fabuloso "Pelúo" Astudillo, Aureliano Patiño (el célebre "Toña La Negra" que quechó para el Caracas); de los futbolistas "El Gallego" Granel, "Boyé" Rodríguez, "Lalito" Velásquez y de boxea­dores como Francisco "Cochinito" Rodríguez. Fue esa una etapa muy anterior a la aparición de ese fenomenal entrenador boxístico llamado Lelis Montes y su increíble "trompee" de campeones. Y anexo a ese estadio, en una combinación muy frecuente para la época, había una gallera. La misma gallera donde comenzó aquella casi guerra familiar entre "Rondones y Yegres" que culminó con un reguero de muertos en el terreno de béisbol. Y esa gallera, matadero de gallos y hombres, era administrada con religiosidad de fin de semana por un hombre que recuerdo bajito, trigueño, regordete, con lentes de pasta sobre una nariz gruesa, llamado Fernandito Inserni. Un hombre con fama de "pájaro bravo" entre las mozas cumanesas y quien como para ayudarse más, siempre conducía autos de los últimos modelos; hombre muy devoto, a quien veíamos con frecuencia en la gallera, que nos servía de entrada furtiva al estadio los días que cobraban por presenciar los eventos, en las calles dentro de aquellos atractivos vehículos e adquiridos con la rentabilidad de la gallera y los ingresos provenientes de su carnicería en el mercado de la ciudad y, siendo de los "Hijos de María", cargando el "Santo Sepulcro" en semana santa.

Entonces estaba en la cárcel de Ciudad Bolívar por su hombría, amor al país y al prójimo, por su patriotismo y generosidad de revolucionario aquel joven roble, de los fundadores del Partido Comunista, Federico Rondón. Preso o solicitado "como medio lucio" andaba un humilde maestro de escuela, trabaja­dor, honesto y culto, también fundador de ese partido, el inolvidable Rafael Castro, " el bachiller". Los adecos, pero les decían también comunistas, Eulogio González Maneiro, Fermín Ortiz Córdova, Celestino Córdova, Juan de Mata Córdova, Germán Guaimare Rojas, etc., se distribuían entre la cárcel, el exilio y la clandestinidad.

Cuando Hortensia salió de cautiverio de manos de su hermana Concha, según la prensa cumanesa dijo, "mi terror era con los comunistas. Eso me dijo Fernandito. ¿Concha, los comunistas no me van a matar?".

Su miedo era a los comunistas, eso afirmó y reafirmó Hortensia, mientras hablaba con su hermana Concha. Y eso, según ella, se lo dijo Fernandito.

Este Fernandito, recién llegada Hortensia de Ciudad Bolívar, la hizo su amante, la encerró en aquella casa, para esconderla de la familia y cuidar su honor de gallero, "pájaro bravo", "hijo de María" y ciudadano ejemplar, militante de la Democracia Cristiana". Y para que no se exhibiera, la amedrentó con el comunismo.

Hortensia se "enclaustró" por temor al comunismo cumanés de hace cuarenta años. Por temor al heroico, honesto y generoso Federico, al simpático José María Cabello (el terrible), al humilde y noble Rafael Castro. Yo les conocí cuando cayó Pérez Jiménez. A ellos que formaban parte de un grupo invalorable de hombres nacidos en nuestro pueblo, que hacían con heroísmo la resistencia a la dictadura; también los admiraba. Y aún sigo admirándolos y son parte esencial de las cosas y de la vida de mi ciudad. En esos días me enteré que Mundito Figuera, cosas veredes amigo Sancho, padre de los médicos Figuera Vivirán que examinaron a Hortensia al salir del encierro, era amigo del partido Comunista.

Fernando Inserí en esos días, no sé ahora, era amigo cercano y compañero de un abogado cumanés que ejercía con devoción y libertad y detuvo la Seguridad Nacional, apenas veinticuatro horas antes de caer Pérez Jiménez, cuyo nombre no recuerdo, sólo sé que hace poco apareció envuelto en el escandaloso juicio por los presuntos sobreprecios del maíz africano.

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