Ayer viernes, Vladimir Villegas, en su programa de la una, tuvo una invitada "emblemática".
Le llamo así, por varias razones y para poder explicarme, debo ponerme por delante, como quien pela por la cartilla, lo que el diccionario dice sobre el significado de esa palabra.
Dice el Drae de la palabra emblemático (a) que "Que por sus características singulares tiene carácter de emblema y representa o simboliza algo o alguien". Y agrega que "Cervantes es un autor emblemático de la lengua castellana".
Teniendo esa como advertencia allí, empecemos por decir que la invitada de Vladimir, a quien identificaron como internacionalista, una palabra que según creo, es inherente a un título universitario, de esos que se asignan a quienes culminan la carrera de Derecho internacional, en la jerga popular llamada diplomacia, muy del gusto de la gente de bien, acostumbrada a que de ella el gobierno de turno escoja sus representantes en el exterior y el que no lo haga debe ser objeto de sus malestares, calificó con esa palabra la actual coyuntura peruana. Jorungó en sus archivos, intersticios cerebrales, en busca de una palabra para calificar la coyuntura peruana y dijo para sus adentros, como el sabio Arquímedes, ¡¡Eureka!!y la largó.
"El momento peruano es emblemático", dijo la señora y como feliz de su hallazgo e intentando apabullar a Vladimir y al otro invitado, comedido y coherente, pero no emblemático, como ya explicaré, lo repitió.
La señora es un emblema de la clase pudiente, aunque no lo sea, pero lo parece y ya esto la hace emblemática. Es rubia, internacionalista, arrogante, muy bien vestida, a lo clásico, sin caer en esas cursis veleidades de las clases medias y bajas que se dejan arrastrar por la moda, inventada esta para el puro consumo, pese haga aparecer a quien la use como un espanta pájaros y, sin duda, muy bella. Pero, además, según pude medio oír a Vladimir, tiene un nombre de esos como bien escogidos, con el buen gusto propio de quienes pudieran haber leído hasta los clásicos o de ellos y sus personajes oyeron hablar. Pero, además, habla como si fuese el oráculo de Delfos o tuviese a Dios agarrado por las barbas y con este, la verdad en la mano, lo que es un emblema de los poderosos. ¡Si él lo dice o decidió, así será! ¡Santa palabra! Y, por último, como los poderosos, intenta que los demás no hablen. A Vladimir y al otro entrevistado, cuya imagen, si algo emblemático tiene es parecer de los humildes y modestos, les mantuvo siempre a raya y como intimidados, más por contumacia que por su belleza.
En cambio, yo desde afuera, sin tenerla cerca, quedé prendado de su hermosura, la que se me desdibujó por lo arrogante y sus simplismos.
Calificar la coyuntura peruana, a partir de lo formal, los candidatos, un Pedro Castillo quien, como esto escribe, es un simple maestro de escuela, que hace campaña asido a un lápiz y al parecer tuvo vínculos con la extrema izquierda de su país, pero ofrece un programa modesto, sin muestras de extremismo y la señora Fujimori, con un pasado oscuro, como el representar lo que fue su padre y hasta un feo expediente por corrupción, como emblemático, es todo un disparate y viejo truco de impactar al oyente con palabras escogidas, tal como lo hacía Piñerúa, con aquello de la "barragana". Y, además, por desconocer o intentar ocultar la crisis del modelo impuesto a América Latina toda.
Lo pasa en Perú nada tiene de emblemático. La coyuntura no es nada singular y eso lo sabemos cuándo, sin soberbia, ni sabiduría de internacionalista, nos adentramos en la esencia del asunto. Aparte de esas particularidades, que diferencian las partes de un todo, lo que pasa en Perú es, en gran medida lo mismo que en Chile, Colombia, Ecuador y Venezuela, lo que no quiere decir que los demás países quedan por fuera.
Es el modelo impuesto a América Latina que está crujiendo, las grietas, en el fondo, se desplazan de un punto a otro y las respuestas se corresponden con la realidad concreta de cada espacio. Pero siendo todo eso parte del mismo fenómeno no hay un cuadro peruano, chileno, venezolano, colombiano emblemático, es más bien un asunto del común, de un modelo extendido en el continente nuestro todo, donde el capital externo impone sus normas y de vez en cuando, entra en crisis y se estremece y ahora, en este mundo nuestro, anda en eso. No hay nada emblemático, es una manifestación de inconformidad colectiva y común a todos, que no se puede explicar con un lugar común o un lugar comunismo.
Además, Perú, cualquiera lo sabe, hasta un simple maestro como uno, que lejos está de ser "internacionalista", pues de Cumaná no pasamos, está metido en una honda crisis desde hace varios años; tanto que allí, deben haber batido ya, dos veces, el record que antes tuvo Bolivia; aquel de tener un nuevo presidente casi cada semana.
El problema peruano, donde un personaje hasta dos meses atrás desconocido en América Latina y además emergido del fondo de la sociedad, de entre los humildes, hoy está en los primeros planos y hasta pudiera ser electo presidente mañana domingo, enfrentado a un personaje como la señora Fujimori, es sólo la expresión formal de un fenómeno que recorre a toda América Latina hace años, no es un emblema. En Bolivia el movimiento popular, indígena, por primera vez. estuvo en el gobierno con Evo y volvió ahora con Arauz, pese la arrogancia de los poderosos. En Ecuador, un asunto todavía confuso, relacionado con el movimiento Pachakutip, permitió que Lasso, la derecha y los intereses de EEUU ganasen. En Colombia, el movimiento popular tiene acorralado a Duque y su jefe Uribe, las mafias, bases militares y los oligarcas; y en Chile, la multitud y unos candidatos sin rostros, hundieron a Piñera y la arrogancia de las clases dominantes del país de Salvador Allende, Pablo Neruda y de Manuel Rodríguez, "El Chispas".
El capitalismo de hoy y el imperialismo, aparte de no tener y más no querer, materialmente hablando, nada que ofrecer a las multitudes, están viendo a sus agentes desvestidos y descalificados por ladrones, serviles e incompetentes y esto no sólo pasa en Perú, pasa en todo el continente. Por eso, en Venezuela, el pueblo se fue con Chávez después del Caracazo, lo que vino después es harina de otro costal. No hay entonces nada de emblema.
Es común en la derecha, pese la carga de títulos, medallas y pergaminos de su gente, hablemos de América Latina, eludir el asunto de fondo, lo que determina todo el malestar y el estremecimiento que va desde México hasta la Patagonia, e intentar explicarlo en particularidades o asuntos "emblemáticos". Y cuando esto le falla y hasta a ellos mismo no convence, entonces apelan al fantasma del comunismo. No siempre lo que brilla es oro. Por eso, Pedro Castillo pudiera convertirse el domingo en presidente de Perú, pese la oposición de todo el oropel y el poder de EEUU y no por nada "emblemático" peruano, sino por el común malestar que recorre nuestro continente, algo así por lo que la "espada de Bolívar recorre nuestro continente" y por lo que el inmortal caraqueño predijo, "Estados Unidos parece condenado por la providencia a plagar nuestra América……..."