Carabobo y Bolívar, no hablamos de una iglesia ni de un santo. ¡Menos mal!

Martes, 22/06/2021 01:35 PM

Los humanos, ante la inmensidad del espacio, la diversidad de su propio ambiente, los secretos del universo todo, sus tantas interrogantes y pocas respuestas, tiende a buscar explicaciones en el más allá. Los dioses, santos y sus milagros, sustituyen la razón.

Y tenía que ser de esa manera, muestra de la enorme capacidad de pensar, razonar del ser humano desde los primeros tiempos. No se conformó con vivir la vida "a sus anchas panzas", sino que empezó a tomarse el odioso trabajo de preguntarse y preguntar por todo lo que veía a su alrededor y lo que le acontecía. Y por esa "curiosidad", instintivo deseo de explicarse todo, empezó a construir la ciencia y por ella hallar la razón de muchas cosas. Claro, el pensar, la capacidad de razonar, almacenar conocimientos, confrontar con la realidad, tiene un límite y uno de ellos es la inmensidad del espacio que cada día, a media que la ciencia avanza, pareciera que se extiende o hace más "ancho y ajeno", como dijo Ciro Alegría.

Se me dijo en las primeras enseñanzas, pero no fue mi mamá, sino por las santas escrituras que los curas repetían como loros, tal como lo siguen haciendo, lo que llaman sabiduría, que Dios creo el cielo, con sus estrellas, planetas y satélites, con lo que hacían alusión apenas al sistema sideral, pero luego me generaron la duda, pues siendo el universo como es, nuestro Dios debe ser un representante de otro tan grande en proporción del espacio mismo que comanda.

Por eso, por no saber nada de lo tanto que hay que saber, uno explica las vainas a partir de lo inmediato y de lo que más le convenga. Pero hay una cosa que me llama la atención, a muchos líderes, pongan atención cuando de ellos se habla, se le atribuyen dotes como si vinieron del más allá y estuvieron dotados de la magia del sol. Así como los reyes incas, los monarcas europeos y hasta líderes a quienes se les tiene al mismo tiempo como revolucionarios. Pero por el deseo de conservar la herencia, el apego a lo que ellos dijeron o hicieron en su tiempo, en otras circunstancias, aunque aquello hubiese sido un reconocido error, que muchos de sus seguidores quieren aplicar al pie de la letra y hasta sólo por dejar la idea que son los "propios", a quienes los "sembrados" dejaron encargados, les atribuyen a aquellos y en consecuencia a ellos mismos, como origen divino. Es una trampa religiosa o, para mejor decirlo, una brujería.

La sola expresión "sembrar", cuando a alguien por muerto se le entierra, pareciera atender a eso de la magia. Pues con su acción y su palabra, por ejemplo, Bolívar se sembró. Cuando le metieron en la fosa, allí pusieron un cuerpo muerto que retoña por eso que todo se transforma, hasta en gusanos. Pero la siembra propiamente dicha, la hizo él con su actuación y su trabajo intelectual.

Afortunadamente, pese el esfuerzo poético, lleno de buena fe de los historiadores del romanticismo, como Eduardo Blanco, a Bolívar no le crearon esa fama de hijo de Dios y, en consecuencia, enviado por este con todas las herramientas y respuestas a la mano, como que la historia real revela ¡cuánto tuvo que ponerle, para llegar hasta donde llegó!

Bolívar, aquel que, en 1812, cuando un terremoto azoló a Caracas, en medio de los avatares de aquella "República boba", expresó para la consternación de sus enemigos, "si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca", mientras curas españoles, en las iglesias llenas de feligreses que buscaban refugio, atribuían aquel fenómeno a un castigo de Dios por haberse atrevido los caraqueños a sublevársele al rey de España. Bolívar no buscó a Dios o su dios, para ampararse en él y viajar en el tren con su boleto y pasaporte.

Creo que hay un rasgo del Libertador que, pese lo evidente, poco se hace referencia. Cuando se habla del liderazgo alcanzado por él, se hace mención a ciertos eventos, como las competencias en las que se vio envuelto entre los soldados del llano, sobre todo de aquellos de Páez y particularmente la gesta que significó atravesar los páramos andinos para liberar a Colombia.

Pero no se trata con detenimiento, como tuvo que bregar para ganarse la aceptación de los guerreros orientales, quienes no sólo tenían en Mariño su natural comandante, el conductor desde lo que la historiografía tradicional llama "invasión de Chacachacare" y los historiadores regionales, José Eusebio Acosta, "La campaña Admirable de Oriente", sino que, por razones de la historia misma, concebían a las provincias de Cumaná y Margarita, independientes de la de Caracas.

Por decir una fecha, poner una referencia, hasta 1816, antes de la toma de Guayana, ejecutada por Piar por su propia iniciativa y hasta con la oposición del Libertador, quien quiso que aquél le acompañase a Caracas - para eso depositó un parque en la Casa Fuerte de Barcelona -, los orientales no reconocían a Bolívar como jefe de los ejércitos patriotas. Los orientales tenían una concepción de la patria y del comando del ejército y Bolívar tenía otra.

Hasta 1816, cuando la toma de la Casa Fuerte de Barcelona, Bolívar también tenía su internalizada idea, según la cual, bastaba tomar Caracas, instalar allí un gobierno para ganarse el reconocimiento y ayuda internacional. Y en eso gastó fuerzas y pertrechos por demás. Después de aquel acontecimiento, todavía intenta por los lados de Aragua de Barcelona, de convencer a Piar, le acompañe a tomar Caracas. Pero este, opta por poner su mira en un viejo objetivo, desde 1813, de los guerreros orientales, la de tomar Guayana, la retaguardia y punto de resistencia del ejército español.

Bolívar tuvo que ceder, mantenerse alrededor de esos espacios, por lo lados de Casacoima y volver a retomar el control del ejército y el liderazgo, después que Piar toma a San Félix y Angostura.

Tuvo El Libertador que bregar demasiado para ganarse el respeto y la adhesión de aquellos combatientes.

En el desarrollo de los acontecimientos, Bolívar perdió unas cuantas batallas y bastantes fueron las veces que hubo de retirar su ejército del campo de batalla para salvarles y salvarse ante la superioridad del enemigo.

Por demás hubo de discurrir y escribir sus planes, proyectos y concepciones para convencer a sus potenciales aliados y adherentes. El suyo fue un liderazgo ganado, como se dice en el lenguaje coloquial, a pulso y venciendo todo tipo de dificultades.

Cuando avanza hacia el sur, la historia es un poco la misma, debe Bolívar valerse de su talento, esfuerzo, conocimientos en el arte de la guerra, visión política y los enormes recursos representados en una oficialidad, entre la que destacaba aquel joven que llegaría a ser el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, para ganarse en algunos casos la adhesión, apoyo entusiasta y otras hasta convencional, de factores que también estaban por la emancipación, pero sólo hasta allí llegaban.

Es decir, como dijo Ali Primera, "Bolívar no fue un santo para prenderle una vela", rezarle de vez en cuando para que sus fórmulas o prédicas prendan en la realidad y quien eso haga salga ganancioso o reclame unos derechos que no tiene, sino un hombre de su tiempo y espacio que abordó su realidad con su talento, sus vísceras y hasta testículos y llegó hasta donde la permitió la realidad.

Dejó varias cosas. En buena parte una idea, concepción de patria, con su bandera, himno, territorio. Nueve provincias unidas en lo que llamaos Venezuela. Son nueve, no siete. Un internalizado concepto de independencia. Pero también la idea que, en virtud de las tendencias en el crecimiento del capitalismo, unos pequeños países divididos, de economías débiles no podían resistir y seguir siendo independiente, había que formar la gran patria americana con "las antes colonias españolas".

No fue Bolívar un Dios, menos mal. Fue un hombre que en colaboración y discutiendo, dando y dando, con otros hombres de otras ideas, crearon estas patrias. Fue el colectivo dirigido por Bolívar y no el mandamás, emisario de Dios o de su dios, solo quien hizo la patria y tantas patrias.

Carabobo mismo fue la obra de muchos. En el día aquel del 24 de junio de 1821, pero por lo hecho durante unos cuantos años, desde el inicio de la guerra misma y pocos días antes de llegar a Carabobo. No sólo fuer Bolívar; fue Páez, y todos aquellos que estuvieron ese día en el campo de batalla, sino unos cuantos más, como el general Bermúdez, que prepararon las condiciones para llevar allí al ejército enemigo desgastado y sin aliento.

Bolívar nada tuvo de ególatra. Si hubiese sido eso, en medio de aquellas enormes dificultades que encontró en Venezuela misma, con nueve provincias nada unidas, con muchas diferencias y desconfianzas entre ellas, combatientes nada sumisos ni fáciles para ceder ante el alago, hubiese fracasado y terminado pidiéndole cacao al imperio español.

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