La supremacía del voto

Martes, 13/07/2021 01:30 PM

Por principio, siempre vote, aunque vote solo, y podrá apreciar la más dulce reflexión, que su voto no se pierde nunca."

John Quincy Adams

A pesar de la incredulidad de algunos, el establecimiento en la Constitución de 1999 de la Democracia Participativa y Protagónica ha conllevado al establecimiento de importantes aportes al desarrollo del sistema electoral venezolano que, si bien es cierto no de satisfacción plena en la sociedad, no es menos cierto que reafirman la vigencia del voto como garantía para superar los déficits de gobernabilidad, así como de las crisis que afectan a la nación.

Las campañas electorales expresan, sin lugar a duda, las oportunidades para el establecimiento de una relación más directa entre la elite dirigente y los ciudadanos. Son escenarios privilegiados para el conocimiento del conglomerado de las propuestas programáticas que los ofertantes formulan. En ellas se pone de manifiesto la base psicológica y política de los principales potenciales de desarrollo y las actitudes sociales que elegidos y electores asumirán en función del bienestar de la nación y de sus respectivas comunidades.

La búsqueda de un modelo de campaña participativa en donde los electores asuman un rol activo y donde se establezca una comunicación más interpersonal deben ser propósitos a consolidar y se inscriben en el designio de avanzar para la consolidación de la democracia participativa y protagónica. La cultura del voto busca como acto cívico incentivar la conciencia ciudadana, la adquisición y revalorización de los valores éticos y políticos que deben estar contenidos en el funcionamiento del régimen democrático y en la conducta de dirigentes y dirigidos.

Vivimos un trance histórico en que la "mineralización" de la actividad de los partidos políticos afecta seriamente la disposición de su militancia y simpatizantes a sufragar y en consecuencia incentiva la abstención. La grave crisis que en todos los órdenes afecta al país y la puesta en marcha de planes y acciones tendentes a la toma del poder por vías no convencionales que riñen con las habituales reglas propias del ejercicio democrático, se inscriben entre las primeras razones, si a ello se agrega la inactividad de los partidos, la desesperanza y la indiferencia se alojan en la psiquis del elector, ocasionando un estado de incertidumbre y de apatía.

Por cuales fueren las razones y oportunidades que le favorezcan, la única organización política que ha dado muestras de activismo e interrelación de las directrices con sus bases ha sido el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV); la planificación de comicios para postular y elegir los candidatos a las elecciones del venidero mes de noviembre se constituye en una gran ventaja para esa organización política a pesar de las contrariedades que se pongan de manifiesto en su seno. ¿Que dejan tragos amargos y contrariedades internas estos procesos? Lo creo, sin duda que sí, pero tal circunstancia es preferible a dejar en manos de cúpulas la designación de sus candidatos. Tal ejercicio por parte del PSUV pone en movimientos a sus bases, enciende las luces en sus sedes partidistas, alienta el contacto y los motiva, mide el grado de descontento, pero también de disposición a la participación, a la identificación de la militancia con su organización, les permite apelar al ingenio para la motivación. Permite pulsar el grado de efectividad de su maquinaria en todos los rincones del país. Eso para un partido afectado por el desgaste del ejercicio gubernamental le viene como bebida energética para su desempeño electoral.

No es la manifestación de sus bases la que ocasiona los traumas en los partidos, más bien el desacierto de la alta dirección en cuanto a no escuchar sus deseos y aspiraciones. La división de Acción Democrática en 1967 luego de la realización de sus elecciones primarias para la escogencia del candidato presidencial, y que dio origen a la creación del Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), no fue el desencadenante de la ruptura interna, más si lo fue desconocimiento de la cúpula a la avasallante victoria que las bases adecas le otorgaran al maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. AD y su candidato Gonzalo Barrios salen derrotados y Prieto no alcanza la victoria al ser "satanizado" como comunista, aliado de Fidel Castro y de la URSS; su campaña electoral fue censurada en los grandes medios de comunicación públicos y privados y escamoteada gran parte de su votación en las mesas electorales. En aquel tiempo los grandes partidos institucionalizaron la proclama "acta mata votos", propio de las fechorías electorales de entonces facilitadas por el sistema electoral manual.

De lo anterior deviene que las condiciones electorales implican imparcialidad de los medios de comunicación públicos y también (¿por qué no?) de los privados, la condena a la utilización de recursos del Estado para favorecer a determinados candidatos, la fiscalización del origen de los gastos y la implementación de la observación internacional.

Por otra parte, la dirigencia opositora que ha puesto en práctica un sinnúmero de estrategias para terminar con la Revolución Bolivariana durante más de 20 años, de cuyo balance sus pocas victorias han sido logradas en el campo electoral debe convencerse de que sus metas a conquistar no son por la vía de estimular las sanciones internacionales en contra del país (y digo en contra del país), porque como es natural, estas sanciones golpean severamente la tranquilidad y la calidad de vida del ciudadano de a pie. La cohesión de la oposición en torno a un proyecto sensato concebido desde su ingenio e iniciativa y no en centros de poder foráneos deberían ser sus objetivos inmediatos. La intervención internacional a través de la impartición de directrices a sectores opositores socaba la plena independencia e iniciativa para asumir el camino electoral, ejemplo de ello son las sanciones contra individualidades incluyendo a dirigentes opositores que han participado en las ultimas contiendas electorales, con lo cual se da a entender que la participación electoral en Venezuela es un pecado que se paga con sanciones internacionales. Esto debe cambiar y la ayuda internacional en esta materia debería ser para facilitar mas no para castigar.

En tal caso, los aliados externos de la oposición deben considerar incentivar la participación, que se propicie la justa competencia política, el levantamiento de las sanciones, y adicionalmente instar a sus respectivos aliados dentro del país para que lo acepten como base para las negociaciones, dejando de lado el pretendido poder dual y con ello el trillado mantra. Hoy la oposición desde el punto de vista organizativo y de su accionar estratégico se encuentra peor que hace varios atrás. De manera entonces que sus maniobras subversivas; llamar insistentemente a la abstención y reprobar el voto es incitar a sus propios partidarios a ser vacíos en cuanto a existencia política se refiere; a ser indiferentes ante la vocación cívica.

El voto es el ejercicio de la supremacía del pueblo para fortalecer y legitimar la democracia. Se trata de participar en una decisión; de prepararnos para elegir a quienes gobernarán nuestros espacios colectivos durante los próximos años, estos meses son ideales para reflexionar qué tanto participamos hoy en la realidad que nos rodea.

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