Vengo de revisar y regar mis maticas, unas seis, de ají dulce, cuyas semillas sembré en un matero y, apenas 4 días atrás, resembré en seis porrones y las hallé en estado saludable y promisor.
Siembro con frecuencia ají dulce, porque en mi cultura oriental, a uno, a la hora de cocinar, le puede faltar cualquier vaina, condimentos suelen decir algunos, aliños decimos nosotros, pero ají dulce "ni po` el carajo".
Por cierto, los orientales, no sé por qué, pues no parece apropiado, solemos llamar "verdura", a aquellos ingredientes del sancocho como son la auyama, yuca, ocumo que nada de verde tienen. Lo que revela que cada quien, gente o pueblo, tiene sus vainas, "buenas y malas costumbres"; pero pese el anterior calificativo, no hacen daño a nadie, como si el odio que lleva a la gente a no mirar la verdad de los hechos, juzgar mal y hasta indisponer a la gente contra algo sin justificación ni sustento.
Si un gobierno hace una cosa buena, obtiene un éxito que además se refleja en favor de la vida de uno, lo saludable, sano, inteligente es reconocerlo y hasta, si está en manos de uno, reforzar aquello para que las cosas mejoren en favor de la gente.
Viniendo de revisar mis maticas, me dije, si todo va bien, para diciembre, debo tener, por lo menos, el ají dulce de las hallacas, las tradicionales que hacen mi compañera y mis hijas y las de raya que hago con mis nietas. Porque es así, siembras hoy y cosechas mañana. Lo que no quiere decir que sea en 24 horas, pudiera ser en meses o en 10, 15, 20 años.
La gente contraria al gobierno, pero no esa que discrepa de sus políticas sanamente, sino la indispuesta porque no tiene los modos de hacer el negocio que quisiera, ventajas personales, y "con estos carajos que gobiernan no tengo chance y por eso hay que tumbarlos" y, esa hasta buena gente, pero a la que la primera recarga de odio, anda alborotada y disgustada, como con la "empalizá en el suelo", por el desempeño atlético de Venezuela en los juegos olímpicos de Tokio. Hasta este momento, los atletas venezolanos han conquistado 4 medallas, 1 de oro y tres de plata y estamos en el puesto más alto alcanzado en la historia de nuestra participación en esos juegos, el no 29. En el 2008 ocupamos el 81.
Y como Maduro, cosa por demás natural, intenta mostrar como si fuese eso un éxito de su gobierno, más cuando en este año hay elecciones para escoger nuevas autoridades a distinto nivel y el domingo próximo 8 de septiembre, dentro ese partido para escoger sus candidatos, trata de arrimar a su favor la candelita, asumiendo eso como un éxito suyo. Lo que incomoda más a sus enemigos declarados.
Pero resulta que los éxitos olímpicos son como quien siembra ají dulce o mango, lo siembras hoy y comienzas a cosechar un poco de tiempo después; sobre todo bastante más en el segundo de los frutos nombrados.
Pero antes quiero resaltar, como hay gente opositora que le disgusta que Venezuela haya alcanzado ese resultado hasta ahora, habiendo todavía la posibilidad que podamos llegar a seis medallas, pues las que faltan, nos las podrían dar Robeilis Peinado, en salto con garrocha femenino y Antonio Díaz, en un deporte que todavía no sé en qué consiste, pues lo que le veo hacer, ¡y miren cuánto le he visto!, no lo entiendo, con lo que no pretendo descalificarlo, sino al contrario, poner por delante mi ignorancia.
Pero hay también gente del gobierno de Maduro que se alegra, pero de manera equivocada, pues mal suponen que lo alcanzado y por alcanzar por nuestros atletas, se le debe a él. Y resulta que ambos están lejos de la verdad. Muchos de esos atletas, ahora, como Yulimar Rojas, no dependen del gobierno para su subsistencia, tampoco Daniel Dhers; y Robeilis Peinado, como tantos atletas, se quejó no hace mucho por el poco respaldo, como la falta de pago a su entrenador.
Unos meses atrás, Rubén Limardo, nuestro medalla de oro en esgrima, de manera discreta, denunció como estando en Polonia, en donde vive y se entrena desde hace años, se tuvo que dedicar a eso que llaman "delivery", simplemente repartidor de pedidos y en bicicleta, según él, para subsistir. A pesar que este muchacho hasta fue convertido en "líder" del partido de gobierno y diputado a la ANC. Entre ellos hubo un "intercambio" comunicacional y apagaron la candela.
Y no es para menos, sabiendo las dificultades que atraviesa el país. Y el gobierno, aunque no es que sea esa su intención, por distintos motivos, no está en capacidad de brindarles respaldo, tal como se merecen esos atletas, sobre todo aquellos que no son el atractivo de las grandes marcas, capital internacional, del área deportiva, como Puma y Adidas.
Por lo curioso, me siento tentado a comentar como un atleta de nacionalidad portuguesa, de origen africano, que ganó medalla de bronce ahora en Tokio, en Judo, "dedicó", de manera irónica, su medalla, a las dos marcas arriba mencionadas, porque le negaron ayuda cuando la solicitó por no considerarle con méritos ni cualidades para alcanzar el podio.
Quiero decir entonces, que la meta hasta ahora alcanzada, por segunda vez, 4 medallas, pues en 1996, también logramos el mismo número, es el resultado de la programación, la inversión y el trabajo iniciado muchos años atrás.
Entre el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, aquél de "la gran Venezuela", de unos ingresos petroleros jamás vistos en este país y de la nacionalización de la industria petrolera, como en tantas cosas útiles e inútiles, se invirtió abundantemente en deporte y unos veinte años después, se obtuvo el resultado de 1996 al que hemos hecho mención. Cuatro años antes, en 1992, en Barcelona, obtuvimos solo dos medallas en Taewondo, la de oro, segunda de Venezuela en los juegos olímpicos y la de la joven oriental Adriana Carmona, en la rama femenina del mismo deporte.
Entre 1996 y ahora, salvo la medalla de oro, la tercera, ganada por Rubén Limardo, la actuación venezolana estuvo siempre en los más bajos niveles; en 2012, pese haber obtenido la de oro antes mencionada, ocupamos el puesto número 50 y en el 2016, ganamos dos de plata y una de bronce, para ocupar el puesto Nº. 62.
Los resultados de ahora que alegran, pero no son tampoco muy distantes que digamos de lo anterior, vienen a ser la cosecha de aquella inversión de los tiempos de Chávez, de cuando aquí el dólar era una moneda de segunda y el bolívar una a la que, en el mercado internacional, le "roncaban los motores".
Por comprender todo eso y aceptar la verdad, aunque el inversor haya sido mi enemigo y persona que me resulta odiosa, hay que reconocerlo, porque todo gobierno, el que sea, no hace todo mal. Algo bueno hace, pero para reconocerlo hay que tener mucho equilibrio cognoscitivo y emocional.
Y si uno actúa con equilibrio, se siente obligado cultural, emocional, histórica y hasta sanguíneamente con el país y su gente, lo natural es que esos éxitos deportivos, sin importar quien gobierne, deberían alegrarnos. Si acaso, es más en todo caso, deberíamos reclamar que nos merecemos más medallas, porque aquí sobra talento y orgullo nacional.
Una de las primeras medallas que recuerde, ganada por Venezuela en los juegos olímpicos, fue por aquel excelente triplista zuliano llamado Arnoldo Devonis, quien siendo muy jovencito logró la de bronce, compitiendo con dos leyendas de la especialidad, el brasileño Aldhemar Ferreira Da silva y un ruso. Los tres, que recuerde, tres veces batieron el record olímpico, hasta que ganó el brasileño quien también había ganado en los juegos anteriores. Gobernaba en Venezuela Rómulo Betancourt, quien esto escribe era militante del MIR en la clandestinidad y lejos de arrecharme por eso, sentí una desbordante alegría. Más tarde, estando en la misma situación política a la que hice referencia, volví a sentirme feliz cuando mi paisano, Francisco "Morochito" Rodríguez, en una hazaña sin precedente en el pugilismo, de lo que se debe hablar, por razones de espacio, en otra oportunidad, ganó para nosotros la primera medalla de oro en Ciudad de México.
Si esto sigue como va, los integrantes y partidarios de un nuevo gobierno, vivirán la triste experiencia de ver volver a los últimos lugares y, hasta como en el año 2000, a un año y pico del gobierno de Chávez, cuando no ganamos ninguna medalla y quedamos detrás del último.
En el deporte, acontece como cuando se siembra, se recoge la cosecha bastante tiempo después: ¡Y hay quienes siembran coco! Por esto, uno a veces no sabe a ciencia cierta, a quien se deben los resultados; eso poco interesa, lo trascendente, que cuenta y nos debe de llenar de alegría a todos, es que ese muchacho o muchacha, que subió al podio, es de los nuestros.