“México lindo y querido”, ojalá no crean a Bolívar y Sucre, muertos, enterrados y se repartan la cochina

Sábado, 04/09/2021 03:31 PM

México lindo y querido,
si muero lejos de ti,
que digan que estoy dormido.
Y que me traigan aquí

Chucho Monge

Esta canción de Chucho Monge, la hizo famosa Jorge Negrete. Y por eso mismo, y la circunstancia que este muriese en EEUU, donde si mal no recuerdo se hallaba en tratamiento en vista de la gravedad de la enfermedad que le afectaba, su cadáver fue recibido, tal como se merecía, al compás de los mariachis y aquella letra como premonitoria.

Y nosotros, los muchachos cumaneses de mi tiempo, bastante la escuchamos y cantamos. No sé, es posible, que estos muchachos de los cuales hablo y formé parte, tengamos algo de mexicanos. Pues, hay que ver, ¡cuánto de ese cine vimos, escuchamos su música y admiramos sus artistas, historia y héroes populares!

Era aquél México que, mediante su cine, de gran éxito, impactó en toda América Latina, con sus cantantes como el ya mencionado y Pedro Infante y sus excelentes actores como Cantinflas, Pedro Armendáriz y la "Doña" María Félix, y marcó a uno y le recordaba aquella "Revolución Mexicana", de Doroteo Arango o "Pancho Villa" y Emiliano Zapata. Y también, por medio de unos de sus personajes más ilustres y dignos de admiración, por su origen y enorme esfuerzo, que fue Don Benito Juárez. Luego, cuando ya éramos más formaditos y estudiosos, supimos de lo portentoso de su cultura originaria, la de los Aztecas, que la intromisión de Hernán Cortez, provocó aquello que, Darcy Ribeiro, hablando de la conquista y colonización del continente todo, llamó el desfase. Como que un tren salido de su camino, venido de allá de Europa, atropelló a otro que venía tranquilamente, por su vía y le trastocó la vida por completo. Asunto este que hasta al mismo Carlos Marx parece haber confundido.

En la Cumaná de mis tiempos, de sus mis amores profundos, donde tengo mis raíces hundidas, en mi tiempo de muchacho, hubo antes dos cines o corralones donde se proyectaban películas. Una de ellas era el "Paramount", de un tal Peña, por lo que cada vez que la proyección se interrumpía, porque la cinta se enredaba y encendía, los asistentes inquietos y hasta como predispuestos, gritaban "¡cuadro, Peña!". Era un reclamo y hasta advertencia, pues si eso continuaba y hasta provocaba la suspensión de la proyección, aquella gente, normalmente pacífica, allí perdía la paciencia y destruía el local. Lo que también solía hacer, cuando la película no era de su agrado, no se correspondía a la expectativa creada en la calle por los cartelones que los administradores del cine colocaban en varios sitios de la ciudad y en la entrada del espacio de proyecciones.

Casualmente, este "Paramount", que estaba como especializado en proyectar películas gringas de "vaqueros e indios", donde nos "vendían" a los indios como los extraños, los invasores, malos y aquellas que llamábamos "series", por episodios, estuvo en el espacio que ahora ocupa el teatro "Luis Mariano Rivera", en cuyo frente hasta hace unos días atrás hubo un almendro centenario, fresco y generoso, que los gobernantes acaban de "echar abajo"; lo que viene denunciando mi paisano Servando Marín Lista, a quien me he unido en la protesta por muchas cosas generosas y por haberme cobijado de niño bajo ese almendro y haber comido de sus almendrones.

El otro cine, llevaba por nombre "La Glaciere". Al hablar de este, habría que recordar a su taquillero, el señor Bartolomé Silveira, conocido como "Bartolo", quien, sin ser el dueño, era el objetivo de los reclamos por cualquier percance y, en este caso, se gritaba la velada amenaza de "¡cuadro Bartolo!". Dicho espacio de proyecciones, casi se especializaba en el cine mexicano, aunque allí alguna que otra vez, podían "pasar", como solíamos decir, alguna serie.

Este era nuestro preferido y por lo mexicano y aquella fiebre como nacionalista que allí a uno le embargada. Dicha sala cinematográfica estaba al lado y asociada, a la embotelladora, donde se elaboraba y embotellaba aquel refresco inolvidable, "Colita Sifón La Glaciere", que casi fue como un emblema e identificación de la Cumaná y el cumanés de mi tiempo.

El tercer cine, nacido posteriormente, fue el Pichincha, como más "exclusivo", todo cerrado, nada de aquellos galpones a cielo abierto que, en gran medida, fueron los anteriores, por eso le llamaron, como pomposamente, "Teatro". Lo manejó desde el principio un tal Sarmiento, un individuo como misterioso, de quien poco se sabía, por lo menos en el mundo donde me movía, llegado de Caracas y de quien se comentaba, tengo ese vago recuerdo, era el esposo de una dama de vínculos, no sé de cuál tipo, con el gomecismo y a quien se le mencionaba como la inversionista en la construcción de aquella sala, ubicada entre la casa natal de Andrés Eloy y el Bar Sport, un espacio muy acogedor de mi ciudad natal. Por el carácter como exclusivo, "clasista", dicho así para intentar pintar un cuadro elocuente, se le llamó "teatro" y, que recuerde, allí nunca se produjo ninguna trifulca ni protesta, por ninguna circunstancia.

Pero pese este exclusivismo y hasta quizás por eso, tanto que aparte de las películas gringas que allí también se exhibían, poco o nada del cine mexicano, sí, bastante, de aquel maravilloso de grandes producciones americanas y europeas del arte operático, por esto último nos atrajo y allí empezó, en parte, mi afición a ese arte, sin desprendernos del cine La Glaciere y lo mexicano.

Por lo ya dicho, creo explicar aquello que dije que los muchachos de los cuales forme parte en la niñez y adolescencia, "tuvimos algo de mexicano" y por lo que ese país siempre ha estado en el centro de nuestro interés.

México es pues, en buena medida, para nosotros, "lindo y querido". Allá volvió ya muerto Jorge Negrete y cuando llegó y le enterraban, le cantaron la canción de Chucho Monge, "si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí".

A México por los esfuerzos de muchos, "interesados" y desinteresados, más bien llenos de buena fe estos últimos, como el actual presidente del universo de los aztecas, López Obrador, se fueron los discordantes, los nacionales del gobierno y de la oposición, simples voceros o intermediarios estos del poder de la Casa Blanca y el gran capital, a intentar acordarse, no en materia electoral, derechos civiles, eso es asunto de segunda, sino la forma de repartirse la torta y la piñata, es lo que está en el fondo, en la historia que se oculta, sin necesitar de estar reventar la piñata y caerse a piña rodando por el suelo mientras cada quien intenta cogerse la mayor parte.

Pero pese lo anteriormente dicho, que es la pura verdad, a México también han ido a ponerle fin a una guerra no convencional, que podría terminar en una donde fuerzas invasoras podrían acabar con nuestro país, lo nuestro todo y como hacerle lo que antes le hicieron a México, que le robaron gran parte de su territorio. Y esta gestión, uno la aplaude. No queda otra opción que ir acordarse en lo mínimo con un enemigo que, por nuestros propios errores, está imponiendo su voluntad y su ley. ¿Acaso no nos metieron medio palo con su moneda el dólar y por él nos imponen varios procederes en los asuntos económicos?

Lo que uno espera, lo poco, es que la dignidad quede salvada, las posibilidades de volver por lo nuestro, como nuestra independencia económica, se mantengan en pie. Que no vayamos al México de Benito Juárez, Emiliano Zapata y Pancho Villa o Doroteo Arango a enterrar las banderas de Bolívar y el sueño de la Patria Grande, las mismas que López Obrador intenta levantar cuando llama a enterrar a la OEA.

"México lindo y querido", ese del cine La Glacierre, las películas de aquellos charros que difundían el amor por lo suyo, como aquello de "Jalisco nunca pierde y cuando pierde arrebata", mete tu mano para que la Venezuela de Bolívar no entregue sus banderas.

Bolívar murió fuera y fuera murió el Mariscal de América, el mismo que pudo estar y estuvo con nosotros en el cine La Glacierre, viendo a los charros mexicanos impregnándonos de patria, pues lo que ellos a uno, los muchachos de mi tiempo, transmitían era eso, amor profundo por lo nuestro. ¡Qué digan que estoy dormido y que me traigan aquí! Aquí hay mucha expectativa por lo que ocurra en México. Los cartelones excitan, tanto que, aunque en ellos nadie lo haya escrito, uno lee, "salarios indexados y ya aumentados". Y para dentro, uno grita "¡Cuadro Peña! ¡Cuadro Bartolo!"

Ojalá, en México, quienes se reúnen por lo nuestro, no admitan que Bolívar y Sucre sólo están dormidos, sino muertos y enterrados y, por creer eso, se aprovechen para repartirse la cochina.

"¡Ay Cumana quién te viera!"

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