¡SOS! ¡SOS! Por Carreño, aquí habría más agentes de la CIA, de lo que él mismo se imagina

Sábado, 18/09/2021 05:14 PM

En Venezuela vivimos enredados en un montón de cosas. Por ejemplo, entre la obligación y hasta necesidad de votar, diría yo, y la abstención, la que la ultra derecha promovió por años y ahora le pesa para sus decisiones políticas.

Otro enredo, relacionado con lo anterior, es que los políticos, pese las viejas enseñanzas, no aprenden de las ciencias, la necesidad de reconocer y hacer público y hasta promover debates entre la gente, que diagnósticos y hasta prescripciones suyos, anteriores, estuvieron equivocados o fueron incompletos. Y que, con este proceder, justamente por científico, que pasa por ser honesto y reconocer fallas o errores, generalmente derivados de limitaciones antes existentes, quienes así proceden ganan más credibilidad, fama y reconocimiento.

Una muy abundante suerte de políticos, cree que, revisarse, reconocer errores y proponer enmiendas, fundamentados en sus mayores conocimientos, mayor precisión, clara percepción, es un mal proceder que pudiera descalificarlos y terminar siendo objetos de una mala evaluación por la gente. Temen que digan que antes dijeron o hicieron una cosa y ahora otra, desconociendo que eso es lo más natural del mundo, pues "dije aquello porque tuve una muy mala percepción, me confundí, me confundieron ciertos signos, frente a la realidad".

Pero para ayudar y compadecer un poco a esa suerte de políticos, hay que decir que ellos son víctimas de quienes antes que ellos procedieron igualmente y crearon en la gente el imaginario que, el político debe ser siempre asertivo, como un oráculo griego, nunca equivocarse y que no vale llegarle más o menos al mingo, sino que siempre debe apechugársele. Y ellos, tristes seres, creen que reconocer haberse equivocado, es un mal proceder, poco inteligente, les resta "sabiduría y entereza". Y esto, que rica es la vida, está asociada a las ideas de lo virtuoso, del enviado de Dios y hasta autoritario.

Pero la gente que así razona, que es bastante, termina siendo víctima de sí misma, pues por querer y creer en un político "infalible", termina siguiendo a tipos que siempre están errados y hasta herrados o actúan de manera deshonesta. Como que les propone no lo que debería, de acuerdo a la realidad, las necesidades e intereses de ella y todos los elementos pertinentes con deba abordar aquella, sino lo que se quiere, aun sabiendo que eso no será posible. Y a esos políticos, que creen infalibles, optan por darle aquel permiso que pedía la célebre caraqueña publicidad ARS, de un poco más acá de mediados del siglo XX, que tenía como slogan "Déjenos pensar por usted", en la que, cosas curiosas de la vida, trabajaron dos amigos, que jamás eso le hubiesen permitido a otro y, hasta esa sola solicitud, la hubiesen considerado ofensiva, ellos fueron, nada más y nada menos que Arturo Uslar Pietri y Alejo Carpentier.

Pero lo anterior proviene de otro enredo; y este es creer que lo participativo y protagónico, tal como lo creyeron los adecos, que llamaron representativo, es sólo elaborar una propuesta en un cenáculo y someterla a votación. Como que la gente diga si o no y eso basta sin percatarse que es lo mismo que la consigna de ARS.

Otro de los enredos es que, pocos saben con exactitud quienes son sus aliados a mediano o largo plazo o para decirlo como académicamente, táctica y estratégicamente. Se toma como amigo del camino a uno que no va a llegar más allá de la esquina próxima, porque le falta gasolina, proteínas e ideas, está dispuesto a acompañar sólo hasta allí mismo, pero es mentiroso y adulante por demás costoso y por demás interesado y, como enemigo, a uno que pudiera llegar hasta el final, por su entrega, pero por su entereza firmeza, independencia y honestidad, hay que atenderle sus reclamos de cambiar de ruta de vez en cuando y hasta hacer unas paradas para el análisis y el descanso, pues no está dispuesto a seguir detrás como un borrego.

Y quizás el mayor enredo está en lo de qué meterle en el medio a la arepa, para seguir el camino y llegado el caso tener algo que comer. En la oposición, el enredo por todas las cosas de las cuales antes hablamos, es mayúsculo, dicho así por decirlo con un lugar común que es muy elocuente e útil para esta narrativa. Ellos tienen algo en común, lo suyo es salir de Maduro cuanto antes, porque están seguros que, de esa manera todo se arregla solo; en eso creen no pelarse, tanto que no se toman el trabajo de pensar y menos discutirlo. Por ejemplo, como decir unos a otros:

- ¡Aja! ¿Y después qué?

Esa interrogante y reflexión no entra en sus planes. Para sus adentros, cada uno, no es que se diga en ese momento, sino que ya tiene instalada la respuesta.

- "En el camino se empareja la carga. Después veremos."

"¿Qué queremos después?" Interrogantes como esas no se hacen. Eso de ponerse a pensar que, si tumban a Maduro, con la intermediación gringa, porque sólo así sería posible, EEUU se apoderaría de ese gobierno y le pondría a gerenciar en contra de la gente que no quería salir de Maduro ya y a como diese lugar y la que sí también, no esta en ellos. Hasta allí no llegan. Su furia es tal que no le da cabida a más nada. Si acaso alguien les interroga sobre eso, responden rápidamente, para no pensar en eso, "cualquier cosa que venga siempre será mejor que esta" y no dudar, lo que no les gusta, pese lo bueno que eso suele ser. Y eso es un enredo.

Por supuesto, en ese universo hay políticos empresarios y empresarios políticos, políticos al servicio de ambos que, por sumas módicas o un "pónganme donde haya", hacen lo que se les ordene y hasta inteligentes que, sin necesidad de órdenes, saben hacer lo que de ellos se espera y hasta dar mucho más. A estos, lo que pudiera suceder después de la caída brusca del gobierno, como que se desatase una guerra o un período largo o corto de intensa violencia, no les preocupa, pues todo lo tienen bajo control en función de lo que les conviene. Por ejemplo, a su familia no les alcanzaría esa violencia, porque antes la pondrían bajo el mejor resguardo. Estos para nada están enredados.

Otro de nuestros enredos, es ese relacionado con la palabra imperialismo. Siendo ella una categoría económica que por razones históricas aparecía asociada a unos países determinados, sobre todo Estados Unidos y algunos europeos, muchos han creído que, imperialismo, es inherente a ellos y sólo a ellos. De manera que cuando se grita, ¡muera el imperialismo por injusto!, se le lee ¡abajo EEUU, Francia e Inglaterra! Nombro estos tres porque parece suficiente.

Y eso hace, que gente de derecha, pro capitalista y hasta imperialista, pero por fobia a uno de esos países o los tres, por las razones que sean, como pudiera ser un judío víctima de Hitler, anti alemán o un nativo de las excolonias británicas o francesas, opte por la consigna, ¡muera Alemania, Inglaterra o Francia! Y hasta ¡muera el imperialismo alemán! Pero sólo este o estos. Hay en países europeos, sobre todos en aquellos que estuvieron bajo el control del fascismo, anti gringos desaforados, por los horrores de la segunda guerra mundial, pero capitalistas e imperialistas convictos y confesos. Como debe haberlos en muchos de los países de la antigua URSS, anti rusos por el viejo poder del Kremlin. Es cuando la xenofobia se disfraza de otra cosa, en este caso, de un supuesto antimperialismo.

Y entonces habrá, y hay quien, al escuchar esos gritos, se llene de la idea que, quien los profiere, es un auténtico antimperialista y un camarada hasta la pared de enfrente.

De manera que alguien, sancionado por EEUU, por lo que sus gobernantes creen competente y le congelen los reales que allá tiene encaletados y también injustamente, porque los gringos en su desespero cometen evidentes errores, pudiera hasta despotricar en contra y por ello gritar ¡Abajo y muera EEUU! Y oyéndole gritar de esa manera, habrá quien crea eso suficiente para calificarle de antiimperialista.

Tanto que no es de extrañar, haya en Panamá, alguien por demás ingenuo que al general Noriega, expresidente de Panamá, derrocado por EEUU y detenido por varios años en una de sus cárceles, le crea antimperialista.

Porque el concepto económico que define a una etapa del capitalismo, se ha vuelto un enredo o una melcocha. Casi lo mismo en lo que parecieran llevar a la palabra socialismo y no hablemos de comunismo porque, a esta ya la sumergieron en una honda paila del infierno.

Tanto es así que, entre quienes apoyan al gobierno venezolano, muchos militantes del Psuv, se creen que basta alguien discrepe de aquél, desde dentro o fuera, para ser considerado como agente de la CIA. Por supuesto, soy bastante crecidito y maduro, para saber que Pedro Carreño, sabe que eso no es así, pero cuando acusó a Figuera, lo hizo pensando en los efectos entre la mayoría de la militancia o simpatizantes de su partido que sí lo creen. Y, además, fue un dardo lanzado contra muchos.

Si queremos tener un ejemplo vivo y actual acerca de lo que es ser agente del imperialismo, busquemos el texto del discurso de Guillermo Lasso, actual presidente del Ecuador, quien ahora mismo en la reunión del CELAC se muestra "eufórico", "alegre", de esa reunión y su propósito, pero pone condiciones como sacadas de un manual elaborado en la Casa Blanca, como que primero nos desarrollemos económicamente para después, en basr a lo que en ese sentido hagamos, podamos integrarnos.

Porque hay otro enredo y este aturde sobre todo a la gente del gobierno, pese los esfuerzos, incluso de militantes suyos, de gente que hace el supremo esfuerzo de ayudarles, viéndoles acercándose al precipicio. Y este consiste en creer que la lucha por el salario, el llamar a la gente a reclamar porque sea mejorado, lejos de ser una bandera de lucha del gobierno mismo para impulsar cambios en el modelo y contra las injusticias del capital y el imperialismo, que no es pedir se cambie el modelo capitalista ya, ni tampoco para debilitar al gobierno, sino por establecer unas relaciones más justas y a él hacerle más fuerte y seguro, es contrario a la estabilidad y favorable a los planes del imperialismo.

Entonces, por ese enredo, quien clame por salarios justos, que es hacerlo en favor del trabajo y los trabajadores, se le interpreta y hasta exhibe como a favor del imperialismo. Y con ello se enreda, confunde a la base popular, la base, bujía y sustento de todo cambio en la sociedad, como para que asuma como su enemigo y agente del imperialismo y de la CIA a todo aquel que reclame por sus derechos, el salario, salud, educación y hasta el de disentir.

Y entonces, siendo así, aquí hay más agentes del imperialismo que en cualquier otra parte del mundo. Lo somos casi todos.

Y en verdad, con esa prédica, lo que estaríamos haciendo sería llenar al país de derrotados y entregados, dispuestos a dejar que quienes ostenten el poder, político y económico, sin importar sus nombres ni emblemas, hagan y deshagan y se pongan a gritar ¡qué venga el imperialismo, las puertas están abiertas para él, de par en par!

¡¡SOS!! ¡¡SOS!! Nos estamos abarrotando de agentes de la CIA.

 

 

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