Un Animal Revolucionario tiene como centro de su vida la política, entendida como el instrumento que permite tomar posiciones en la dirección de la sociedad para cambiar al mundo, en última instancia tomar el poder. No son muchos, y pocos pasan a la historia, para eso es necesario el encuentro del fuego que los impulsa con las circunstancias propicias. Su éxito se mide por su consecuencia, no busca bienes materiales, desea la gloria del deber cumplido. Cuando muere sigue luchando con su ejemplo, su memoria.
El Animal Revolucionario, el líder, está herido, cruzado de mil contradicciones: entre su tiempo y el tiempo futuro, entre el amor a su entorno íntimo y el amor a la sociedad, entre la comodidad de su vida y la aventura de la lucha que funda. Todas las contradicciones las resuelve alimentando la pasión revolucionaria, construyéndose mejor líder; las adversidades, la soledad, la ingratitud alimentan su fuego interno; nada quebranta su lucha.
Los animales revolucionarios son imprescindibles para una sociedad, y para la humanidad, le confieren el impulso telúrico que permite a los pueblos emprender la aventura de fundar nuevos mundos, desprenderse de la comodidad de lo conocido. Son el motor de la evolución de la humanidad, sin ellos el homo sapiens estaría viviendo en la comodidad de la cueva. Es muy importante un pueblo, una sociedad, capaz de parir animales revolucionarios, en ellas reside la esperanza para un salto, para señalar el camino de la salvación del hombre, de su encuentro definitivo con su humanidad.
El Libertador fue uno de estos animales revolucionarios, vivió para su meta, la independencia y una sociedad justa, humana; no hubo fuerza, no hubo adversidad, derrota que lo sacara de su camino. Lenin, Trotsky fueron animales revolucionarios, a ellos no se les concibe sin la lucha tenaz por su meta política. Fidel y el Che son destacados ejemplos de animales revolucionarios. Esta sociedad nuestra, si alguna cualidad queremos resaltar, sería su alta capacidad de parir animales revolucionarios. En nuestra historia, a pesar de la insistencia de los gobernantes por olvidarlos o por distorsionar su imagen, abundan en el imaginario popular. Bolívar, los próceres fundadores, Zamora, y para nombrar algunos recientes, empecemos por el Gigante Chávez, ejemplo de consecuencia hasta la muerte, acompañémoslo con Fabricio, Argimiro, Douglas, Américo, y… tantos más.
Cuando en un país dejan de aparecer los animales revolucionarios, entonces, es arropado por la medianía sin contrapeso, esa sociedad se va haciendo gris, el talento es aplastado, la vida se llena de inmediatez, el vuelo alto se transforma en un reptar vergonzante, desaparecen los grandes estadistas, son sustituidos por caricaturas, por sarcasmos.
Las preguntas que surgen, son: ¿se agotaron en este país los animales revolucionarios?, ¿la medianía, la parsimonia nos venció?, ¿fue Chávez el último de los grandes? Sólo el futuro puede responder con propiedad.
Siempre hay esperanzas. Quizá, sólo quizá, lo deseamos, una madrugada sucederá la epifanía, el aparecimiento de los hombres que darán un paso al frente por esta Patria. Entonces, como el 19 de Abril de 1810, como el 23 de Enero, como el 4 de febrero, como Iracara, renacerá el mejor espíritu, recuperaremos la autoestima, demostraremos al mundo que no somos una Patria fallida.
¡CHÁVEZ PATRIA!...