¿Por qué y para qué lucha el movimiento popular en Venezuela? ¿A qué debemos ser leales?

Viernes, 29/10/2021 04:55 PM

Comenzaré, ante esta página en blanco que me desafía le llene, apelando a lo que se me ha vuelto como un lugar común, aquella pregunta que el coronel Aureliano Buendía, le hizo a su compadre, amigo y compañero de luchas también coronel Gerineldo Márquez:

¿Compadre por qué luchamos?

El coronel Buendía, en su retirada en el pueblo donde elaboraba sus pescaditos de metal, meditaba diariamente sobre el mismo asunto; un día cualquiera, de repente, interrogó de aquella manera a su compadre. Había llegado a la conclusión que perdió su tiempo y esfuerzo en aquellos avatares de la guerra. Pero él tuvo la osadía y hasta la honestidad consigo mismo de reflexionar hondo sobre aquello y percatarse que había sido utilizado en una confrontación que a nada condujo. Por eso, ante la respuesta del compadre según la cual lo habían hecho por, "Pues, por el Partido liberal compadre", respondió dando muestras de seguir pensativo e insatisfecho, "dichoso usted que lo sabe".

Según lo que sabemos, Cien años de Soledad, fue escrita entre 1965 y 1966. Son años recientes a las luchas guerrilleras venezolanas de mayor intensidad, de los períodos presidenciales de Betancourt y Leoni y al mismo tiempo la etapa de la decadencia de aquella forma de lucha en el continente y del desgaste revolucionario. Poco tiempo después, Ernesto Guevara, morirá en las montañas de Bolivia donde se había quedado por lo menos distanciado de las enormes masas populares que justificaban sus preocupaciones y hasta sueños de justicia.

El "Gabo" no sólo supo de los esfuerzos inútiles de aquellos guerrilleros liberales como el coronel Buendía, quien al final de su vida no supo por quién luchó, sino también de los combatientes de la FARC y ELN de su país.

Antes de irse a México, García Márquez estuvo en Venezuela y por su amistad con Miguel Otero Silva, pudo trabajar en "El Nacional" escribiendo reportajes en los cuales narró historias encantadoras, como aquellas "Cuándo era feliz e indocumentado" y "Aquí viendo la escasez de agua".

Por cierto, esta última, una crónica de las tantas veces que en aquellos tiempos Caracas se quedaba sin agua, lo que nos dice que esto de ahora tiene sus antecedentes. Pero al mismo tiempo, por sus vínculos con la izquierda venezolana, bien pudo escuchar muchas historias de guerrilleros bajados de nuestras sierras, llenos de frustración y quizás diciendo lo mismo que puso en boca del coronel Buendía. Fue un intento de reflexión sobre aquello que no tuvo mayor trascendencia, pese la importancia de quienes entonces hablaron, porque todavía hacía falta que bajase agua de las montañas y corriese bajo los puentes. Quizás el orgullo, sin que se admita, forma parte del arsenal revolucionario.

No es dudoso pensar que, todo eso pudo transcurrir en la pregunta del coronel a su compañero de luchas. Pudo hacerlo de aquella manera por lo reciente de la experiencia venezolana y ante el hecho que entonces, como ahora, la mayoría de quienes en aquellas luchas estuvieron hasta finales de la década del setenta y principios de la del ochenta, no habían abordado el asunto de manera crítica y hasta parecieran querer dejar aquello en el olvido. Será en el año 1970, cinco años después de escrita la premiada novela, cuando en Venezuela nace el MAS de las entrañas del Partido Comunista de Venezuela y donde el colombiano tuvo abundantes amigos.

El coronel Márquez, ante el inesperado interrogatorio de Buendía, reaccionó de lo más natural, como si ante todo aquello él no albergase duda alguna. Buendía estaba meditando como en sentido contrario.

Pensando en quienes el gobierno ejercen, una buena cantidad de hombres y mujeres, uno se siente inclinado invitarles se interroguen como lo hizo Buendía. ¿Por qué luchamos? ¿Hay coherencia entre el discurso, las prácticas, los hechos o mejor los resultados? Si respondiesen que sí, pues uno tendría que quitarse el sombrero y, como Buendía, decirles:

"Dichosos ustedes que saben por qué luchan, qué hacen y ven los resultados."

Y diríamos eso pese que la gente, la multitud, en fin de cuenta, la parte más importante del asunto, como que si eso no sintiese y para mejor decirlo, no lo disfrutase. Y hasta en ella, unos cuantos se estarían preguntando ¿para qué luchamos?

De 1998 a esta parte van 23 años. Si revisamos los discursos de entonces, tomamos las metas trazadas y todo eso lo reducimos a lo de "construir una Venezuela Potencia" y la conquista de la "Soberanía Alimentaria", y con aquello observar lo que ahora somos, lo menos que uno podría decir, parece ser que en nada hemos avanzado. Habrá quienes hasta digan "bastante retrocedimos". No hablaremos de socialismo, porque esa meta fue concebida por Chávez años más tarde y pese quienes en el gobierno están dicen, por lo menos los más timoratos y no siempre, sino cuando el optimismo les desborda, "estamos en etapa o estadio de transición", en el fondo no es más que como un saludo a la bandera y por hacerle creer a las multitudes que siguen el ejemplo de Chávez. Porque la consigna ser leal a Chávez, al Chávez de aquellos tiempos, es su estandarte.

Pasan por alto que, si Chávez estuviese vivo, ante las dificultades que confronta el pueblo, podría estar pensando en otras cosas, como salvar las viejas conquistas, consolidar lo conquistado y evitar a todo trance que las pérdidas pudieran ser peores. Pero no, para ellos, pese digan lo contrario, Chávez está muerto y congelado. Imaginarse que Chávez necesariamente estaría haciendo lo que ellos hacen, carece de sentido y fundamento ante la gravedad de lo que se vive.

¿La defensa de la soberanía, ejecución de un programa económico ligado a la independencia, consolidación de los valores democráticos de distinta naturaleza, derechos sociales estampados en la constitución vigente, sólo son inherentes a quienes forman el gobierno y a éste apoyan?

¿El resto del país está en contra de eso? ¿La defensa de los intereses nacionales, como las riquezas naturales, solamente es compatible con quienes militan en el Psuv y particularmente integran el gobierno?

¿No es posible lograr en Venezuela un bloque más homogéneo y hasta amplio, flexibilizando el discurso, precisando las metas y dando cabida, de las distintas formas que eso sea posible, a mayor cantidad de gente de distintos orígenes, representaciones clasistas y políticas?

¿No sería sensato y hasta oportuno que, en el gobierno, haya alguien importante que, con humildad, se pregunte, como Buendía, por qué, con quién y para qué luchamos?

Supongo que alguien respondería que esas preguntas, envueltas en una sola, están respondidas desde 1998 o cuando Chávez se alzó aquel 4 de febrero.

No obstante, no creo Chávez daría esa respuesta si consideramos el hombre que fue y en su capacidad de apreciar los momentos y captar las coyunturas. Hoy no es el momento de ayer. Las circunstancias no son las mismas.

Y siendo así, no puede abordarse el hoy como el ayer. El marco nacional e internacional, sobre todo el de sur América, no es exactamente el mismo, como no es la misma la situación económica nuestra de ahora a la de entonces. Pensar que Chávez haría lo que ahora hacen quienes gobiernan, en medio de tantas dificultades, metidos como en enorme charca que hasta estamos "encunetados" y pareciera fuésemos hacia un precipicio, sería mal juzgarle. La lealtad no justifica esa actitud y menos la explica, pues ella nada tiene que ver con la vida. No creo que Chávez, a ese proceder le daría valor de lealtad. Encarar la vida ignorando los cambios es un garrafal error que no se cubre diciendo que se actúa así por lealtad.

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