El escudo, obstinado y asqueado de Guaidó, le tumbó la tarima. Bolívar y los pajarracos

Martes, 23/11/2021 04:25 PM

El tipo hablaba con el estereotipado lenguaje de su formación precaria, esmirriada maletica de palabras desgastadas; hacía su habitual discurso, elaborado con palabras de esas que salen solas porque están, como solemos decir, "en la punta de la lengua", sobre lo acontecido el domingo. Y también como quien lee un sucio papel multigrafiado.

Lo hacía ante un pequeño grupo de periodistas que le siguen porque están dentro del plan en el que el mismo anda, con la finalidad de servirle de resonancia a alguien quien, de por sí, su discurso nada dice y menos suena para que le oigan quienes están a partir de la segunda fila. Muchos de aquellos, como él mismo, siguiendo "¡la escondida senda por donde han ido", los tantos idiotas y ambiciosos que en mundo han sido!, para decirlo parodiando a Fray Luis de León.

Su discurso que, como ya dije, esta aderezado con palabras que uno haya hasta tiradas en los botes de basura por lo abundante del uso que de ellas se hace, pero son las únicas que forman su arsenal comunicativo, repetía lo mismo que antes, desde tiempo atrás, le vienen ordenando desde EEUU, por intermedio de mensajeros escogidos entre quienes se venden para hacer esos trabajos oscuros, sucios y detestables como Eliot Abram, él y otros de la misma estirpe o catadura, y que fue reiterado por el Departamento de Estado horas antes que las urnas se abriesen para darle inicio al proceso electoral del domingo.

Y preguntó, en la misma tarde del sábado, ¿qué hacer? ¿Cómo reaccionar ante esta avalancha qué sobre mí se viene? ¿Qué decir cuándo la mayoría de quienes antes con mi presidencia estuvieron participan en la contienda electoral y hasta yo mismo a escondidas? ¿Debo reconocer la validez de lo que está sucediendo? Miro hacia allá, paro el oído, nada claro escucho y veo. ¿Qué hago?

Recibió en noche misma una inesperada visita, un ave negra se posó a su espalda, se volteó y la miró al borde de la ventana, preguntó, de la misma manera que Edgar Allan Poe, aunque él no sabe nada de quien eso dijo en un poema:

"¡Oh! Cuervo, ¡oh! Venerable ave anacrónica.

¿cuál es tu nombre en la región plutónica?

Y el enviado en sustitución de Elliot Abrams, pero cuervo también, en la forma y en el fondo, en el parecer y el ser, como el cuervo dijo:

"¡JAMÀS!

. Porque el pobre, si alguna idea tiene acerca de la política, aparte de esa habitual en el mundo donde se ha desenvuelto, que esta es para llegar al poder como pirata que aborda un barco mercante en alta mar, servir de amanuense de quienes tienen sus ideas y fines, sin importar estos sean viles y hasta asquerosos. Lo importante es que le permitan, sin riesgo alguno, satisfacer sus ambiciones, llegar al mismo nivel de la gente en la cual se mezcló, siendo un aparecido de la nada, sin apellido de lustre ni el respaldo de esos que llenaron sus cuentas en los también procederes de la piratería y teniendo que ser él quien haga inmediatamente de pirata, sin experiencia previa, ni nada de eso en la sangre y sin prosapia y menos fundamentos intelectuales para brillar con luz propia.

Por lo que aprendió en su tosca escuela, de parte de unos maestros mercenarios, no sabe otra cosa qué hacer para lograr sus fines que servir, sin importar los medios y lo que haya que hacer. Por esto, lo de la política, es para él, desde exhibir las nalgas, tirar piedras, poner o avalar pongan guayas para degollar caminantes, quemar seres humanos vivos y, si estos se parecen a él en lo físico más rápido y hasta con más gusto y esperar que todo eso se le sea devuelto en dinero y placeres.

Se mezcló en un mundo de piratas, ambiciosos, deseosos de poder y más dinero y con ellos se llenó de los mismos sentimientos que posiblemente no habían anidado en el humilde ambiente donde recibió sus primeras y precarias enseñanzas; les sirvió a aquellos en las primeras escaramuzas, como un simple soldado, aprendiz, sin tener idea hacia donde llevaba aquello, por haberse encontrado allí por azar, como quien entra a un espacio o escenario sin saber, por haber errado el camino, como si le hubiesen empujado, un escenario donde todo se desarrolló con violencia y rapidez, tanto que sin haber transcurrido el tiempo necesario, el habitual para todo aprendizaje, pese lo malo se pega por la piel, y por las pocas luces y convicciones morales que traía, de repente, por el derrumbe habido en aquel edificio construido con malas artes, mentiras, falsedades y hasta oscuros instintos, se halló al frente y en apariencia al mando de la nave. Aunque para decirlo con propiedad, allí le puso el azar, el proceder propio de los aventureros y el acontecer de los hechos cuando los huracanes desordenan todo, rompen las velas, estremecen el buque, las olas asaltan los puentes y se llevan lo que halle, las armas, utensilios y hasta a la marinería y solo deja a aquellos infelices que tuvieren la oportunidad y suerte de hallar un hueco generoso donde esconderse y abrigarse.

Aunque para decirlo con propiedad, apego a la verdad, era aquella una cueva de piratas, de asaltantes, invadida por la policía que se llevó detenidos a todos aquellos que tenía en lista como los más buscados, por su ya larga cadena de fechorías, salvo aquellos que tuvieron la oportunidad de salir en bandadas y a la carrera, por los huecos que tenían antes precisados, sabiendo bien que lo que hacían conllevaría aquello y porque por su origen, contaron con la ayuda necesaria y antes prevista para salir, esconderse y hasta ponerse muy lejos en breve tiempo.. Los no precavidos y hasta si quiere "inocentes", simples instrumentos, zombis que se movían por las órdenes de aquellos, se quedaron al descubierto y hasta en el centro de la cueva misma, pero los policías no les vieron, porque no tenían nada que mirarles, nunca les habían escuchado, nada eran y menos reflejaban; tampoco aparecían en las listas porque no tenían existencia alguna.

Atendiendo a la orden del cuervo ¡JAMAS!, se montó en una tarima que por orden de éste de antemano le armaron, llevó allí su discurso, ese elaborado bajo la orden impartida por la extraña ave, escrita en un papel sucio y multigrafiado, lleno de esas palabras tomadas de su estrecha y arrugada maletica, y empezó a hablar:

"Más de 60 % no votó. Lo hizo acatando la orden que le dimos. Porque en este este país, no hay libertad, estamos sufriendo los rigores de una dictadura que ni hablar lo deja a uno".

La tarima que le instaron por orden del cuervo, estaba en un espacio abierto, donde todos los transeúntes tenían acceso y las palabras, por si solas y más empujadas por el viento se iban y entraban en todos los rincones. Y la radio, televisión y los teléfonos inteligentes aquello transmitían, pese el moho, la vejez, escasa fluidez de las palabras y la confusión del hablante y el discurso. Y uno en su casa, asediado por el Covid, impedido casi de salir a la calle, le escuchó y algo pudo entender, pese lo arcaico, la pobreza del lenguaje, lo nebuloso y lejano o ajeno de todo aquello al mundo circundante.

Hablaba de la alta abstención, de los tantos que dejaron de votar, unos cuantos, por no estar presentes, una de las pocas cosas que entran el mundo real y la racionalidad. Pero agregó que todos esos, los que se quedaron en sus casas o donde mejor les pareció y hasta quienes fuera están, dejaron de votar porque creen en él y sus mentores. Están en la idea que existe, en el mundo de los vivos, su presidencia interina, una cosa platónica, algo así como sacado de "El Mito de las cavernas". Su visión de lo "real", algo que ni siquiera es suyo sino le inventaron, también es la misma de todos esos que dejaron de votar.

Pasó por alto, una manera de subestimar a quienes allí le escuchaban, una ofensa más de las tantas que profería a fuerza de mentiras, que alguien medianamente inteligente y deslastrado de oscuros intereses y odio, le hubiese preguntado:

"Presidente interino, ¿Si ese es el cuadro, por qué usted no participó abiertamente, apoyando a quienes sí lo hicieron, contraviniendo su orden que no es sino la del cuervo?"

¿Si es real la cifra de abstención, dada por el CNE, pues no la ocultó y usted la admite, no había la necesaria libertad para participar y hasta ganarle unas cuantas gobernaciones y alcaldías más a la dictadura, como usted le llama?

A lo mejor, o es seguro, hubiese respondido ¡JAMAS!

Escuchando a quien el cuervo hace llamar presidente interino, Simón Bolívar, dentro de un escudo detrás de la tarima, ante tantos embustes, boberías, sandeces, pobreza política e intelectual, obstinado y asqueado, decidió protestar, desprenderse de donde le habían colgado como testigo y se vino a golpear el suelo, derrumbó parte de la tarima, para que todos le viesen y escuchasen, porque está vivo.

El orador asustado miró hacia atrás y siguió con su perorata, porque contra el cuervo ¡JAMAS!

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