La democracia que se usa para los discursos demagógicos, es una entelequia insubstancial con la cual se asusta a los tontos cuando no se la toma en cuenta, cuando uno no vota en la “fiesta electoral”. Bajo el dominio del espíritu burgués no es ni siquiera un valor que sirva para algo, es una fachada amable de una dictadura brutal, la dictadura del sistema capitalista (Lo más parecido a la democracia burguesa son los campeonatos finales de beisbol profesional, o el “Miss Venezuela”).
En este país, la democracia como “poder del pueblo” no existe. En países como Venezuela, el poder, como todo el mundo sabe, está arriba, y desde allá hace leyes y las impone, desde allí se decide quién será magistrado del TSJ, quien será el FGR, e impone los candidatos a diputados, alcaldes y gobernadores que competirán en la fiesta electoral. A menos que se encuentre “arriba”, no hay manera de que el ciudadano común pueda competir con el poder instituido por el poder económico, el dinero, que gobierna ahora la voluntad de los políticos chapuceros, y estos la voluntad de sus “electores”. En la democracia burguesa, o sea la nuestra, solo hay clientes, un mercado de pequeñas parcelas de poder las cuales se ponen a la venta, estimulada por los distintos mercados: el mercado oficialista y el mercado de la oposición (o que se opone a la otra), los cuales obedecen al interés privado o intereses particulares (mezquinos).
Chávez imaginó que se podía alentar el “poder popular” mediante la Constitución y algunas leyes, enunciando la existencia de una democracia “participativa y protagónica” frente a la estéril representatividad, muy útil para vender mentiras, tal y como lo hacen las marcas de champú, de desinfectantes, o los bancos cuando comienzan a armar una gran estafa (que no tienen un “pelo de tontos”). La idea de Chávez no fue decretar la existencia del “poder popular” y la participación y el protagonismo popular, fue darle un soporte constitucional a lo que supuso se haría mediante el esfuerzo de cambios revolucionarios en el país, los cuales han debido ser acompañados por su equipo de gobierno… y no lo hicieron. Decía Chávez a cada rato “¿y dónde está el socialismo?
La memoria madurista es realmente un prodigio de selección, Diosdado Cabello es un maestro en esto, en escoger las caraotas sin piedras: selecciona los pedacitos donde Chávez sirve para arengar a los pendejos, para que salgan a votar o firmar vainas a su favor, y oculta las “piedritas” donde Chávez usualmente es el primer enemigo del gobierno de Maduro, donde pregunta por el socialismo, donde expone el plan de la patria que ellos mismos falsificaron, las piedras con las cuales critica con mucha claridad dónde está el reformismo y dónde los reformistas. En el caso de las prácticas democráticas, el madurismo secuestró el partido convirtiéndolo en un reservorio de clientes que hacen cola para cuando les llegue su turno, vendiendo espacios de poder, comprando aliados y lealtades, pisando sin pudor la verdadera voluntad popular. Y el resto del mal llamado “poder popular” es una subespecie derivada del partido, pequeñas formas de organización sin alma, si espíritu, sin formación política, a menos que sea repetir consignas y panfletos maduristas. En el “poder popular” madurista, la palabra de maduro es ley, ¡qué pena!
Para el madurismo el debate político, la crítica, la confrontación de ideas, es decir, estas prácticas democráticas que son la base de una revolución saludable y viva, resultan más peligrosas que perder unas elecciones con su contraparte electoral (electoral, no ideológica). El sentido de participación y protagonismo quedó abreviado en la voluntad y caprichos de Maduro y sus cómplices, en dictámenes lanzados al viento, junto a un pequeño fajo de billetes, para hacer que se cumplan lo mejor posible. El trabajo voluntario quedó para adornar el viejo museo de la revolución cubana y chavista, lo de ahora es: ¡emprendimientos!, el estímulo de la acción individual y egoísta. Un “poder popular” de “emprendedores” (y nadie en este gobierno de farsantes nota la contradicción, o si la saben guiñan un ojo)
La democracia verdadera debería proporcionar un sentimiento de pertenencia, en igualdad de condiciones, a un compuesto social, la certeza de estar incluido en el sistema social, amparado socialmente por el sistema, respetado por el sistema, servido por el sistema a cambio de tu trabajo diario. Cuando ese sistema te excluye y te aplasta NO HAY DEMOCRACIA, y mucho menos hay “paz”. VOTAR CADA TRES O CUATRO, O SEIS AÑOS NO ES DEMOCRACIA, ES UN CEREMONIAL SIN SENTIDO… Sin una verdadera democracia nunca habrá “paz”.
“La paz” no puede estar por encima de la calidad de vida, del “buen vivir” del ciudadano, como lo hablaba Chávez. Sin justicia social no hay paz, ni habrá paz. Todos aquellos que anteponen “la paz” por encima de la vida de la gente, del respeto humano, la paz por encima de la igualdad, usan “la paz” como una excusa ideológica, sobre la base de un prejuicio. Igual en la época de nuestra cruenta esclavitud colonial la “paz política y social” fue un período muy largo, fueron doscientos años de paz establecidos sobre la miseria de muchos seres humanos… Con la misma lógica hoy santifican “la democracia electorera”, por la defensa de la cual los hipócritas justifican cualquier estado de barbarie…, o santifican el respeto a “la propiedad privada” para justificar la existencia de los grandes propietarios y del sistema capitalista; se atemoriza a la gente con pecar “en contra la paz”, de “la democracia” y de “la propiedad privada”.
Cuando un presidente habla de paz y de democracia sin antes establecer políticas de justicia social y espacios de participación política para todos los ciudadanos, está justificando el orden instituido de hecho por el dinero, el lucro, por quienes controlan verdaderamente el sistema, la economía y la política servil, los capitalistas. De paz y de orden hablan las dictaduras más violentas, la paz que se impone con el chantaje, con el miedo, por la fuerza y el terror... La paz sin justicia social es una bomba de tiempo.
Las posibilidades de un estallido social en Venezuela son muy altas, y considerando nuestra historia y la acumulación de engaños e infamias, sería una explosión social muy violenta. El cuento de que los venezolanos somos un pueblo pacífico es solo eso, un cuento. Más que un pueblo pacífico hoy somos un pueblo abandonado, mal educado, sin conexión social, sin conciencia social y política, un pueblo manipulado por engaños y promesas, hondamente fraccionado… Un pueblo que puede ser arrastrado a una guerra inútil en favor de algunas de las potencias enfrentadas en una guerra comercial y política planetaria que se vive hoy en el mundo capitalista.
Sin embargo, lo que nos une ahora como pueblo son las injusticias, las necesidades y la impotencia para superarlas, un hervidero de males que en algún momento desbordará el miedo y cualquier rastro de conciencia. RETOMEMOS LA ESTRATEGIA SOCIALISTA Y SALVEMOS LA ESPERANZA.