A los científicos sin propósitos

Lunes, 31/01/2022 01:56 PM

La perspectiva histórica la simplificamos de esta manera: todo conocimiento proviene de los mortales, es producto humano. Todo concepto tiene una fecha de nacimiento, hasta el sujeto mismo del conocimiento, la conciencia tienen su fecha de nacimiento. En el campo del conocimiento y la verdad no hay nada anterior a la existencia humana (se lo debemos a Nietzsche).

La visión del conocimiento artístico es elevada, hiperbórea, dice Nietzsche. No nace bajo el signo de su época, su espíritu se adelanta a ella. Desde las alturas puede mostrar el carácter humano que domina al momento, y así en cada punto de nuestra historia. "El arte dramático (el arte) –habla un gran artista en boca de Hamlet –… tiene como objetivo ofrecer, por decirlo así, un espejo a la humanidad, mostrar a la virtud sus propios rasgos; al vicio su misma imagen, y a cada siglo y a cada generación, su fisonomía y su sello característicos.". Dice Nietzsche, que "de la ciencia da cuenta la filosofía, de la filosofía el arte y del arte la vida", la vida del ser humano, filtrados sus valores y su Valor, en su tránsito por el tiempo.

No somos Lenin o Trotsky, Tampoco Fidel, o Che, o Chávez, pero armar los rompecabezas de las ciencias resulta fácil, sobre todo para quien sabe qué buscar con ellos, aquel que tiene en mente un propósito supremo, un ideal. Ese propósito es el que le da sentido a las ciencias, para bien o para mal. El logro no está en el desarrollo de una ciencia particular, la filosofía, como dice Nietzsche da cuenta de la ciencia. Una idea poderosa es la que nos hace pensar, nos obliga a armar rompecabezas (hacer ciencia, desarrollar ciencias y tecnologías) para resolver problemas más complejos. Por eso, después de tanto tiempo pensando en la petulancia científica y tecnológica; frente a un gran ideal, la petulancia de la economía, por ejemplo, resulta un juego de niños, de cara a la conquista del equilibrio humano, vistas a la vida y la muerte.

Resolver misterios sin saber para qué. El mito científico de la verdad que subyace en el método, de explicar la naturaleza, incluyendo al sujeto de ese conocimiento, para justificar el estatus quo, al capitalismo –como lo hace la economía y otras ciencias, y filósofos liberales – visto como una fatalidad, como una consecuencia lógica, se viene abajo por no poder con sus desequilibrios, por su desarrollo canceroso, irracional. Buscan la cura del cáncer dentro de un cáncer mayor: el capitalismo. Ese es el pensamiento moderno que desprecia la perspectiva histórica, que dice que la perspectiva humana de la verdad es una seudociencia, los "tanques pensantes" ideólogos del capitalismo.

El capitalismo ha hecho de las ciencias sus herramientas y de la "ciencia positiva" una excusa para erigirse como verdad inevitable, fatal. Pero las ciencias positivas y sus métodos son sólo instrumentos para armar el rompecabezas de una verdad. Hasta ahora han servido a un despropósito humano ya armado, que es el capitalismo, una verdad que el mismo capitalismo no conoce porque no se "reconoce", no puede verse a sí mismo, sin historia, sin memoria, sino como algo acabado. Los pensadores del capitalismo (de izquierda y de derecha) sí creen en el fin de la historia, y más allá, en de la humanidad en la tierra, como el chiflado de Elon Musk, y los arquitectos del Metaverso.

El capitalismo no tiene la fuerza suficiente para soportar la verdad de su existencia, por eso vive de la mentira y el engaño. Nadie decente, en una sociedad tan hipócrita como esta, va prometer a los habitantes de la tierra, como ideal, un futuro mundo de privilegios y privilegiados, que solo sostenga a unos pocos en sus excesos sobre el sacrificio y la explotación de muchos…, y ganar unas elecciones, ¡Tiene que mentir! Por eso el capitalismo se vende como la promesa de "la libertad", La Libertad como el valor supremo, junto a la Propiedad, propiedad privada. El dejar hacer a los poderosos que son los que realmente pueden ser libres dentro de sus reglas; el "fantasma de la libertad" para embobar a los desposeídos, por encima del valor de la vida, en todas sus manifestaciones.

Se trata de la gran paradoja de las ciencias, de la misma filosofía. Tal paradoja ya está resuelta en el trabajo de creación, de construcción de una nueva sociedad y de un nuevo hombre; en la política de los grandes políticos, de los "grandes capitanes", y por la poesía y el arte, en el gran Arte: vivir cerca o dentro de la verdad (nada que no se haya pensado antes, Wilde, Epstein, Reich, por nombrar)

Sin historia no hay creación ni arte, no hay evolución. Solo el hombre es capaz de crear ideas, grandes ideas para sostenerse en pié de lucha frente a la muerte inevitable, de crear la fantasía de vivir para siempre en la perseverancia de su verdad, la que muestra el gran arte, espejo de lo que somos (conciencia) y transmitir el drama humano con belleza y alegría de vivir, a nuestra descendencia. Y solo el hombre, nuestra especie, sería capaz (como lo hace el artista) de forjar su sueño de hacerse inmortal, dominar el carácter apoyado en la memoria y la tradición de valores fundamentales, salvar esta sociedad de su muerte definitiva, transformándola en otra más digna y bella, "no para alcanzar los cielos desde la tierra, sino para que bajen los cielos hasta la especie humana", y agregar a la gran obra humana su sueño hecho realidad… La voluntad humana lo puede todo, hasta calcular su propia destrucción…, pero eso ya lo está haciendo el capitalismo.

Yo veo una visión optimista en Nietzsche acerca de la vida como afirmación, y una visión pesimista de la sociedad capitalista que obliga a Marx a pensar en una revolución socialista necesaria. Hay que conciliar las dos grandes visiones históricas. El primero, porque apuesta a la afirmación de la vida como un comienzo de salud espiritual para el individuo, el segundo, porque sabe que, sin un cambio radical, la vida de nuestra especie está amenazada por el capitalismo; o sea, en Marx su optimismo, su fe está en la capacidad humana de hacer la revolución socialista, de cambiar el destino como obra de la inteligencia y la voluntad humana. Las dos perspectivas actuando al mismo tiempo – Eso resuelve la paradoja que plantean algunos de cambiar primero al individuo y luego la sociedad o viceversa, primero la sociedad para luego cambiar al individuo –.

La visión trágica de Nietzsche, lejos de ser pesimista o nihilista, es optimista, casi que budista; reafirma la vida en el arte, en la política, pero a la vez afirma la vida hasta en los excesos, los mismos desequilibrios impulsados por el capitalismo (por la modernidad), sin embargo sabe que las contradicciones de los "instintos" destruyéndose unos a otros, la "contradicción fisiológica" de la que habla, perturba al individuo moderno, donde Nietzsche prevé una fatalidad, "Nuestro moderno concepto de libertad –dice – es una prueba más de la degeneración de los instintos."

Para Nietzsche hay que afirmar la vida cualquiera que esta sea, y para evitar la caída del individuo debe este "amputar" un instinto en favor de otro para recobrar el equilibrio y la fuerza, para eso está la consciencia, el control, el conocimiento, el Arte para conjurar los excesos, el trabajo artístico, la creación, para frenar la autodestrucción y la destrucción eventual de la humanidad: es el momento del "superhombre", del nuevo "filósofo".

Pero sí ve al mundo moderno (y al capitalismo como parte de él), al igual que Marx, como decadencia, la decadencia en los valores del "cristianismo" que infectan a la ciencia, a la filosofía y al individuo (a la sociedad). Mientras, Marx percibe, de forma específica el fin de todo en la anarquía capitalista, en la alienación del individuo en el proceso de producción capitalista, y más allá, en el embobamiento religioso e ideológico (la superestructura ideológica); en el capitalismo está prefigurado el fin de la humanidad, ¡hay que cambiar la sociedad y el sistema capitalistas!, dice Marx, ¡hay que equilibrar los instintos!, voltear la tortilla de los valores cristianos, desequilibrante…, dice Nietzsche

El "superhombre" de Nietzsche de alguna manera coincide con el "hombre nuevo" del Che Guevara, donde confluyen las dos visiones históricas.

En sus esfuerzos los dos consiguen entender el drama moderno y la tragedia humana: desde el siglo pasado, todo lo demás deriva de ellos dos, como conocimiento útil para entender la tragedia humana o a favor de sostener a la humanidad en el tiempo haciendo cambios fundamentales. O como habladera de paja, charlatanería barata, fatalismo disimulado de ciencia, discursos patológicos que, más que avances humanistas genuinos, han sido aupados por "los tanques pensantes" del capitalismo. El humanismo debe cantar a la vida, cuidar la vida, buscar sostener a la humanidad en el tiempo y al resto de la naturaleza que hace posible la suya.

Es necesario cambiar valores, voltear la tortilla, culpas, prejuicios, la "mala conciencia"; los valores puramente materialistas de la sociedad, hacia dentro y hacia fuera, en las prácticas de vida y en las prácticas sociales y políticas; borrar las diferencias de clases, la estupidez del lujo y el consumismo, los privilegios, racionalizar el mundo en función de la vida, volver al equilibrio, y no actuar para fomentar la muerte de muchos y la vida fatua de unos pocos exaltados, locos que terminarán por acabar con la humanidad en muy poco tiempo. El humanista se debe por ahora a la gran obra del socialismo para extender su memoria y su existencia en el tiempo a través de la creación, del arte y las ciencias, y de la obra política de los "grandes capitanes".

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