Cambio climático y marxismo

Martes, 22/02/2022 01:27 PM

En medio de la crisis del cambio climático, vemos como las ideas deterministas y fundamentalistas del marxismo ortodoxo se repiten una y otra vez, y crean la distorsión histórica de que el capitalismo es el origen de todos los males. Sin duda, soy también responsable de este error, ya que fui marxista por mucho tiempo. Mas ahora tengo algo para decir: el capitalismo es el escalón más alto y destructivo de la civilización humana fracasada, no es causa, es consecuencia. Me explicaré después de transcribir la siguiente idea del intelectual marxista argentino Atilio Borón: "… hay quienes adjudican la responsabilidad de su aparición (del COVID-19) a una entelequia: ‘el hombre’, como los ecologistas ingenuos que dicen que aquél -entendido en un sentido genérico, como ser humano- es quien con su actividad destruye la naturaleza y entonces la Covid-19 habría también sido causada por ‘el hombre’. Pero la verdad es que no es este sino un sistema, el capitalismo, quien destruye naturaleza y sociedades como lo demuestra el pensamiento marxista e, inclusive, aquellos que sin adherir a él son analistas rigurosos de la realidad" (*).

Borón no explica cómo esto que él dice lo demuestra el pensamiento marxista, lo que sin duda no haría falta, si aceptáramos el dogma difundido de que los análisis marxistas son científicos per se, o sea santa palabra, como la de los escolásticos durante el feudalismo por gracia divina. Pero refutemos con detalle las aseveraciones de Borón. Según el intelectual, el "hombre" es una entelequia, una invención de "ecologistas ingenuos". Hay en esa afirmación un dejo de prepotencia intelectual que no es de extrañar en un teórico marxista.

Algunos de ellos, más de los deseables, actúan como dueños incontestables de la verdad y se solazan en dictar cátedra.

Cuando se habla del "hombre" de manera genérica se hace referencia a la especie humana, sin distinguir raza, ni religión, ni tendencia política, ni posición socioeconómica, ni época en que se viva o se haya vivido. Tal como cuando se habla de la especie tigre -el tigre-, se alude a todos los tigres que son y han sido, sin importar si es africano, siberiano, de Bengala o cualquiera otra variedad: se dice "el tigre es un felino", así como se dice "el hombre es un primate", queriendo significar todos los tigres y todos los hombres ¿Es la especie humana así entendida una entelequia, o sea algo que solo existe en la imaginación? Saquemos las cuentas. El capitalismo existe hace menos de 300 años, si ubicamos la victoria de la Revolución Francesa (1789) como su punto histórico de referencia. El marxismo menos de 200 años, si lo remontamos a la publicación del Manifiesto Comunista (1848). La especie humana tal como la conocemos hoy existe hace… ¡circa 150.000 años!, es decir la Humanidad, el homo sapiens, los hombres y las mujeres, en fin, los humanos modernos: el "hombre". De todo ese tiempo, la historia (el testimonio documentalmente verificable de la acción humana temporal) data de hace más de 5.000 años ¡cerca de cinco milenios de diferencia en relación con el origen del capitalismo y del marxismo!

Lejos de mí la intención de decir que el capitalismo y el marxismo son entelequias, por supuesto, no lo son. Pero mucho menos lo sería nuestra especie, nosotros los hombres y las mujeres, el hombre como ente genérico, que ha vivido en este planeta, que ha acumulado una larga experiencia mayormente negativa, que ha erigido sociedades injustas por doquier, que desde tiempos inmemoriales ha esclavizado, maltratado, asesinado al prójimo y

construido el engendro que es nuestra sociedad planetaria. Pero al parecer ciertos teóricos marxistas creen que la sociedad se inauguró en 1848, con la publicación del Manifiesto Comunista o quizá en 1867 con la primera edición de El Capital.

Cavemos aún más hondo en el planteamiento de Borón y preguntémosle: ¿Brotó el capitalismo desde el fondo del mar, como los especímenes terrestres? ¿Lo trajo una nave alienígena? ¿Apareció de pronto como un espanto? Son preguntas retóricas, por supuesto. Insisto: el capitalismo es la continuación de una larga construcción del hombre, que tiene su origen remoto en la división de la sociedad en clases, con punto de inflexión en el surgimiento de la esclavitud.

Según documentación antigua, la esclavitud existió en todas las latitudes en sociedades que no tuvieron contacto entre sí. El Código de Hammurabi, de la región de la Mesopotamia, fechado en el segundo milenio antes de Cristo, ya testimonia la esclavitud como una institución arraigada. También hay referencias similares que establecen que la esclavitud surgió igualmente en el antiguo Egipto, entre los pueblos originarios de Israel, Grecia, Roma, Persia, China y la India, o en civilizaciones como la inca o la azteca. Y también entre los nómadas de Arabia, los cazadores y recolectores de África, Nueva Guinea y Nueva Zelanda, y entre europeos del Norte, como los vikingos. Entre algunos grupos africanos, las mujeres y los niños eran entregados como rehenes de deudas u otras obligaciones hasta su pago; y, si el pago no se realizaba, los rehenes pasaban a ser considerados esclavos. Muchas de las sociedades antiguas tenían mayor número de personas esclavas que libres, gracias a la costumbre de reducir a la esclavitud a la población que tenían bajo su control.

La explotación del hombre por el hombre es una acción humana que ha surgido de manera natural, en algún estadio de su desarrollo social, al nivel universal, condicionada por el avance tecnológico desde las sociedades primitivas que ha incidido en mayor capacidad productiva, como muchos han explicado exhaustivamente, y vinculado a menudo a la función bélica. Los esclavos eran generalmente parte del botín de guerra, seres humanos capturados en conflictos armados y puestos a trabajar para los vencedores. El capitalismo no es, pues, una reciente casualidad, sino una obra de la especie humana, en la tenebrosa edificación de la civilización fracasada desde tiempos remotos, y de la cual el capitalismo es una fase superior, como he dicho ya, con su atroz capacidad destructiva (autodestructiva) y depredadora.

Otras muestras de vicios presentes en el capitalismo acompañaron ya antes al humano en su decurso. El mito bíblico del becerro de oro, un incidente vinculado a la leyenda de Moisés, aunque es interpretado de diversas maneras por exégetas de la Biblia, se equipara en los tiempos modernos a la atávica adoración humana de la riqueza material. Según el relato bíblico, cuando los hebreos salieron de la esclavitud en Egipto guiados por Moisés llevaban plata y oro que habían recibido de los egipcios, lo cual debe entenderse como un auxilio recibido para su sustento, como mercancía de intercambio ¿Con qué otro fin se iba a cargar con el peso de esos metales a una gente que debía huir por inhóspitos caminos? Se sabe que los humanos, desde la prehistoria, usaron el oro como material para la manufactura de distintos objetos. Desde la más remota antigüedad se le considera un metal precioso y sobre todo valioso. De manera que comparto la teoría de que la adoración del becerro de oro es una referencia metafórica a la codicia humana y a la vinculación de la riqueza material con la lujuria y las perversiones de todo tipo. En el desarrollo de la civilización fracasada, la

idea de que la felicidad se vincula al tener y no al ser, así como el culto a la propiedad y a la riqueza, no son exclusivos del capitalismo.

La existencia de ricos y pobres, y las diferencias de clase que genera (lo que Marx definió, en el caso del capitalismo y de manera general, como burguesía y proletariado) es consustancial a la civilización fracasada desde que surgió y a lo largo de toda la historia humana registrada. Ya en la antigua Grecia, por ejemplo, este tema era motivo de debates. Para Platón la riqueza debía ser distribuida de manera igualitaria (¿socialismo utópico?), mientras que para su discípulo Aristóteles debía serlo proporcionalmente al esfuerzo de cada uno.

En mi opinión, las odiosas diferencias clasistas entre los humanos son causadas por impulsos naturales de la especie: esas manifestaciones de la estulticia humana son instintivas. Los humanos tienden a esclavizar a otros humanos, a explotar el trabajo de sus congéneres, a acumular posesiones, a involucrarse en la guerra ¿Somos belicistas y homicidas genéticos? No es fácil demostrarlo, tampoco descabellado preguntárselo.

Presento esta otra inquietud: los seres humanos han construido imperios por doquier, algunos más crueles que otros, en sociedades separadas por océanos alguna vez infranqueables, sin contacto entre ellas en el tiempo o el espacio. Los humanos luchan por el poder, quieren el control, imponerse navegando en sangre si lo consideran necesario, esto existe desde épocas precristianas, construir imperios para la especie humana es como construir diques para los castores o colmenas para las abejas.

Los imperios se han caracterizado por la ocupación de territorios que han sido originalmente espacio vital de comunidades distintas a la de los conquistadores. Han ejercido la explotación de los recursos materiales y humanos de tales territorios, a menudo apelando a tratos crueles y/o discriminatorios, y casi siempre imponiendo elementos culturales diferentes a los de esas comunidades, como idioma, religión, alimentación, costumbres, etc. Han sido en todo el mundo un desarrollo inevitable desde la división de clases y de intereses, en y entre las sociedades humanas.

En Europa han abundado los imperios desde la antigüedad. Acaso los más conocidos son los imperios romano, español y británico. Pero hay otros en la historia: el bizantino, el carolingio, el otomano, el Sacro Imperio Romano Germánico, el Imperio de Carlos V, el napoleónico, el austriaco, el soviético.

Entre los muchos imperios que surgieron en África, algunos en su parte meridional, el más importante fue sin duda el Imperio Egipcio. Han surgido otros: el Imperio cartaginés (575

  1. C.-146 a. C.), el Imperio Kanem-Bornu (700-1376; 1396-1893), el Imperio de Ghana (750-1076), el Imperio almohade (1121-1269), el Imperio etíope (1137-1974), el Imperio de Malí (1235-1645), el Imperio songhai (1340-1591), el Imperio wólof o jólof (1360 -1889), el Imperio oyo (1400-1895), el Imperio luba (1585-1885), el Imperio lunda (1660-1887), el Imperio asante (1701-1894), el Imperio de Bamana o Ségou (1712-1896), el Imperio Wassoulou o Mandinka (1878-1898), el Imperio Centroafricano (1976-

1979)… ¡y otros, aunque usted no lo crea!

En Asia tienen celebridad el Imperio Chino y el Imperio del Japón, más no hay que olvidar otros que acuden a la historia, -algunos datados tan antiguamente como en la Edad de Bronce-, verbigracia el imperio hitita, el imperio asirio y el imperio acadio, entre otros.

Y en la América precolombina hay que recordar los imperios Inca y Azteca.

Carlos Marx fue sin duda un brillante investigador de la Historia y la economía política, con el aporte de su gran amigo y compañero Federico Engels, un estudioso excepcional del pensamiento filosófico y antropológico, sin dejar de abordar con propiedad temas políticos y económicos. Ambos son representantes conspicuos del positivismo burgués, cientificistas del siglo XIX, que no podían ser ajenos a los condicionamientos de su época y de su clase social, inclusive de sus raíces religiosas judeocristianas.

Existe la opinión bastante extendida de que la obra de Marx supuso el paso de la utopía a la ciencia social. Marx pretendió sustituir el subjetivismo de los socialistas anteriores por una visión "objetiva", "científica" del socialismo, y para ello llevó a cabo una ingente labor intelectual, a partir de la economía política inglesa y de la filosofía alemana, además de otras fuentes, pero también a partir del socialismo que él llamaba utópico. El fetichismo de la ciencia, propio del pensamiento positivista decimonónico, lo condujo a presentar conclusiones prospectivas especulativas como verdades naturales del proceso social.

Esta idea del "socialismo científico" dentro del universo conceptual de la utopía marxista, va a chocar una y otra vez con el hecho incontrovertible y harto demostrado por la historia

de que la realidad social es básicamente indescifrable; ciertamente no en el diagnóstico, pero sí en la perspectiva.

Debo agregar que el marxismo no es realmente un fenómeno de masas. En el caso del cristianismo, sus millones de fieles, aun en sus distintas ortodoxias, asumen un cuerpo ideológico general que viene pautado por la Biblia. No todos los cristianos suelen leer la Biblia regularmente, pero unos cuantos la leen eventualmente y la mayoría tienen alguna idea o referencia de su contenido. El marxismo, en cambio, se ha yuxtapuesto a momentos de rebeldía popular y ha cabalgado sobre las luchas clasistas sin lograr masificar la doctrina, de manera que la utopía marxista ha terminado siendo, en general, un dogma sostenido por élites intelectuales, académicas y privilegiadas, tal como ocurrió con la utopía burguesa. Como fenómeno de masas, tuvo algún auge en el siglo XX, pero hoy está de retirada en ese nivel. Tal como ocurrió con la intelectualidad burguesa, a menudo el marxismo deviene en una élite intolerante, con pretensiones de poseer la verdad absoluta, por más que tal "verdad" no ha podido ser demostrada en los hechos, a despecho del supuesto carácter científico de la misma. Basta con observar el recorrido de los socialismos que se desarrollan desde el siglo XIX: el "socialismo utópico" y el "socialismo científico", caracterizados por Marx y Engels, y finalmente el "socialismo real" del siglo XX.

Es probable que aparezca algún marxista refutando este artículo. De entrada advierto que no voy a debatir. Pienso que a menudo esto de los "debates" es una práctica de exhibicionismo intelectual de la cual no participaré, porque comúnmente los debates se dan entre personas que creen a pies juntillas en lo que piensan y además quieren convencer a otros de sus ideas. Ninguno de los dos casos es el mío. No tengo verdades, sino opiniones,

y pongo en duda todo lo que digo. Siendo así, sería descaminado pretender convencer a alguien. Además, no tengo ninguna propuesta de salvación, mis ideas sobre el futuro son meramente especulativas.

El marxismo está en lucha por su subsistencia teórica, después del fracaso de sus primeras experiencias de poder, con relación a su pertinencia y perdurabilidad. Sin embargo, es una de las principales manifestaciones de la errada visión de que es posible evitar la destrucción del hábitat humano por medio de un cambio socioeconómico. Por supuesto, cualquier nuevo ensayo civilizatorio debería incluir cambios socioeconómicos, pero de nada servirían, y eso sí está demostrado, si no se realiza, como factor primordial, un cambio cultural, civilizatorio.

Además, hay marxistas que imaginan que el capitalismo está en fase terminal, cuando todo indica que su crisis es de reacomodo, de adaptación. Sigue siendo absolutamente dominante en todos los niveles y manifestaciones sociales, tendría aun larga vida, si no fuese el principal factor de destrucción del hábitat humano, es decir de sí mismo.

Todo sería más fácil si la utopía marxista fuese una posibilidad real. Bastaría con acabar con el capitalismo, con la burguesía, para salvar nuestro hábitat. Lamentablemente, utopía es utopía, todas han fracasado a lo largo de la historia. Creo que no se trata de realizar alguna utopía, si no de reconocernos como especie, como animales que somos, con nuestros instintos, con nuestras múltiples y complejas contradicciones, no para alcanzar algún sueño, sino para establecer algún equilibrio. Sobre esto último hablaré con detalle en un artículo futuro. Aunque pienso que ya no hay tiempo para coronar tan ardua e ingente tarea.

Voy a terminar esta primera ronda de artículos con uno próximo inmediato donde abordaré algo que está de moda en algunos círculos políticos e intelectuales: el ecosocialismo. Después prometo dar un merecido descanso a mis escasos y fieles lectores, y haré mutis por el foro por algún tiempo. Luego volveré a importunarles, porque en cuanto a este tema, aún me queda bastante tinta en el tintero.

  • Borón, Atilio en "Coronavirus: ¿Volver a la normalidad?". Aporrea.org, 23/05/2020, Tomado de Página 12

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