Después de 20 años del golpe de Estado de abril de 2002 y de la resuelta lucha revolucionaria contra las fuerzas golpistas de la derecha y de la extrema derecha, el pueblo venezolano de hoy sigue su curso, abriéndose camino en medio de las borrascas, enfrentando y venciendo a los enemigos en el propio terreno de la agresión permanente; resistiendo, renaciendo y revolucionando para ir hacia una nueva época de transición al socialismo, bajo el liderazgo de Nicolás Maduro.
En ese sentido, todos nosotros conocemos y somos testigos de los grandes esfuerzos que se hacen desde el núcleo central del Estado y del gobierno para mantener viva la llama sagrada de la revolución; pero también hemos sido testigos presenciales de que la revolución ha sido atacada, asediada e interrumpida, con golpes de Estado, paro petrolero, guarimbas, sanciones, guerra económica, sabotaje permanente, ataque a la moneda, a los servicios públicos, intentos de invasión y de magnicidio. Nos han atacado con odio y con fuerza en estos 23 años de revolución, pero bajo ninguna circunstancia hemos permitido que nos destruyan como proyecto político y como nación. De allí la importancia de seguir acumulando fuerzas, de conocer la esencia y la naturaleza de nuestra revolución, de entenderla en todos sus alcances y ramificaciones; de asimilarla en todos sus argumentos, porque precisamente ese conocimiento es el que nos va a permitir desplegar la energía vital, espiritual y militante, para defenderla, dirigirla y llevarla a la victoria, impregnada de pueblo.
El primer período de la revolución venezolana comenzó con el triunfo de Hugo Chávez hacia finales de 1998 y de la llegada al poder y al gobierno en 1999. A partir de allí comenzó un proceso de profunda transformación política, económica, social, cultural y militar; donde también se manifestaron las feroces resistencias de los sectores fascistas nacionales que se aliaron con otros poderosos sectores externos, para detener la marcha revolucionaria, causar el mayor daño y retrasar la acción del gobierno en la aplicación y despliegue de sus políticas públicas. Sin embargo, a pesar de todas esas trampas, de todas esas celadas montadas en los últimos veinte años, la revolución ha seguido su marcha, venciendo las tempestades y asumiendo las victorias para avanzar y las derrotas como lecciones de aprendizaje.
Efectivamente, después del golpe de Estado de abril de 2002, la revolución venezolana marcó su huella, definiendo un rumbo definitivo, de abrir camino hacia el alma del pueblo, hacia la esencia y el latir de sus Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB). Además, se vislumbró un poderoso partido político, tal como lo es hoy en día el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). De esa manera, se establecen las bases sustentadoras del Proyecto Bolivariano, del gobierno y del Estado revolucionario. Tenemos entonces:
- Una nueva Constitución (1999).
- El avance hacia el socialismo como modelo político, económico e ideológico (2005).
- Creación del PSUV (2008).
De esa manera se abre un camino definido para transitar hacia el futuro, buscando siempre la verdad en los hechos, planteándonos objetivos precisos y con la visión de la unidad de la praxis; es decir, de la teoría y de la práctica. Es necesario eso porque cada día tenemos que consolidarnos en lo ideológico, en lo político y en lo organizativo de la acción; entendiendo que la revolución es un bien común de todo el pueblo y no propiedad exclusiva de unos pocos. El reto que tenemos por delante y el cual debe vibrarnos en el oído a cada momento es que debemos cumplir la tarea, más todavía cuando nuestro propio pueblo y el resto de los pueblos del mundo tienen puestos sus ojos y sus esperanzas en nosotros.
Ahora bien, la actual situación nacional e internacional abren para el pueblo venezolano brillantes perspectivas y ofrecen condiciones favorables para vencer las grandes dificultades que odiosamente aún subsisten. Por ello, hay que mirar hacia las perspectivas brillantes y hacia las dificultades, hacia ambos lados, para tener la visión asertiva y cumplir las tareas. Debemos estar conscientes que todavía hay grandes dificultades en medio de una larga y sinuosa travesía por recorrer, pero que en base a la unidad de todos y junto al pueblo es como podremos superar esos aprietos y esos obstáculos. Por supuesto, la revolución nunca debe ocultar sus aspiraciones políticas, que no es otra que consolidar y llevar a Venezuela hacia el Socialismo, como un ideal y una realidad inequívoca para el futuro de la patria, tal como lo soñó Chávez.
La tarea es difícil, pero no imposible, porque la esperanza es grande. De allí la necesidad del impulso y de la claridad de la conciencia para plantearnos todas las interrogantes que nos ayuden en la perspectiva del análisis:
-¿Contra quién se combate?
¿Cuáles son las fuerzas motrices de la Revolución?
¿Cuál es el carácter de la Revolución?
¿Cuáles son las perspectivas de la Revolución?
Independientemente de cuáles sean nuestras respuestas, debemos considerar que cada cosa debe ir en su lugar; es decir, respetar la dialéctica del análisis. Jamás se debe sobreponer argumento en los tiempos reales de la verdad. No nos olvidemos del pasado intencionalmente solo para resaltar el presente, y tampoco glorifiquemos el presente para denigrar del futuro; ni mucho menos, peor aún, no resolviendo nada sino hablar de un futuro mágico que nunca llega.
Es el momento de la hora exacta para volver a caminar con el pueblo, con las y los militantes, con la juventud, con los hombres y mujeres de nuestras comunidades, mirando siempre hacia adelante, sin sobresaltos ni angustias, sino con la seguridad altiva que vamos rumbo a la victoria de los próximos años.
Veinte años después del golpe de Estado de abril de 2002, muchas cosas faltan por resolver, pero también hay que decirlo: hemos hecho una Revolución, hemos labrado una patria y consolidado nuestra independencia. Nuestra revolución tiene que ser luminosa y jamás se debe permitir que caigamos en las tinieblas de la derrota. Por ello se requiere de militantes que empujen la marcha, militantes que no se queden inmóviles, ni tendidos con la mirada perdida en la inercia de la nada. Hay muchos que se dicen revolucionarios, pero que no solo se niegan a seguir la marcha hacia adelante sino que hasta proponen retroceder.
La verdad revolucionaria se mueve en la experiencia de estos 23 años, iniciándose con Chávez una época completamente nueva en el pensamiento político y la vida de los venezolanos y venezolanas. Gracias infinitas a nuestro líder, al comandante supremo, por habernos despertado la conciencia y dejado un legado de su puño y letra.
La Revolución venezolana es parte de la revolución que libran los pueblos del mundo. De allí que a 20 años del golpe de Estado de abril de 2002 y de la derrota que se les propinó a las fuerzas contrarrevolucionarias, el pueblo no ha dejado de arriar con orgullo las banderas de la revolución venezolana, no ha dejado de sonar los tambores y de seguir por la senda del destino, rumbo hacia la consolidación de la patria.