Recientemente, un amigo, quien junto a otros, han creado un medio informativo digital regional, me invitó a que colaborase con ellos una vez a la semana, bajo una sola condición, que no escribiese más de 500 caracteres.
Eso fue para mí un reto, pues llevo 15 años y unos meses, publicando en Aporrea y otros medios, artículos que pueden hasta contener tres veces ese número y escribiendo novelas y ensayos. Es decir, había perdido esa costumbre y debía volver a entrenarme para eso. Justamente, el artículo que aquí repongo, de manera deliberada, como se indica, fue publicado en abril del año 2001, hace ya 21 años, en los diarios El Norte y el Metropolitano de Barcelona. Desde muchos años antes de esta última fecha, había sido articulista semanal de los diarios El Tiempo de Pto. La Cruz, El Anaquense, de Anaco y el Diario de Oriente de Barcelona. El diario VEA, en sus mejores tiempos y cuando se me tenía "aprecio", me publicaba todos los domingos.
Y este artículo que repongo, justamente tiene un poco menos de 500 caracteres.
El tííulo "Lo primero es el cambio", es de hecho una definición. Es el resultado de alguien que entonces, como antes y ahora mismo, sueña con un cambio de sociedad donde impere la justicia y, en consecuencia, el producto del trabajo, los beneficios que este reporta, sean repartidos de manera equilibrada. No estoy pensando en un cambio radical, violento o para mejor decirlo de la noche a la mañana porque eso es dialécticamente imposible, tanto como no se puede pasar de la niñez a la adultez en un fin de semana y tampoco por decreto, aunque sea este emitido por nuestros padres de la mejor buena fe y bellos sueños. Madurar con carburo nunca es bueno. Por creer esto he escrito abundantemente contra la idea que toda iniciativa, por muy modesta que sea, pero inserta estratégicamente en la idea del cambio de sociedad, sea calificada de "reformista" y por ende innecesaria y si necesario gritar consignas insustanciales, ponerse a patalear como carajito malcriado, creyendo que ese infantil lenguaje es suficiente para definir, a quienes eso hacen, como izquierdistas, revolucionarios y dignos de estar en la vanguardia. Y hasta repetir los errores de quienes cargados de generosidad y audacia los cometieron como si estuviésemos en una iglesia o una cruzada medieval.
Quien lea con perspicacia lo que sigue, más las críticas contra el concepto de partido que predomina, su construcción desde el principio sobre fundamentos autoritarios, verticalidad y acerca del abordaje de las diferentes coyunturas, el uso de un lenguaje usualmente poco discreto, muy alejado todo eso de la realidad y en el empeño en copiar lo que ya se sabía erróneo y equivocado, sabrá por qué terminamos arrojados por la marea a la orilla, opacados por quienes con facilidad aplauden. No obstante, no hay nada de que arrepentirse, menos si pasado el tiempo uno cree haber comprobado que tuvo la razón.
Es bueno saber que los errores, sobre todo en política, se pagan caro. Sobre todo cuesta mucho tiempo corregirlos, especialmente cuando se llega al agotamiento sin haber entendido nada. En Venezuela se ha dado el extraño caso que quienes han gobernado los últimos 20 ó 22 años se han equivocado al por mayor, pero sus oponentes lo hicieron todavía peor, lo que determina el cuadro que ahora pinta la realidad venezolana, donde hemos salido derrotados y hasta casi destruidos, tanto que pasaremos años en reconstruir lo que antes se había conquistado. Entre nosotros, equivocaciones garrafales salieron como victoriosas, por la monumental torpeza de quienes fungieron de líderes de lado y lado.
Lo primero es el cambio
Eligio Damas
El Norte, miércoles 18-04-2001-
El Metropolitano, domingo 22-04-2001
Norberto se afilió al MVR porque estaba asqueado de lo que venía sucediendo. Sus compañeros dirigentes del viejo partido hicieron de una carpeta que generalmente llevaban bajo el brazo izquierdo, con unos datos cabalísticos que mencionaban bienes y herramientas a veces inexistentes, el arma de combate y su biblia de militante. A toda hora merodeaban por la casa del partido, la Gobernación o la Dirección de Obras.
Norberto, vio cómo su partido, de revolucionario de los viejos tiempos, devino en una federación de pequeños y grandes contratistas. Y los cuadros dirigentes, de combatientes revolucionarios y promotores del cambio, se convirtieron en empresarios y hacedores de fortuna al costo político que fuese.
Y así, se hizo moralmente válido reclamar los servicios prestados al partido en jugosos contratos y hasta en dinero en efectivo, en veces bajo la inocente calificación de ayuda. Porque el instrumento político, como ya anotamos, se volvió empresa mercantil y las relaciones internas debían desenvolverse bajo ese espíritu. Por supuesto, los más vivos se llevaron la parte gruesa del negocio y los tontos apenas recogían migajas que desbordaban por allí
Pero a tiempo, Norberto y otra gente se hastiaron del obsceno espectáculo al cual sólo asistían como invitados de piedra. Se fueron a buscar gente diferente con quien compartir esfuerzos, sueños y esperanzas.
De otros ríos tributarios, menos contaminados que aquel maloliente y apestoso del cual emergió Norberto, llegaron combatientes. Y también gente sin militancia, impulsada por los acontecimientos que anunciaban un holocausto, se unió a aquellos para crear una herramienta, que bajo la conducción del Comandante Chávez, impulsase los cambios necesarios para reconstruir a Venezuela.
Con la gente llegaron proyectos de cambio, deseo de servir y también las viejas mañas, los apetitos no satisfechos del pasado. Y ya se ven por allí individuos, de aquellos que se vinieron con Norberto, de quienes llegaron más tarde, de los venidos de otra parte y hasta alguno que otro que debe dirigir y sobre todo soñar, no sólo con carpeta bajo el brazo, lo que es moralmente válido y hasta admisible, porque todos tenemos derecho a participar en el libre mercado de la oferta y la demanda, también en lo que a servicios por prestar al Estado se refiere, sino pretendiendo usar su aporte a la causa revolucionaria como patente de corso, como amuleto o letra de cambio, para obtener beneficios inmerecidos o improcedentes.
Norberto y muchos como él, venidos de varios ríos tributarios no pueden frustrarse. Ayudemos con fe y buenas intenciones a quienes, en los puestos de mando, regional y nacional, luchan por cambiar las cosas. Pero éstos deben abrirle espacio a las fuerzas e ideas que emergen limpiamente.