La civilización fracasada, la civilización equilibrada y las cinco preponderancias

Viernes, 20/05/2022 12:33 PM

He escrito sobre los desequilibrios que caracterizan a la civilización fracasada: apropiación, representatividad, desintegración, ensimismamiento y desconexión. Hoy pregunto: ¿cómo podemos imaginar una civilización distinta, capaz de dotarnos de una vida, no diré que feliz, pero si más equilibrada? ¿Qué haría falta para que pudiera existir, si acaso es posible, el mundo mejor que se acerque tan siquiera un poco a los sueños utópicos?

Una socorrida frase popular reza "todo está escrito en el libro de la vida" Yo no diría que existe el destino ("el plan de Dios"), no lo creo, más plausible es que la naturaleza no responda a un plan preestablecido y que sea arbitraria, accidental, azarosa. Pero sin duda existe la fatalidad, en el sentido de que todo lo que ocurre, lo hace necesariamente. Es decir, siempre ha pasado lo que tiene que pasar, y la razón es clara como agua límpida: si no fuese así, hubiese pasado otra cosa. Por otra parte, del libro de la vida solo habremos leído las páginas que hemos abierto, y las que no hemos abierto son para nosotros solo incógnita. En sentido estricto, no sabemos lo que el futuro nos depara. Soy colapsista, pienso que el colapso de la civilización fracasada es inevitable, al mismo tiempo ignoro en qué desembocaría con exactitud tal colapso ¿Se extinguirá la especie humana? No lo sé ¿sobrevendrá una nueva civilización? Lo desconozco ¿Quedarán grupos más o menos reducidos de especímenes humanos viviendo en la precariedad? ¡Quién sabe!

Dicho esto, puedo entrar en materia, y comenzaré abordando el carácter dialéctico de la naturaleza. No estoy inventando nada, el concepto de la dialéctica existe desde la antigüedad. Está contenido, por ejemplo, en la antiquísima idea del yin y el yang del taoísmo. Este concepto dialéctico ya se manejaba en la era del bronce china.

El yin y el yang son usados para representar o referirse a la dualidad que esta filosofía atribuye a todo lo existente en el universo. Describe las dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, que se encuentran en todas las cosas. Según esta idea, cada ser, objeto o

pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo. De esto se deduce que nada existe en estado puro ni tampoco en absoluta quietud, sino en una continua transformación.

En Occidente, el concepto de la dialéctica existe igualmente desde la antigüedad. El término designaba, originariamente, un método de conversación o argumentación análogo a lo que actualmente se llama lógica. Pero la idea, tal como la entendemos hoy, ya fue manejada por Heráclito, quien puede ser considerado como "padre de la dialéctica" en Occidente, pues fue el primero que concibió que la contradicción no paraliza, sino que dinamiza.

Muchos pensadores han abordado el tema de la dialéctica desde distintas perspectivas. Carlos Marx aplicó el concepto de dialéctica a los procesos sociales y económicos, y fundó el llamado materialismo dialéctico, desarrollando el concepto hegeliano, al cual consideraba idealista. En el siglo XX el filósofo alemán Theodor W. Adorno tituló Dialéctica negativa una de sus obras capitales, y Jean Paul Sartre trató el asunto en su Crítica de la razón dialéctica.

Precisamente, mi planteamiento de las cinco preponderancias tiene una base dialéctica. La dialéctica es, por supuesto, una simplificación, en el sentido de que se basa en la interacción de dos elementos fundamentales, contradictorios y complementarios, pero no por ello ha de soslayar la gran complejidad de todos los fenómenos.

Sin pretender dar respuestas a asuntos tan peliagudos como los que he presentado en los artículos sobre los cinco desequilibrios, voy a referir una breve aproximación al concepto de las "cinco preponderancias", que también podrían llamarse "los cinco equilibrios".

En fin, creo que para establecer los cinco equilibrios en los que debería fundamentarse cualquier intento de construir una nueva civilización, tendría el humano que establecer cinco preponderancias. Antes de comenzar a enumerarlas y connotarlas, quiero dejar saber las definiciones de los términos preponderancia y ponderar, según el Diccionario de la Real Academia Española, en las acepciones aquí utilizadas:

Ponderar: 5. tr. Contrapesar, equilibrar

Preponderancia: 1. f. Exceso del peso, o mayor peso, de algo respecto de otra cosa

Enumero y defino:

Uno: en lo económico, que prime la propiedad colectiva sobre la propiedad individual, lo cual constituiría una reedición de las relaciones de propiedad primigenias, de cuando el hombre necesitaba producir y consumir en comunidad para poder subsistir. Esta necesidad no ha cambiado, solo que no comprendemos que, al invertir los términos de primacía en cuanto a la propiedad, no nos reconocemos en ella y nos condenamos a la división y a la explotación del hombre por el hombre. Sin embargo, sería ilusorio negar que el individuo humano es dado a innovar, a emprender proyectos particulares y a generar propiedad de medios de producción para su propio usufructo ¿Será posible alcanzar un equilibrio de los distintos factores y lograr una coexistencia satisfactoria entre formas de propiedad colectivas e individuales? Dejo la inquietud, pues no estoy en capacidad de ofrecer una respuesta.

Dos: en lo político, que prime la participación sobre la representación. La representación política ha existido siempre en la historia. Algunos contraponen a la representatividad un concepto radical de participación u horizontalidad. Pero en las multitudinarias sociedades modernas, salvo en el caso esporádico de elecciones generales, hay decisiones que solo pueden ser tomadas por cuerpos representativos, si bien en cuestiones atinentes a comunidades demográficamente limitadas, debería privar la horizontalidad y las decisiones ser asumidas por las bases societarias. Pero del mismo modo los representantes electos

deberían ser sometidos periódicamente a evaluación y juicio colectivos. Un avance en la Constitución venezolana de 1999 fue la inclusión de la figura del referendo revocatorio de los cargos de elección popular, aunque su instrumentación concreta ha sido problemática y muy influenciada o dificultada por los intereses de grupos políticos. Al igual que en los casos de las otras primacías que señalo en este segmento, me es imposible imaginar cuál es y cómo determinar el punto de equilibrio entre los dos términos involucrados. Existe la posibilidad de que sea este el tipo de cosas que no dejarán de debatirse nunca, si acaso sobrevivimos al colapso.

Tres: en lo social que prime la inclusión sobre la exclusión. La exclusión social más generalizada es la que proviene de las diferencias de clases socioeconómicas. Es una exclusión con consecuencias muy dolorosas en las cuales apenas es necesario insistir, por la evidencia de las múltiples y variadas miserias que provoca. Pero hay formas de exclusión que se añaden y hasta se solapan, aquellas que provienen de las diferencias raciales, de género, religiosas, etarias, de apariencia o capacidad física y otras. Ser homosexual y rico quizá genere menos exclusión que ser homosexual y pobre. Ser mujer y obesa puede ser causa de mayor exclusión que ser hombre y obeso. La exclusión social cobra carácter dramático cuando afecta a poblaciones vulnerables, como los niños que por cualquier diferencia más o menos notable pueden ser sometidos, por ejemplo, al acoso de sus semejantes, o los ancianos que suelen ser considerados molestos o desechos, y sufrir maltratos de diferentes maneras, o las personas que sufren algún tipo de discapacidad física.

Cuatro: en lo cultural que prime el altruismo sobre el egoísmo. En la cadena de lacras de la civilización fracasada, el egoísmo (entendido como la consideración hiperbólica del ego, del yo) es una consecuencia natural del antropocentrismo. El egoísmo es promovido desde las distintas corrientes políticas y religiosas, y por supuesto por comerciantes y mercaderes de toda laya. Los políticos suelen vender la idea de una grandeza humana que se ha de reflejar en las glorias de los individuos, en las ventajas y beneficios materiales que se ofrece o en la trascendencia del destino individual histórico. En realidad, la única trascendencia humana individual posible no es para sí sino para los otros y se refleja en las obras realizadas en vida (libros, construcciones de la mente y de las manos, aportes sociales

positivos, prole, etc.). Las religiones promueven a menudo un altruismo interesado (una forma solapada de egoísmo) que favorece la salvación individual de las almas o prefigura el bienestar personal. En cuanto a los comerciantes, fomentan el placer del individuo por encima de cualquier otra consideración y el consumo para el propio beneficio. Las excepciones en todos estos casos solo confirman la regla. La preponderancia del altruismo sobre el egoísmo sería uno de los logros humanos más difíciles de alcanzar, porque la civilización fracasada está formulada toda con una relación inversa, salvo en los planteamientos ideales o utópicos,

Cinco: en lo espiritual que prime la religiosidad sobre el pragmatismo ¿Qué quiero significar con el concepto de "religiosidad"? No me refiero a la práctica de una religión específica, ni siquiera a la necesidad de creer en un Dios creador y todopoderoso. Como religiosidad entiendo el ejercicio del respeto a la naturaleza humana y no humana, e inclusive la sumisión a esta última como contraparte de la depredación y el dominio que ha practicado el humano a lo largo de su historia. Si el humano no comprende la realidad de que está inserto en un todo universal y que no es el amo ni el señor del Universo, entonces la naturaleza se encargará de eliminarlo, tal como podría estar haciéndolo paulatinamente. Debería entender el humano que no es un rey, porque la naturaleza no es un reino, sino un jardín, en el sentido metafórico bíblico, donde habrían de convivir y compartir amorosamente todas las criaturas animadas e inanimadas, sin que por ello dejen de existir las contradicciones naturales: el humano debería concebirse a sí mismo no como el soberano sino como el jardinero, aquel que cuida el jardín ¿Será posible que esto se asuma a cabalidad? No puedo hacerme sino preguntas en tal sentido.

En cuanto al pragmatismo, no se requiere de mayores explicaciones para entender el término. Se trata del privilegio de la práctica que persigue el beneficio utilitario por encima de cualquier otra consideración. Por supuesto, como se ha dicho de las otras dicotomías dialécticas, el humano siempre requerirá de una dosis de pragmatismo, tendrá que actuar en la realidad tangible e inmediata para dotarse de los recursos para vivir, entendiendo vivir en el sentido tanto de garantizarse la supervivencia física como de atender otras necesidades y facultades que le son naturales, como el disfrute placentero, la creación de arte, el reconocimiento social, la intervención creativa de la realidad, la comunicación con sus semejantes. De nuevo la idea clave es la de equilibrio. Si el humano no logra encontrar el equilibrio entre religiosidad y pragmatismo, su destino no es sino el de desaparecer de la faz de la Tierra con más pena que gloria.

Ante el panorama planetario que he venido describiendo, con referencia a la especie humana, es claro que no comparto ninguna de las utopías que han sido. Nuestro futuro es siempre nebuloso, borroso, no estamos en capacidad de determinarlo nosotros. Podemos proponer desarrollos, suponer destinos, aventurar devenires e influir relativamente, pero siempre la realidad decidirá más allá de nuestras ideas y deseos.

Mi visión colapsista es menos fatalista que ficcional, no es más que devaneos de mi mente que tratan de cimentarse en hechos considerados históricos y en actuales realidades presentadas por estudiosos de diversa índole. Diría que presento dudosas aproximaciones, como las que asisten a cualquier visión de futuro.

Basado en todo lo dicho, insisto en que el colapso de la civilización fracasada está en proceso y es ese nuestro destino. Y atendiendo a la metáfora que asoma el Antiguo Testamento, también asigno a ese "final de los tiempos" la última esperanza para la Humanidad, sin abonar demasiado a ello. Esta posibilidad postrera la sustento en el hecho de que el humano actúa histórica y mayoritariamente por necesidad más que por convicción ideológica.

Nos acosan amenazas de desastres inenarrables: hambrunas, catástrofes naturales, pandemias, guerras, sequías, todo tipo de carencias y escasez. Cuando sobrevenga el mañana que prefiguro, estaremos ante la madre de todas las necesidades humanas: la de preservar la existencia de la especie. Entonces se sabrá si serán capaces quienes sobrevivan, si los hay, de construir el mundo de los "cinco equilibrios". Tal vez existan en nosotros las reservas espirituales, la creatividad y la inteligencia para lograrlo, al fin y al cabo, somos la especie que compuso la novena sinfonía de Beethoven, que pintó los cielos impetuosos de Van Gogh, que imaginó los movimientos de El lago de los cisnes de Tchaikovsky, que plasmó las Hojas de hierba de Whitman. Por eso tenemos el derecho de presumir el Paraíso y de aferrarnos a la última rama que nos salve de rodar por el abismo. Quién sabe qué será de nosotros cuando el destino nos alcance.

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