Sin duda, Chávez fue el primero, lo que no niega nuestro deber y obligación de criticarlo

Jueves, 26/05/2022 04:13 PM

Los errores se reconocen, ventilan, no para condenar a nadie, pues "es de humanos errar", sino para corregir y ajustar el rumbo. Repito esto, percibí con admiración una frase de Fidel Castro, según la cual, "si alguien sabe de equivocaciones somos nosotros".

A esta altura de la vida, la gente pensante, los académicos serios, coherentes y hasta gente sencilla como uno que se atreve a pensar y romper con moldes, muletillas y buena fe, tiene fundamento para hallar en la gestión del presidente Chávez muchos aciertos pero también errores que, en buena medida, sirvieron de fundamento y hasta condimento para mucho de lo que ahora sucede. Sólo pensar en la estrategia petrolera adelantada por Ramírez y refrendada por el presidente sin duda alguna, sin inmiscuirnos en asuntos de otra naturaleza que suelen endilgarle al primero sus enemigos y quienes no lo son, pero también en la Fiscal Ortega y otros tantos personajes, como la enfermara convertida en encargada de "velar" por el tesoro nacional, uno encuentra suficientes errores, provenientes de lo que algunos llamaron el hiperliderazgo, que obligan a revisar, por lo menos, para aprender de ellos, lo que no debe hacerse. Ese mismo hiperliderazgo, sobrevenido, como lo hubiese calificado el propio Chávez, una contingencia derivada del archipiélago en que se había vuelto la izquierda y la pérdida de la fe de una inmensa mayoría de venezolanos en los partidos del Pacto de Punto Fijo, que no fue una elaboración del comandante, si le condujo a prácticas no aptas para el aprendizaje de la dirigencia heredera y del pueblo mismo.

No fue la suya, una fuerza resultante del trabajo de largos años en la militancia y en las calles, fábricas y todos los espacios, combatiendo día a día por los habituales problemas de la gente, sino algo surgido de improviso como un nacimiento contingente y prematuro. Por eso mismo se convirtió aquella en una relación directa entre aquel líder y las multitudes, no hubo intermediario que pudiese reclamar derechos y participación. Los de abajo, de alguna manera buscaron la forma de comunicarse con Dios, por eso aquello de los papelitos abundantes lanzados de todas partes.

Por eso mismo, no es difícil encontrar contradicciones entre el discurso y el hacer del comandante del "por ahora". Como tampoco gestos o gestiones economicistas y llenas de emotividad que generaron muchos vicios y dieron fundamentos a procederes que se volvieron sistemáticos y hasta dieron fundamento a desafueros en lo relativo al gasto innecesario, como aquello de asignación de los llamados "dólares preferenciales", lo que muchos justifican, no sin razón, por la ancestral y persistente práctica de otorgar millones y millones de dólares a las clases dominantes para todo menos para crear una economía independiente y soberana, lo que el comandante tampoco le puso freno. Pero también a que muchos venezolanos asumieran lo que llamaban revolución como una mantequilla, un esperar que todo viniese dado sin tener que aportar nada y menos hacer esfuerzos. Quisimos con él una como "Isla de Jauja", donde hubiese entre otras cosas, "de leche un ancho rio, en ciertos trechos helado, otro de natas y azúcar a todo goloso brindando".

La única obligación parecía ser esperar el día de elecciones para inundar de votos las urnas electorales.

Hay muchas de las cosas por él establecidas y hasta ejecutadas, que quizás de haber estado vivo hubiera revisado por lo inteligente que era y la buena disposición que lo animaba que dieron fundamento a muchos de los errores por los cuales ahora padecemos. Como aquello de haber olvidado el objetivo estratégico de redistribuir la población en base a un plan productivo ingenioso y audazmente concebido y terminar en aquello que "en Caracas caben tres Carcas más".

Sus relaciones con los aliados, salvo algunos primeros momentos, fueron muy mal manejadas, aunque haya quien la culpa de eso la atribuya a otros. Él dio inicio a aquello de ignorar a los aliados y sólo tomarles en cuenta para los actos electorales. Y lo de medir al aliado en función del número de votos que arrastrasen según las encuestas. Diría, con toda responsabilidad y disposición a discutirlo, que su llamado a la formación de un partido único fue un error, pues sirvió para generar un modelo y unas relaciones ajenas a lo "participativo y protagónico" y abonó en beneficio de lo vertical y autoritario. Aquello condujo a ocultar las naturales discrepancias y hasta considerar contrario u opuesto a quienes expresasen ideas diferentes.

Es decir, humano al fin, el comandante no fue un Dios infalible y tampoco un virtuoso como para creer que todo lo que dijo o hizo estuvo bien hecho y dicho. Su actuación estuvo llena de errores de distinta naturaleza, tanto en lo estratégico como en lo táctico, pero "por ahora", vamos a hablar de eso en lo que "fue el primero".

Pues fue Chávez el primero que logró la hazaña. Una tarea por muchos emprendida, la inicial unidad del descontento y las ancestrales aspiraciones de cambio, sólo pudo ser realizada por Chávez. Por encima de las ideologías, la cerca de la militancia, los odios irracionales, desconfianzas sin sustento, el Comandante pudo descubrir, en los primeros momentos, el punto exacto para el encuentro. Y allí estuvo para insertarse en la historia. Aunque después volviésemos a lo mismo de antes.

Pero luego, ya siendo presidente, se convierte en el primero en admitir el derecho a la participación que le corresponde a las etnias. Pese nuestra gesta republicana, los gobernantes se empeñaron en "acriollar" a los descendientes de los primitivos habitantes o ignorarlos. El viejo y desacreditado concepto del Padre Sepúlveda, según el cual el indio era inferior, se había mantenido como política de Estado.

Y es también, hasta ahora, el primer y único presidente, que en lugar de lanzar las Fuerzas Armadas contra el pueblo, vincula y une a aquellas con éste. Para él, pueblo y soldado, como pensó Nicolás Guillén, la misma cosa es. "No sé cómo piensas tú, soldado que te odio yo; si yo soy tú", dice el poema del mulato cubano.

Chávez, como no lo hizo ningún presidente de Venezuela, ni Caldera, cuando el Papa, junto a él, de cerca pudo palpar los horrores de las cárceles nuestras, reconoce que en éstas se violan de manera flagrante los derechos humanos.

Y abanderado es del referéndum popular y el derecho del pueblo a participar directamente en el diseño de su destino. Primer presidente, en la historia de este país, que se empeña en que a la Constituyente se le convoque por decisión popular y la Constitución que de ésta emane, sea refrendada por la misma vía.

Y algo nunca visto en la historia de este continente, el canciller del gobierno de Chávez, José Vicente Rangel, acude a la OEA a protestar por un proyecto presentado a ese organismo por la representación de Estados Unidos, en el cual se aspira amordazar al ejercicio periodístico y limitar el derecho de los pueblos a estar informados. Un presidente a quien sus adversarios, y cierta parte del mundo diplomático, se han empeñado en mirar como un aspirante a déspota o tirano, les enmienda la plana en materia de derechos ciudadanos y libertad de opinar.

Chávez sostuvo que a la nueva Constitución debía incorporarse la revocatoria del mandato, cosa que nunca antes presidente alguno o funcionario de menor jerarquía, se le ocurrió proponer por temor a "poner cuchillo en su pescuezo".

¿Quién antes que él, ha negado a EEUU o cualquier otra potencia, el derecho a violar nuestro espacio aéreo? ¿Qué más pruebas de libertad y grandeza de pensamiento debe dar el presidente fallecido?

Y fue Chávez, quien retomó con fuerza, más allá del discurso, el proyecto bolivariano de la unidad de "las antiguas colonias españolas"; es decir de América Latina y le dio vida a aquella vieja consigna de "Alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina".

Con lo expuesto ya tiene suficiente para que la historia, aquella que se escribe en la tranquilidad y equidad que genera el tiempo y la lejanía de los hechos, le asigne un lugar importante por haber sido el primero en muchas cosas nobles. Lo que no le está negado en los errores que al inicio referimos.

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