Los venezolanos, como que hemos sido una pila de pendejos. De lo mesiánico venezolano (II)

Sábado, 27/08/2022 03:03 PM

Nota: Este trabajo que ofrezco en dos partes, del cual ya publiqué la primera que puede leerse siguiendo este enlace: https://www.aporrea.org/actualidad/a315045.html, es el primer capítulo de uno de mis tantos libros que algún día alguien pudiera publicar, titulado "Venezuela entrando en siglo XXI. De lo mesiánico". La primera parte del título, lo de los "venezolanos cómo que hemos sido unos pendejos", no forma parte del original. Sólo la incorporé ahora para hacerle más atractivo.

Parte II

Ese romanticismo, intento mesiánico de Bolívar y los suyos tuvo un alto costo para ellos. A Anzoátegui, para volver sobre los mismos, quizás por aquello pedestre que "para muestra basta un botón", lo mataron en extrañas circunstancias siendo jefe militar y político de las fuerzas patriotas en la ciudad colombiana de Pamplona, tempranamente en 1817. Al Mariscal cumanés, genial estratega militar, apenas rondando los treinta años, le emboscaron y le dieron una muerte vil, allá donde los suyos no pudieron escuchar su grito de rabia y despedida. Poco tiempo después, el Gran Libertador de América, muere casi en soledad y abandono en la Colombia, territorio y patria que libertó. Todo lo anterior resultó de la confabulación desplegada por los factores económicos y políticos del continente, desde el norte hasta la Patagonia, que les veían como enemigos a los cuales había que desarticular y destruir. Quienes se atreven a tanto, como aquellos llamados por "la providencia" a liberar América, primero de España y de la nueva forma de colonización que avanzaba desde el norte, son sujetos de dos circunstancias, el acoso de quienes se proclaman nuevos amos y los que no se atreven a tanto y más prefieren someterse antes que seguir combatiendo, exponiendo y jugándose el futuro personal y la seguridad inmediata. Les resultó más fácil doblegarse y traicionar. Pero quedó prendida la herencia de los inmolados.

Ese rol que jugó Bolívar comporta inmensos riesgos y generarse poderosos enemigos. No abundan muchos con la suficiente bondad, grandeza y hasta locuras desenfrenadas para exponerse a tanto. A menos que se dejen atrapar por ese sentimiento mesiánico.

Bolívar y el pensamiento bolivariano eran y son escollos para los planes que se diseñaban y diseñan en el norte y el destino que allá habían dictaminado para nosotros. Y es evidente que lo siguen siendo, por lo que no abunda mucho; hablamos de personas, pueblos y hasta países, dispuestos a exponerse por ellos.

Bolívar en ese sueño, al final, se quedó con pocos; muchos de los suyos, llegados a la grandeza, como los ya mencionados, fueron eliminados para restarle fuerza y borrar su herencia. Otros prefirieron arriar banderas, acortar sus aspiraciones, alas y limitarse a lo pequeño y garantizar sus parcelas.

Ese sentimiento de grandeza, ese creer en la tarea grande y completa que nos hubiese liberado y convertido en una enorme potencia, recogido en el pensamiento bolivariano aparte de lo sensato, tuvo mucho de mesianismo. Estuvo muy vinculado a su creador y su figura. Bastó eliminar a sus cabezas visibles para que pareciese muerto y nadie siquiera acudiese a reclamar los cadáveres. De allí en adelante, en todo el espacio americano la vida transcurrió tal cual la diseñaron en el norte. No hubo quienes tomasen esas banderas. Aquello pareció un asunto resuelto con la muerte de los mártires y mesías, para más señas, venezolanos. No negamos alguna que otra escaramuza y la presencia de abnegados hombres, pero ellos se limitaban a mirar hasta allí, donde llegaba la cerca. Estos pudieran ser peligrosos, pero no tanto.

Pero Bolívar quedó por allí. La literatura se encargó de recogerlo, guardarlo y hasta cantarlo. Las clases dominantes mismas, íntimamente impactadas por aquella grandeza y hasta motivo para sentirse orgullosas, se encargaron de promover escritos como aquella visión romántica de la Historia que en Eduardo Blanco fue "La Venezuela Heroica", que en la escuela insufló a los muchachos venezolanos de heroicidad y mesianismo. Hasta las escuelas militares, sin percatarse exactamente de lo que hacían, además de llenar su matrícula de jóvenes procedentes de las clases humildes, porque los de arriba en Venezuela, siempre por la experiencia de Bolívar y las luchas de la independencia, donde el pueblo fue el gran héroe, odiaron al ejército, contribuyeron para divulgar el pensamiento bolivariano, la idea de la Patria Grande y la necesidad de mantenerla como una bandera de lucha. Y el venezolano se formó en esa idea, según la cual formamos parte de un espacio mucho más grande que el definido por nuestras fronteras y según la cual quienes más allá viven son nuestros hermanos y esperan de nosotros continuar con aquel liderazgo del siglo XIX. Es decir, estamos como sujetos a un mandato mesiánico y como en la obligación de correr todos los riesgos, exponernos a todos los sacrificios por la causa americana, de esta América "antes española". Para los venezolanos la patria es mucho más grande y eso determinó su conducta de receptores generosos de todos los perseguidos y acosados en el mundo por las policías políticas, los ejércitos fascistas, mercenarios y el hambre, siempre dispuestos a compartir lo suyo con quien a ellos se acercasen necesitados y ahítos de ayuda.

Esa generosidad venezolana de sentirnos llamados a ser solidarios con todos aquellos que luchaban por una causa noble o eran víctimas de la injusticia siempre ha estado presente, en cualquier circunstancia o momento histórico.

La segunda guerra mundial y la "civil española", que estuvo también envuelta en la primera permitieron a los venezolanos dar otra prueba de esa generosidad y disposición a la solidaridad. Oleadas de europeos, casualmente muy pocos del nazismo alemán, tuvieron acogida en Venezuela. Quizás sólo México pudiera mostrar la misma disposición de Venezuela. Pese la naturaleza del régimen de Pérez Jiménez, millones de europeos, sobre todo españoles e italianos, llegaron a Venezuela y fueron recibidos de verdad con los brazos abiertos por nuestra gente. Porque esa era y es la naturaleza nuestra hasta en los momentos de mayor esplendor de nuestra economía petrolera. El venezolano siempre puso en práctica aquellos de "donde comen dos comen cuatro".

Las experiencias cubana y chilena, sin restarle importancia alguna a ninguna de las dos, nunca tuvieron esa ambición latinoamericanista de los libertadores. Tampoco cualquier otra diferente a las mencionadas. Ese sentido, aspiración y hasta sueño, reaparece en las estructuras gubernamentales con Hugo Chávez. La Diplomacia impuesta por éste, al margen de los resultados finales y de la opinión que cada quien tenga sobre ella y ellos, sin duda estuvo imbuida, más allá de las palabras, por el pensamiento latinoamericanista de Bolívar, eso que ya hemos llamado sentimiento mesiánico. Chávez rebasó lo del discurso y el buen deseo. Pudo y se atrevió a la puesta en práctica de políticas concretas, evaluables que envolvían ese sentimiento y deseo de liberación continental frente a los dictámenes del imperialismo, aquello que Bolívar previó y plasmó en muchos de sus discursos y por lo que quiso trascender lo de la Gran Colombia y apostar por una unidad de mayor dimensión y trascendencia. Esfuerzo por cierto, de allí lo infecundo de los resultados, que no tuvo en el continente el eco necesario para imponerse por encima de las maniobras y decisiones del poder imperial y de políticos de nuestro espacio de muy corta visión y hasta estatura.

Desde que el petróleo se convirtió en la fuente principal de ingresos de la sociedad venezolana y pese las limitaciones impuestas por el mercado del hidrocarburo, manejado por los productores y comercializadores, que lo fueron las grandes potencias, Venezuela se convirtió en una significativa referencia en el continente, tal como lo fue durante buena parte del siglo XIX, por el peso descomunal de Simón Bolívar. Es decir, hemos dicho, y cualquiera puede corroborarlo, que ese mesianismo, plasmado en el peso de El Libertador, hizo de Venezuela una referencia inevitable. Lo fue tanto y más que sus puertos estratégicamente ubicados y nuestros pocos productos materiales de exportación. Por eso, me atrevería a decir que, después del café y cacao, aquellos abundantes rubros de excelente calidad que salían por nuestros puertos para Europa, quedamos exportando el mesianismo hasta inmaculado envuelto en la figura de Simón Bolívar.

Es necesario llamar la atención a los venezolanos mismos, la importancia estratégica de nuestro espacio nacional. Basta echarle una mirada al mapamundi, vernos allí estampados para entenderlo. Somos por esto, mucho más de lo que usualmente se comenta y evalúa.

Café y cacao fueron sustituidos, en la importancia del ingreso nacional y la figura que exportábamos, por el petróleo. Pero éste, se convierte en la palanca que servirá para apuntalar nuevos gestos mesiánicos, unos sin fuerza y sin sueños nobles, más para encubrir debilidades y dejar la sensación del hacer algo grande, lo que no deja dudas en uno que estuvo motivando.

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