Fidel Castro, Chàvez y la Gran Venezuela de Carlos Andrés Pérez. ¿Coincidencias? (II)

Jueves, 08/09/2022 03:18 PM

Nota. Este trabajo que publicaré, en este medio, en dos partes*, forma parte de un libro, es apenas un capítulo, escrito años atrás, que como antes he dicho, lleva por título, por ahora, ¿Por qué Chávez dejaría a Maduro", pues mantenerle o cambiarle dependería de factores hasta ajenos a uno, podría ser de los editores, si es que alguno accede a publicarle, lo que por ahora veo muy difícil. Al releer esto, uno se siente tentado a establecer relaciones con las primeras acciones del gobierno de Chávez y recordar que, detrás de CAP, como su inspirador y primer asesor estaba su ministro de Planificación Gumersindo Rodríguez, por quien en la década del 60 del siglo pasado, por sus trabajos en el diario vespertino "El Mundo", de los Capriles, donde hacía de director el entonces muy joven periodista Rafael Poleo, alguien predijo estaba destinado a ser el "marxista más brillante de América Latina". Pero los imponderables de la vida, determinaron que a, muy corto plazo, a raíz de su detención en una cárcel muy estricta y humillante, a causa de las protestas contra la "Ley del Hambre·" de Betancourt, al recobrar su libertad, Gumersindo optase por ir a estudiar economía a una escuela de Londres, donde le cambiaron el destino. Pero para ser justo, aparte de aquella decisión juvenil de Gumersindo, de "ponerse a un lado" a raíz de su prisión, después de haber llamado, según la acusaron, a la rebelión popular contra Betancourt, de su estadía al lado de CAP, no se dijo nada indigno.

*La primera parte puede leerse siguiendo este enlace:

https://www.aporrea.org/ideologia/a315232.html

Aquella conducta de la izquierda, de prestar sus votos para salvar a CAP de la condena o sanción que preparaba gente de su partido (AD) y Copei, también estuvo determinada por la relaciones cercanas que este mantenía con Cuba y su empeño de abrirle al gobierno de Castro espacio entre la diplomacia latinoamericana después de tantos años de marginación y sufriendo los efectos del bloqueo impuesto por EEUU.

Entonces, entre la izquierda se dijo, "asumimos esa actitud que favoreció a CAP por su política internacional". Lo que es parte de la misma forma como los venezolanos de las distintas tendencias y hasta creencias hemos asumido nuestro rol en el marco histórico de América Latina y hasta el mundo. Nos creemos como la llave y hasta el cerrojo para todas las puertas. Por razones que uno no cree necesario exponer en este momento, CAP asumió aquel rol y hasta mantuvo relaciones cercanas con Castro por muchos años. Aunque al momento de analizar este asunto habría que relacionar con lo que acontecía en el área petrolera, donde pese aquello como rimbombante de la nacionalización, se estaban haciendo grandes concesiones a quienes hasta ese momento eran los dueños de lo invertido en el área. Lejos de tener que dejar de seguir haciendo uso de ese derecho, debían entregar al Estado venezolano sin costo alguno para este, todas esas instalaciones al llegar al vencimiento de las concesiones. Por el contrario, la nacionalización, que adelanto por poco tiempo ese proceso, significó que la nación venezolana debió pagar a las petroleras el valor de unas propiedades que, en breve tiempo, pasarían a sus manos sin costo alguno. Esas concesiones fueron el respaldo de aquellas acciones como atrevidas de relacionarse con Castro con libertad, sin recibir objeciones ni regaños de USA y quizás con la oculta intención de lograr algo que nadie se ha atrevido a dilucidar. ¿Qué buscaba Pérez con aquel gesto, por demás amistoso frente a Cuba, cuando su gobierno había perdido la ayuda que, en abundancia y generosamente, sin duda alguna, le había prestado el Estado soviético.

Con frecuencia se habló de furtivos encuentros en la isla de la Orchila, entre CAP y Castro, aparte de lo que ya dijimos que fue invitado casi de manera privilegiada a sus dos tomas de posesión. Como dato curioso y hasta quizás impertinente, vale la pena recordar como el primer gobierno que condenó el alzamiento de Chávez y los suyos contra CAP en 1992 fue el cubano. Por razones de distinta naturaleza, dignas de por lo menos recordar en este momento, Cuba había olvidado aquel rol mesiánico momentáneo de los primeros años de revolución y el propio Che Guevara parecía una figura apagada y de uso frecuente en el marketing, sobre todo con la finalidad de atraer a jóvenes para fines radicalmente distintos de lo que fue el guerrillero argentino.

En relación con lo anterior, es pertinente señalar como una nota reciente acerca de la muerte repentina en Caracas de un hijo de Ernesto Guevara, Camilo Guevara, dice, refiriéndose a este, "En una entrevista hecha por EFE y publicada en Cubadebate, el abogado de profesión y defensor del legado de su padre, aseveró que la imagen del combatiente argentino había sido comercializada de una forma desproporcionada".

https://www.aporrea.org/internacionales/n376230.html

Es bueno recordar como el presidente Chávez, en más de una oportunidad, habló a manera de censura contra aquella izquierda que salvó a Pérez de ser destituido, omitiendo los motivos que justificaron aquella conducta, dados por la izquierda misma, de la cual formó parte como diputado José Vicente Rangel, hizo mención al hecho que ella hubiese prestado sus votos para salvar a CAP, que Copei y hasta su propio partido AD lo sancionasen por corrupción y lo sacasen anticipadamente del poder. No obstante, nunca hizo alusión a la condena del gobierno cubano contra aquel alzamiento del 4 de febrero de 1992 protagonizado por él y hasta como, de manera directa o indirecta, recibieron respaldo y por lo menos el aplauso de gran parte de esa izquierda.

La irrupción de Chávez y los suyos aquella madrugada del 4 de febrero de 1992, tuvo una alta carga mesiánica. Pese lo conocido posteriormente y hasta por eso mismo, los argumentos abundantes que el comandante de aquel movimiento dio para explicar aquello, hablan de un grupo que desde tiempos atrás, en el seno de la escuela militar y muy escasos vínculos con el mundo exterior asumió la enorme tarea no sólo de alcanzar el poder sino de imprimirle un cambio sustancial al país que ha quedado demarcado a lo largo de los años. Los hechos hablan por sí solos. Quienes conformaron aquel movimiento, escasamente hicieron contactos o se relacionaron para eso mismo con factores del país distintos al estamento militar que ese día se pronunció y quizás al que pocos meses después, noviembre del mismo año, lo hizo bajo el comando del Almirante Grúber Odremán.

Se sabe que algunos pequeños grupos de izquierda de muy poca influencia, del mismo tinte de aquellos que vieron transcurrir el Caracazo con asombro desde la televisión, tuvieron contacto con quienes planeaban aquel alzamiento, pero por sus propias debilidades y demasiado distanciamiento del movimiento popular nada pudieron hacer. Personajes como Diosdado Cabello suelen señalar a Andrés Velásquez, quien con ellos tuvo relaciones clandestinas y hasta acuerdos, de haber puesto a CAP en conocimiento de lo que se planificaba contra él desde un sector del ejército.

Quien escribe, vinculado desde muy joven a la izquierda, a la cual ha pertenecido, sin duda alguna, hasta hoy mismo, se enteró del golpe, porque en los momentos que este se desarrollaba, un familiar le llamó; era la madrugada y le dijo, "enciende el televisor que hay un golpe en marcha". En efecto, hice lo que me solicitó y observé la transmisión, "en vivo y en directo", de los acontecimientos que se desarrollaban alrededor del Palacio de Miraflores.

La opinión que me formé de inmediato, dada mi concepción y experiencia, la de saber que lo usual, salvo escasas excepciones, como los alzamientos de Carúpano y Puerto Cabello, que no me "agarraron de sorpresa", era que este golpe contra CAP, lo manejaba la derecha y bajo el comando de EEUU. Justamente por eso, cuando se produjo la condena del gobierno cubano, reafirmé mi creencia, pese la muy baja valoración que tenía del gobierno venezolano.

La presencia de Chávez ante los medios informativos, al momento de su rendición, incluso su expresión, aquella de "por ahora", que causó tanto impacto, nada me dijo. Seguí creyendo, quizás como Fidel Castro y su gobierno, que era uno de esos habituales golpes de derecha, pues era el mismo estilo desde nuestra visión, dada las experiencias derivadas de la historia de América Latina.

Al día siguiente pude leer una entrevista dada al diario El Nacional, por el Comandante Arias Cárdenas, desde el palacio de gobierno de Maracaibo, Estado Zulia, donde mantenía el control y detenido al gobernador, el dirigente de Copei, Álvarez Paz, en la cual expuso largamente lo que eran sus propósitos y en base a eso pude forjarme la idea se trataba de un alzamiento militar con fines distintos a lo tradicional en América Latina, incluso Venezuela, salvo aquellos de Carúpano y Pto. Cabello de la década del 60 del siglo pasado. A partir de ese momento, me volví simpatizante de Arias Cárdenas y no de Chávez, a quien por haberle detenido, cuando le dieron oportunidad para anunciar su rendición, lo hizo parcamente. Cambié de simpatías después, cuando pude enterarme en detalle del rol de Chávez en todo aquéllo.

Lo mesiánico del venezolano que abundó, después de muerto Bolívar, entre aquellos generales que abundaron en nuestra historia pasada e hizo que tengamos más héroes que victorias por celebrar, tanto que pareciera que poblamos nuestro cielo heroico con soñadores que, más de las veces perdieron cada parada, vieron disolverse los sueños apenas comenzaron a escucharse los primeros tiros, se unió al petróleo que pareció potenciarlo, tanto que cada uno de nosotros, salvando los escalafones, se sintió tentado a creerse el salvador del mundo o por lo menos de nuestra América. Ese mesianismo insufló aquel espíritu heredado de los primigenios que recibieron a los europeos aquí llegados por carambola y perdida la brújula, con una generosidad que los llegados de fuera no conocían, tanto que le dieron otra interpretación, acorde con el espíritu rapaz que les caracterizaba y determinaba su conducta. El espíritu mercantil y capitalista de los venidos de allá lejos le vio como una mercancía más para obtener ventajas. Los indígenas vieron seres humanos, si diferentes a ellos en varios detalles perceptibles a simple vista, pero les imaginaron como ellos en aquello que no podían ver al instante dados sus ancestrales creencias y relaciones y por eso les trataron con afecto y solidaridad. Y estos sentimientos en sí forman parte de esa carga mesiánica que crecerá entre nosotros y hará que nos comportemos como si fuésemos el centro del universo y los llamados a enfrentar los problemas que afectan a una inmensa comunidad mucho más allá de nosotros.

El petróleo nos hizo creer que en la comunidad latinoamericana éramos como una especie poderosa, con disposición a sacar la cara por todos, mientras los demás mantienen, si no actitud de servir a los capataces, si la de pasar desapercibidos en espera que alguien asuma el liderazgo mientras observan con discreción y prudencia. Es decir, se dicen así mismo, como solía decir alguien de mi afecto, "no te abalances", cuando creía no era conveniente fuese justamente uno y sólo, como "Tarzán de los monos", quien saliese a dar la cara tratándose de un asunto inherente a toda la comunidad.

Y no nos quedamos en admirar lo mesiánico y los mecenas, como suelen hacer en la mayoría de las cosas los pueblos, gobernantes, partidos, ajenos a nosotros, sino que nos creemos herederos y obligados a recoger sus banderas y salir al frente y en disposición de combate y jugarnos el resto, solos, mientras los demás miran desde lejos y hasta escurren el bulto.

Ese mesianismo que nos llevó de las costas orientales, pasando por los llanos y las cordilleras andinas venezolanas hasta allá, a lo más profundo del sur, donde nadie aparentemente nos había llamado, nos hizo sentirnos Padres de nuestra América y siendo así, dispuestos a los más grandes sacrificios. ¡Cuánto sacrificio, desprendimiento derrocharon los venezolanos en la lucha por la independencia de América! ¡Cuánto hemos tenido que pagar por ese creernos el hermano mayor, padre o mesías destinado a asumir un rol más allá de nuestros límites! Por eso decimos, hasta el fastidio, refiriéndonos al vecino, cual si fuésemos necios, "nuestro hermano", mientras recibimos a cambio una mirada cargada de suspicacia e insinuaciones.

En alguna parte leí, no sé si en un trabajo histórico o de narrativa, sobre uno de nuestros generales de esas tantas guerras internas que en este país se desataron, que fueron tan numerosas como para no sentir ganas de meternos más nunca en otra, quien solía escribir con mayúscula toda palabra usada en sus proclamas, con lo que pretendía ponerle más énfasis y fuerza a su lenguaje. Y eso también pareciera hablar de eso, de la grandeza de la tarea del mesías.

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