Chávez, Kléber Ramírez, el Psuv. El partido, la gente y “Fantomas”, pero el de Cortázar

Miércoles, 26/10/2022 03:23 PM

Estos temas me agobian y por demás están en mi interés. Me alarma como todavía, la vieja idea del partido bolchevique, la de los partidos comunistas, extendida a casi toda la izquierda, la del pequeño grupo ungido por la providencia, como mesiánico que, con sus discursos o plegarias, en medio de las crisis periódicas, momentáneas y hasta frecuentes, harían estallar la sociedad, sigue persistiendo y cuya comunicación con las masas, a las que en el discurso privilegia, es por demás lejana y hasta ausente. Los partidos siguen siendo lo mismo y, lo máximo que han logrado, es convertirse en maquinarias para ganar adeptos sólo para el ejercicio del voto, el respaldo o la indiferencia de la gente. Y también me alarma, pese sé, una cosa se deriva de la otra, hablo ahora sin importar el orden, se siga asumiendo la sociedad de hoy como si fuese aquella fabril y campesina de comienzos y hasta mediados del siglo XX.

Pero la alarma es mayor cuando en el "pensamiento revolucionario", toma fuerza la idea anti partido y se exacerba el rol del individuo. Es del partido en sí la culpa, no de las concepciones del mismo que se han impuesto.

Por eso, porque me agobia y desespera, suelo escribir sobre esto, pese eso se haga fastidioso y hasta haya quienes crean me interesa molestar determinados intereses, herir ciertos sentimientos y solidaridades. Pero en verdad, no cuesta probarlo o comprobarlo, siento necesidad de despertar la atención a retomar un rumbo, asumir una actitud para hallar las respuestas que los tiempos de ahora reclaman,

Confieso que determinar la concepción de partido que había asumido Chávez, me ha costado mucho esfuerzo. Observaciones, comparaciones, discusiones con mucha gente que solían decir con un simplismo, siempre para justificarle, "Chávez no quiere nada con partido"; algunos, hasta con frustración solían agregar, como para saldar la discusión sobre el asunto, "los partidos no sirven sino para que quienes los integran, se beneficien de su status y terminen traicionándome hasta así mismo". Pero llaman partido y aceptan como tal a las organizaciones de las cuales forman parte, que no son sino, unas más eficientes que otras, sólo máquinas electorales.

La disolución del partido o partidos, esos que supuestamente, "no sirven sino para que quienes los integran, se beneficien, etc. etc", estaría sujeto se haya llegado a la meta que ellos deben cumplir y su rol lo empiecen a jugar otras estructuras, como esas comunales de las cuales mucho se habla. Hacerlo antes parece un despropósito y lo mismo sería dejar los asuntos de la gente toda en manos de individualidades o de un estado "gomero", tema del cual hablaré más adelante.

Aquella práctica de crear estructuras, que desaparecían y daban origen a otras, por órdenes de arriba, sin que quienes las integraban llegasen a saber por qué y menos participar en el análisis y balance de aquel proceder, por largo tiempo me tuvo de cabeza y hasta molesto. Muchos artículos escribí sobre el tema, fundamentándome en mi experiencia sobre el asunto que no es poca. Los de arriba tampoco se molestaban en dar explicaciones sobre aquella conducta. ¿No había nada qué decir? ¿Se estaba procediendo por ensayo y error? ¿Se dudaba o temía que la militancia, aquella más experta y hasta curtida, no asumiera el concepto? No sé, no tengo respuesta.

Mi mayor asombro, angustia y hasta alteración del estado de ánimo, concurría con aquellas inexplicables decisiones, cuando llegado un momento electoral, en el ámbito o área de nuestros batallones o patrullas, hacían su aparición personajes que pocos o casi nadie conocía y por intermedio de una llamada telefónica, cuando se llegaba casi a los límites de lo humano, nos informaban que se les había designado jefes o coordinadores de lo electoral en nuestro espacio.

Aquella decisión que se comunicaba, la más de las veces, como dije, por teléfono, hasta un simpe mensaje electrónico, sin rostro, alma y menos impulso revolucionario, pero si de un acendrado espíritu burocrático, de paso dejaba sin efecto a los organismos de base que funcionaban aunque fuese precariamente y sin ningún tipo de enlace con las estructuras superiores, sin tareas ni reciclaje.

Lo de superior lo digo en su estricto sentido, porque decir intermedias, sería inexacto, pues eso no reflejaría la realidad; estas no existían. Parecía en verdad un proceder destinado a darle al partido una finalidad distinta y hasta exterminarlo. Por esto mismo, en aquel tiempo como ahora, consideré el llamado a disolver los partidos para que sus militantes se trasladasen al PSUV, un error garrafal.

Mucha gente llegó a culpar a gobernadores y hasta alcaldes, quienes ejercían de primeras figuras o líderes del partido en su ámbito, por disposición autoritaria desde arriba o electos bajo los efectos de su poder, si estos no eran de su gusto o simpatía, de aquella práctica que consideraban inadecuada. Otros, quizás mejores observadores, pudieron percatarse que de la misma forma se actuaba en el país todo. Por supuesto, no hay duda, que esa forma de hacer las cosas y operar el partido, facilita que cada quien se aproveche de las circunstancias por distintos motivos o concepciones, lo que no excluye la buena fe.

¿Cuánto clamamos, un buen número de venezolanos chavistas, para que los miembros del gobierno, excepción Chávez por razones muy particulares, no fuesen jefes del partido?* ¿Cuántas veces se valoró tal proceder como inconveniente y contrario al interés de la revolución misma?
Tal crítica llegó a alcanzar un nivel tan alto que, en un momento dado, el presidente la hizo suya, pero no tuvimos oportunidad que se pusiese en práctica. Pues él mismo dio muestras de no darle aquello el interés que merecía.

En una oportunidad, en el diario VEA, aquel de García Ponce, leí un trabajo con la firma de Ali Ramón Rojas Olaya, quien se identificó como Rector de la Universidad Católica Santa Rosa; debo llamar la atención a los lectores que, por el rango del autor, uno está tentado a tomar lo que allí se dice con el debido respeto y reconocimiento. También quiero agradecerle que me haya permitido acceder a una información que buscaba sin saber dónde.
Comienza por calificar el autor que cito, al hablar de Kléber Ramírez Rojas, como "uno de los teóricos más influyentes en la visión política de Hugo Chávez que desembocará en el 4 de febrero de 1992."

Luego agrega que, Ramírez "señalaba que la crisis del Estado venezolano se resolvía solamente con la liquidación y entierro de ese estado Gomecista, creando un nuevo Estado Comunero".

Intenté hallar el libro "Venezuela: La cuarta república", de Kléber Ramírez, que cita Rojas Olaya, para hablar con mayor certeza; o mejor quería leer esas opiniones de primera mano, pero no pude hallarlo. Pero creo en la validez de las opiniones e informaciones de quien lo cita.

Por eso, sin entrar en contradicción frontal por distintas razones, me pregunté de inmediato, ¿la Venezuela del año 1992, era tan simple como para definirla sólo como "un Estado en crisis" y, todo era tan sencillo como sustituir "el estado Gomecista"? ¿Es cierto eso tan simple que todo está en hacer de Venezuela un "Estado Comunero"? ¿No había nada en lo estructural y cultural de significación y complicado que demandaba una tarea descomunal, más allá de ese simplismo de hacerlo comunero, como quien da un pase de torero?

¿La Venezuela contra la que Chávez irrumpe, la de 1992, con todos los elementos de la sociedad, su composición social y las relaciones de ella con el capitalismo mundial, se podía definir sencillamente como un estado gomecista o "gomero" y para llegar donde se proponían los revolucionarios bastaba con liquidarlo? Ahora me asalta otra pregunta. ¿Era pertinente creer que el sólo proceso constituyente liquidaría eso que Ramírez llamó "Estado Gomecista" para que naciese el "Estado Comunero"? "Era sólo un asunto de hacer modificaciones al Estado? No parece eso muy inteligente.

Pero todavía me quedan más preocupaciones. Ali Rojas Olaya, nos ofrece el siguiente juicio de Kléber Ramírez:

"Los partidos políticos no son instituciones permanentes, tienen vigencia en determinado momento, luego su razón de ser desaparece o puede desaparecer, para convertirse en verdaderas empresas expoliadoras de las necesidades y esperanzas populares".

Empiezo por decir que lo primero que observo es que quien así habló metió a todos en el mismo saco, hasta al Partido Comunista Cubano, con el cual Chávez tuvo magníficas relaciones y esa forma de hablar suele pecar de exagerada. En el caso venezolano, no creo justa ni acertada tal sentencia. Si tomamos en cuenta que los partidos los forman hombres, entonces aquí no quedaría títere con gorra. No parece acertado, justo, científico y hasta generoso, decir los partidos necesariamente se convierten en "empresas expoliadoras….." Suena como una idea oportunista, anti partido y negadora del rol que a los partidos les corresponde, hasta tanto ellos sean útiles y necesarios; su extinción, estaría sujeta a circunstancias aún no muy claras y además, como la generación de un Estado de cosas que les haga necesariamente prescindibles; eso de calificarles tan feamente, tiene un sospechoso sentimiento y deseo autoritario.

Pero además, uno bien sabe, pues soy de esa generación, que Kléber Ramírez, pudo haber sido muy estudioso - cuando le conocí no tenía la fama de serlo -, tanto que era muy poco conocido, pero sí sé, sin duda, que su experiencia estuvo casi limitada a los avatares y tiempos de la lucha clandestina, particularmente los tiempos de la guerrilla, cuando los partidos se reducen y hasta se ven obligados a procederes mayormente autoritarios, por las difíciles circunstancias en las cuales viven.

Si el momento político, las circunstancias, permiten el ejercicio democrático, participativo y protagónico, que las masas se desborden en opinar y expresar sus deseos, insistir en lo del partido cerrado y vertical no es sino un disparate y hasta el actuar de un loco que ignora lo que fuera acontece y negar el valor imprescindible, insustituible de la multitud para el cambio. Y además, restar valor al partido o los partidos, en el mejor concepto de ellos, sería dejar todo en manos del Estado y la vanguardia. Pues el Estado comunero, dicho así para darle valor a lo expresado por Kléber Ramírez y matarle con su propia espada, suponiendo habló de uno manejado por el pueblo, la multitud, en nada se contradice con el partido o los partidos. En todo caso, eso sería asunto a resolver no antes sino después. Pero, sin duda, se contradice con la idea del vanguardismo inherente a las ideas de Ramírez.

Por supuesto, al decir que "su razón de ser desaparece o puede desaparecer", lo que revela una duda sustancial, refiriéndose a los partidos políticos, se hace una afirmación que pareciera como para el gusto de todos y suavizar lo que luego viene.

Uno de buena fe, pudiera pensar que no niega la necesidad de la existencia de los partidos, sino que llama o pareciera llamar a la vigilancia para que ellos se transformen de conformidad a la dialéctica de la vida. Lo que parece confuso es que Ramírez, califica a los partidos como epifenómenos, lo que de acuerdo al significado de la palabra pudieran no tener influencia en los acontecimientos, lo que luce como contrario a su necesidad.

Más adelante, Rojas Olaya nos muestra una larga cita de Ramírez en la cual, en lo esencial dice:

"La sociedad debe estar dirigida por quienes trabajan realmente, no por quienes viven del engaño a los demás".

Por su tremendismo luce como digna de aplausos y elogio; pero antes de seguir adelante, quisiera preguntarme, ¿en la sociedad venezolana y cualquiera otra, quienes trabajan? ¿La dirigen sólo quiénes trabajan? ¿No serían muchos o muy pocos?

Para entender mis preguntas habría que leer lo escrito por Kléber Ramírez, citado por Rojas Olaya:

"Sería más conveniente crear una Fuerza Revolucionaria Socialista, con una estructura horizontal de amplia participación que apoye el proyecto del presidente y su gestión".

De lo anterior, Ramírez espera que "conduzca a la transformación del hombre individual, hacia el hombre colectivo y políticamente formado…."

Para Ramírez todo se reduce a una pequeña Fuerza Revolucionaria, aunque él la llame amplia, por puro convencionalismo, que por su decisión no se llamaría partido, pues sería un pequeño grupo de ungidos, privilegiados, extraídos de un sombrero de mago y cuya finalidad primordial sería "apoyar al presidente". Y caso curioso, esa vanguardia se encargaría, por su propia disposición de hacer al "hombre colectivo" uno "políticamente formado". Lo determinante es que en eso no se deben meter muchos; sólo unos pocos para encargarse de manejar a la multitud a su saber y entender. Hay como algo de magia.

Esa estructura "horizontal", que pese serlo para un pequeño universo, no llegaría al fondo, la constituye una élite, pues la limita a "una fuerza Revolucionaria Socialista" o para mejor decirlo, una vanguardia, círculo pequeño o patota, que además, de acuerdo a lo anterior, es la que "trabaja". Entonces, pregunto: ¿trabaja en qué?

La "horizontal" vanguardia o esa "Fuerza Revolucionaria Socialista" de la cual habló Kléber Ramírez, no parece ser la multitud que está en las fábricas, escuelas hospitales y en todos los espacios donde se produce para la subsistencia y el bienestar social, la que "trabaja".

El aparato productivo de una sociedad no puede estar constituido por una "élite"; no puede estarlo desde las perspectivas cualitativas y cuantitativas. Eso es ajeno a cualquier modelo productivo.

Trabajan todos o una enorme mayoría y siendo trabajadores, deberían tener un rol importante en la conducción del proceso productivo y creativo de la sociedad. Entonces, el partido no podría ser una pequeña estructura "horizontal", pues no llegaría con eficiencia hasta el fondo, no escucharía el vocerío ni recogería con eficiencia la sabiduría y hasta el mandato popular. De esa manera si corremos el riesgo que el partido derive hacia una "empresa expoliadora". Pues allí se habla de una horizontalidad, derechos y oportunidades para decidir para una minoría, una élite.

Otra pregunta:

¿Si queremos transformar "al hombre individual hacia el hombre colectivo y formarlo políticamente", porque hacer del partido una pequeña estructura, sólo de hombres vanguardias?

Pero hay otras inquietudes, ¿el partido debe crearse para que apoye al presidente y su gestión? ¿Entonces, el presidente, no importa cómo se llame, está por encima del partido y toda la gente a quien este debe dirigir y de quién debe recibir los mandatos o lo que es lo mismo de la sociedad toda?
Este juicio es contrario a lo que el mismo Ramírez dice, citado por Rojas Olaya, "la única realidad es el pueblo, con sus necesidades, anhelos e inquietudes." Es sólo eso para él, un universo con necesidades a "resolver", pero únicamente por la voluntad de los ungidos.

Quiero terminar diciendo, como mi humilde aporte, todas esas cosas deben discutirse y no pasar por alto que, pese a todos los esfuerzos del gobierno en los tiempos de Chávez, su empeño en distribuir generosamente la renta, rescatar la soberanía y muchas conquistas sociales de las cuales debería gozar el venezolano, no hemos hecho mucho en eso de "avanzar al hombre individual hacia el hombre colectivo", en busca de formas de producción destinadas al cambio y temo que, una de las tantas razones, que eso causa, sea la verticalidad, autoritarismo, bajo compromiso de los partidos con la multitud. Pero no por los partidos, sino los hombres que los forman, sus viejas y autoritarias ideas.

Nunca me cansaré de decir, pese peque de repetitivo, todo eso no es más que una visión épica, romántica, heroica, de la vida y de la lucha social, derivada de las ideas emanadas de viejas lecturas o cuentos para dormir infantes. Y tiene mucho de Tarzán, Superman, el Capitán América o del Fantomas, de Julio Cortázar, el luchador invencible contra las multinacionales.

*Excluyo a Chávez por la naturaleza de su liderazgo. Uno nacido de manera como explosiva y sin competencia. Uno aceptado, de hecho, por las multitudes.

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