Izquierda, Derecha: América Latina, ensayo ideológico

Martes, 01/11/2022 03:20 PM

Un ratito para la izquierda, otro para la derecha. La izquierda dice "progreso" y la derecha "libertad", y la primera se sienta a la izquierda para protestar contra los reyes en tiempos de revolución francesa y la segunda a la derecha para ratificar consabidos poderes feudales. Así se sigue hasta ahora, levantándose del su asiento la derecha cuando fragua un golpe de Estado y la izquierda para revolcar o revolucionar.

Gana Luna y sucede a Bolsonaro en Brasil, pero el resto de los países ha pasado por tales transiciones: Perú, Chile, Honduras, México, Bolivia, Argentina y el oro puro de Colombia con Petro ha poco. Baluartes son Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde los pueblos han ratificado su orientación progresista mayoritariamente durante cada cita electoral. Bolivia también… Chávez, Maduro, Fidel, Ortega y Evo han conformado un matadero de ilusiones para los países imperialistas que sueñan con esclavizar a los pueblos y robar sus riquezas naturales. El eje del mal, en otras palabras. Remata la tragedia derechista el hecho que EEUU pierde fuerza hegemónica y se crecen China y Rusia en influencia en Latinoamérica.

Durante el ínterin político de cada parcela ideológica, la izquierda despliega apoyos y desarrollos en el área social, y la derecha se vuelca a perfilar la espontaneidad de los mercados, donde los capitales son especies de la selva. Entonces ocurre que la continuidad de gestión se pierde tanto en uno como en otro, en consecuencia en desfavor o beneficio de los pueblos según quien lo gobierne: pierde la izquierda con su ideal de liberar y cambiar el mundo hacia nuevas formas tal vez no definidas prácticamente por los teóricos en su tope final, y pierde la derecha con su cometido de oprimir para conservar las formas tradicionales de poder.

El camino socialista o marxista, minado de vacíos respecto de modelos prácticos probados en su concreción final, es básicamente poderoso, humanista y redentor mientras se transita, no sabiendo a ciencia cierta en qué derivará. La meta luce utópica, demasiado bella, platónicamente hablando, no experimentada fuera del campo fértil de la pensante filosofía; pero se le reconoce valentía feroz a su caminante respecto del futuro, aunque lo sospeche prácticamente vago. El capítulo soviético le propinó un golpe en el bajo vientre y los estudios sociológicos sobre las primeras sociedades humanas no pueden desprenderse de un inevitable idealismo que se ciega ante formatos superados de la convivencia humana. Tan versátil y jovial es la propuesta socialista que hasta hace poco Hugo Chávez estremecía al mundo con la nomenclatura bolivariana para la distribución de la riqueza: comuna, consejos comunales, CLAP, etc.

El camino conservador, por su lado, teme a la experimentación del futuro y se aferra a lo viejo ya probado aunque sea feudal. Llama un derechista libertad al derecho (derechos humanos) que tiene de vivir de acuerdo a sus formas viejas conocidas; su distribución de la riqueza se fundamenta en esquemas rígidos y conocidos que perpetúen el poder clásico de uno sobre todos (es decir, es nada distributiva). Por ello su teoría del libre mercado es maravillosa en tanto aniquiladora de la competencia económica que surja contra el señor feudal. Romper este esquema es catalogado como dictatorial y como una acción en contra de la libertad y los derechos humanos. El socialismo con gusto lo quiebra y es, por antonomasia, el enemigo a vencer. Comunismo, socialismo… ¡El coco!

De modo que una propuesta avanza sin saber concretamente a dónde derivará por lo utópico, enlistando a las masas en la aventura del progreso social, y la otra regresa a consabidos lugares por lo distópico, no queriendo tocar la quietud de lo histórico, de sociedades estatizadas. En esos ratitos en que un enfoque llega al poder, deshace lo orquestado en el ratito anterior. En tal aspecto, debido a la alternancia, América Latina en el mundo es un campo de combate y hasta de experimentación filosófica donde lustro por lustro la humanidad ensaya la busca del mejor camino.

No se podrá jamás decir en términos democráticos que una doctrina opera en contra del género humano debido a que es el hombre quien elige. Los pueblos eligen y corren con las consecuencias de sus decisiones. La genética, incluso, habla de configuraciones que hacen girar a una persona hacia la derecha o izquierda. Bastante falta por decir o probar. Humanísticamente la bandera la aferra la doctrina de izquierda por su afán de cambios hacia lo igualitario o justo.

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