La conciencia del deber social y el poder popular

Jueves, 17/11/2022 02:09 PM

¡Qué fácil es torcer la ley cuando no hay pueblo que la practique! Sin conciencia del deber social no hay poder popular. La organización popular no es posible en una sociedad fragmentada por el egoísmo exacerbado. El egoísmo nos cuida, el amor propio es sano, pero el egoísmo como doctrina nos destruye porque somos seres sociales y nos debemos a esa condición, a la sociedad. El socialismo es la idea de una sociedad justa en igualdad. La revolución socialista pretende cambiar un modelo de sociedad desigual de privilegios, que alienta en la población el individualismo y el egoísmo, en la base social que trabaja para ellos, para que nunca puedan reconocerse como clase social y se pueda organizar y enfrentar la injusticia y la desigualdad a la que han sido condenados. Ese reconocerse como clase social se llama "conciencia social", saberse ubicar dentro de la sociedad, y a un paso más allá está la conciencia del deber social. La práctica del socialismo sólo se puede ejercer con una conciencia superior, la de deberse a la armonía social, de tributar al bienestar social en cada acción humana. Sin ese estado de control de nuestras acciones es difícil que nazca un verdadero poder popular dentro de la población.

Vivimos en una sociedad que ha retrocedido años, hasta el punto de que la indiferencia es vista como algo natural. Cuando desaparece el interés común todo lo público es visto con indiferencia, nada pertenece a nadie, cuando se ataca la propiedad social brota el interés y la propiedad privada, se pierde el sentido de pertenecer a algo común, el sentido de nación se lo apropian unos cuantos, igual el de patria, inclusive de pueblo, se diluye el sentido de pertenecer a una "comunidad espiritual"; se pierde la "comunicación", el tejido que relaciona o vincula a los seres humanos en una causa común. ¡Patria socialista… o muerte!, aquello que clamaba Chávez al final de sus discursos, no solo era una arenga, en esa frase el calificativo de socialista tiene un sentido preciso, porque sin el socialismo el concepto de patria dentro de una sociedad fragmentada y excluyente no vale nada, es huero, si nuestra sociedad no comparte una causa común, si existen intereses encontrados, contradicciones sociales y económicas profundas dentro de la misma sociedad, si nuestra sociedad no cuenta con una razón superior para existir: para trabajar, producir y crear, procrear, educar, ¡para luchar!, ¡para vivir!... Pero eso solo es posible en una sociedad que trata a sus individuos con respeto, en igualdad de condiciones, que ha creado con un sistema de valores el cual nos inspira y nos une, más allá de las creencias religiosas. Igual pasa con los conceptos de Pueblo y de Nación, que cobran sentido solo cuando hay un espíritu compartido, un sistema de valores común, no solo leyes las cuales siempre serán precarias.

Las leyes no hacen a una nación. A la inversa, una nación hace las leyes. Una nación injusta hace leyes injustas y una justa hará leyes justas. Cuando estas leyes no son producto de un consenso social verdadero y cuando no benefician a las mayorías serán leyes arbitrarias, molestas e injustas, igual que las imposiciones arbitrarias del poder. Si las leyes no pueden reproducir en la sociedad los grandes ideales humanos de justicia e igualdad que las inspiran, las mejores leyes no sirven, se convierten en letra muerta.

Sin embargo leyes avanzadas como las nuestras, aun siendo sólo un "deber ser", sería posible que con ellas se pudiera educar y formar en cada individuo una verdadera "conciencia del deber social", el sentido de cooperación y de solidaridad a través de la acción política revolucionaria, con esfuerzo y voluntad política de líderes honestos. Pero, cuando ni siquiera se ha logrado formar una verdadera "conciencia de clase" en los trabajadores y demás marginados de la sociedad – conciencia de pertenecer a un estrato social, sabiendo que de él es casi imposible poder salir o ascender en la pirámide social – nuestra constitución y nuestras leyes, hechas para defender a los excluidos, a los más vulnerables, pierden sentido, legitimidad frente a la realidad que impone a la sociedad el mercantilismo con su lógica. Una sociedad rota necesita leyes rotas, por eso Maduro las tuerce, para darle legalidad a su despelote.

Adquirir "conciencia de clase", es un paso fundamental en la formación de una verdadera "comunidad", porque ello significa que hemos logrado entender que compartimos un destino común y semejantes condiciones de vida, nos reconocemos como iguales o igualados en la desdicha. A partir de ella es como se puede generar una nueva ideología, luchas, verdaderos cambios en la sociedad de los privilegios.

Pero si el modelo de vida que tiene cada uno de nosotros, que copiamos de los medios de información, la televisión y las redes sociales, es el de las prácticas sociales más mezquinas – incluyendo las de los líderes políticos que se dicen socialistas –; es buscar el éxito dentro de una sociedad enferma, poniendo por encima de todo lo material; es la ostentación; es que hay que superar la pobreza de forma individual, en una guerra de "todos contra todos"; es promover "emprendimientos" que lucran a unos cuantos y explotan a otros, es la trampa, la viveza, el dinero fácil; si el ideal social es salvarse de manera individual a costa del fracaso del resto de la sociedad, no hay ley revolucionaria ni constitución revolucionaria que valga, porque evidentemente contradicen el espíritu mercantilista impuesto por el capitalista a una sociedad domesticada para provecho de sus propios intereses… mercantiles.

La constitución de Chávez y sus leyes fueron hechas para que sus colaboradores les dieran sentido dentro de la sociedad, divulgaran su palabra, para que lo acompañaran en su revolución, para que salieran a la calle a cambiar el mundo con el ejemplo, convenciendo a las comunidades, estudiando, trabajando con ellos, pero lamentablemente lo dejaron solo (con honrosas excepciones) en ese esfuerzo tan importante, que fue también el de promover y redactar una constitución como la que hoy tenemos, y algunas leyes muy importantes.

Sin embargo, a pesar de esta realidad, después de la muerte de Chávez, todo ha sido torcer la idea de socialismo a fin de adecuarlo a la realidad dominada por una conciencia mercantilista, y por las prácticas de un capitalismo malo, impuesto por los que gobiernan este país. Todo ha sido hacer lo contrario de una revolución y torcer el sentido de las leyes y la constitución para que se justifique la existencia de la sociedad mercantilista, y un capitalismo de último mundo, chimbo, parásito,… hacer del "Estado de Derecho" un instrumento para terminar de corromperlo todo, torcerlo a conveniencia de un capitalismo trasnochado, hacer lo que, sin un pueblo "consciente" y que se pueda defender, y que se pueda resistir a sus trampas, sin "conciencia de clase" y mucho menos del "deber social", les ha resultado fácil, vender el capitalismo trasnochado como socialismo…, ¡Ya ni siquiera hablan de Estado socialista!, ahora es "Estado democrático o Estado participativo".

Sabiendo esto, ahora Maduro ha caído en el juego del leguleyo Alan Brewer Carías, y ahora dice cosas como estas…"Subrayó (Maduro) que estas leyes del Poder Popular han ido construyendo la nueva arquitectura del nuevo Estado, es decir "el Estado de justicia, el Estado democrático, el Estado participativo, el Estado de derecho", que algunos "llaman el Estado comunal (¿Quiénes serán esos?)".

Con Maduro, hace rato que se perdió la revolución, ¡o el sentido de revolución!, el cual es "cambiar – como dice Fidel – todo lo que deba ser cambiado", incluyendo los malos hábitos.

Una cosa es lo que (efectivamente) pasa con el poder en manos de gente mezquina, y otra la intención de empoderar a las comunas organizadas. Maduro no lo ha hecho hasta ahora – él ordena y el "poder popular" obedece – ni lo va hacer. Vuelve a torcer las leyes para adaptarlas a sus necesidades de controlarlo todo, menos su propio carácter e inclinaciones… a las necesidades de un gobierno aburguesado y autoritario, complaciente con los intereses capitalistas, su democracia burguesa, sus principios y leyes, con su lógica.

VOLVAMOS A CHÁVEZ

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