Eficiencia y majestuosidad bolivariana

Viernes, 06/01/2023 03:39 PM

Terminando el Acto de Graduación de Médicos y Enfermeras Especialistas del Sistema Público de Salud (13.12.22), el Presidente Nicolás Maduro pidió a los recién graduados una reflexión: "¿Qué más puedo hacer yo por mi amada patria Venezuela?"

Su pedido interpela a quienes nos sentimos comprometidos con el bolivarianismo del siglo XXI, los chavistas. Cada uno y cada una, con su conciencia, es libre para evaluar lo que está haciendo y contrastarlo con los valores reivindicados por la revolución bolivariana.

Como profesor de la UBV, nos propusimos este semestre mejorar la calidad de nuestras clases provocados por la sacudida nacional hecha por el Presidente Maduro con las 3R.NETS. Su idea central: "revolucionar todo lo que deba ser revolucionado". Asumimos el desafío.

Como "las ideas mueven montañas", nuestra contribución aquí pretende abordar algo inminentemente práctico para el bien de la patria, algo cotidiano muchas veces reconocido y luego dejado en el olvido sin consecuencias: la cultura de la irresponsabilidad y la desidia. Esa rémora colonialista que arrastramos y que debe ser vista, después de las agresiones criminales del imperialismo, como el otro gran factor responsable por nuestros problemas.

Para enfrentar el desafío con altura nos inspiran las palabras de Bolívar al final de su genial Discurso de Angostura (1819). El Libertador estaba seguro que al año siguiente nacería el embrión de la Patria Grande Latinoamericana, la Colombia bolivariana. Defendiéndola como un futurista Julio Verne de la política, nos convocó e nos convoca a construir un proyecto de humanidad con palabras que nadie ha podido igualar. Bolívar viaja en el tiempo diciendo que su imaginación "se fija en los siglos futuros" y desde allá describe las potencialidades naturales, económicas y humanas que nuestro continente ha desarrollado para beneficio solidario de la humanidad. A seguir y como consagración de ese proyecto, nos revela los valores más elevados que impulsan su lucha por la independencia de América: "Ya la veo sentada sobre el Trono de la libertad empuñando el cetro de la Justicia, coronada por la Gloria, mostrando al mundo antiguo la majestad del mundo moderno".

Al comparar esa grandeza creadora de Bolívar con ciertas miserias y mediocridades que a veces practicamos y que no podemos atribuir a las agresiones imperialistas, la única aptitud bolivariana posible es la de mea culpa y vergüenza. 200 años después, la majestad del mundo moderno proyectada por El Libertador sigue esperando mucho más empeño de nosotros. No se trata de negar ni de relativizar los logros de nuestra revolución. Somos una nación libre, soberana e independiente como pocas pueden reivindicarlo.

Hemos obtenido grandes conquistas sociales en vivienda, salud, deporte, educación y cultura que no siempre valoramos porque se nos olvida el descalabro heredado de la cuarta república. En lo económico se vislumbran señales importantes de recuperación que tardaran un poco para reflejarse en el salario de los trabajadores. Sin embargo, cuando respondemos a la crítica dura del pueblo por las fallas que acompañan nuestras conquistas, recién ahí y de manera reactiva reconocemos sus consecuencias desalentadoras. Admitamos, esas fallas restan credibilidad a nuestra apuesta por alcanzar "la mayor suma de felicidad posible". Los tanques pensantes gringos tomando nota del mal-estar montan sus campañas para exacerbarlo y nosotros tratamos de contrarrestarlas sin atacar el problema, echándole en cara a la derecha sus incursiones golpistas. Dos goles en contra. No respondemos las quejas del pueblo y nuestra denuncia de las perversidades del recurrente golpismo pierde fuerza.

Antes que Obama nos declarara "una amenaza inusual y extraordinaria", la situación económica de Venezuela era buena y estable. Mismo así, Chávez planteó el famoso "Eficiencia o nada". Luego, la situación sobrevenida de su enfermedad y la importancia que le dio al "Comuna o nada" nos hizo subestimar el freno que la desidia impone al desarrollo de proyectos comunitarios y solidarios. Por algo cuando Chávez se la jugó por las comunas también afirmó: "El espíritu de la comuna es más importante que la propia comuna".

Esa idea nos dice que donde falta el sentido de pertenencia, cuidado y dedicación, el espíritu comunitario y de servicio tendrá más dificultad para desarrollarse. Está comprobado que las políticas sociales más generosas no son capaces en sí mismas de crear el sentido de pertenencia y corresponsabilidad social. El potencial del Vivir Viviendo Bolivariano contenido en los casi 4 millones y medio de viviendas entregadas por la GMVV, no ha logrado comportamientos ejemplares en los urbanismos. Poco después de inaugurados, los viejos antivalores llevan a que los mismos residentes desmejoren su calidad vida. Una especie de auto saboteo inconsciente que sumado al perverso bloqueo desestimula la participación.

Nos ha faltado politizar lo cotidiano dotando de valores y prácticas al Vivir Viviendo. El espíritu de la comuna pasa por desarrollar el sentido de pertenencia a la Patria en las pequeñas cosas donde transcurre nuestra vida. Aprender a sentirla "hasta en las vísceras" decía Chávez.

No sabemos si el Comandante dejó de insistir en el "Eficiencia o nada" por las situaciones sobrevenidas o si fue por sentirse arando en el desierto. Lo mismo parecería estar viviendo a veces el Presidente Maduro. Pocos lo han acompañado en sus críticas al "minimalismo", entendido como ese proceder en donde la persona hace lo mínimo para cumplir su tarea sin cuidar los detalles para que esta quede impecable, majestuosa, como nos inspira Bolívar.

Así como Chávez no podía ser el alcalde de cada municipio, el Presidente Maduro tampoco puede convertirse en jefe de mantenimiento y responsable del control de calidad de lo que hace cada ciudadano. Mismo así insiste: "Tenemos que posicionar a Venezuela en la vanguardia de la eficiencia de las políticas sociales" (23.12.22). Debemos acompañarlo.

En transmisiones televisivas el Presidente se ha quejado con santa paciencia por fallas. Incluso ha reclamado cosas que había pedido con anterioridad. Tal vez pensará, como debe haber hecho Chávez, que es parte de la herencia colonial que tanto nos cuesta dejar atrás.

Partiendo de la majestuosidad invocada por Bolívar, son contadas las áreas en Venezuela que reúnen esa cualidad. Exceptuando nuestras maravillas naturales y la resistencia del pueblo a las agresiones imperialistas, con sus contradicciones, lo majestuoso se circunscribe en principio al Palacio de Miraflores, Fuerte Tiuna, Academia Militar, Cuartel 4F, Panteón Nacional y Mausoleo de Bolívar. Incluyamos el Sistema de Orquestas y las instalaciones del Teatro Teresa Carreño. Sumemos también las producciones artísticas, plásticas e intelectuales venezolanas que por su excelencia han trascendido nuestras fronteras. Casos de funcionamiento aceptable incluirían algunas instituciones públicas y privadas que operan al nivel de otras en la región. Hay casos mejores y otros, antes ejemplares, que decayeron.

Hablando de lo público y lo privado, debemos evaluar esa peculiar dualidad que practicamos en el país. Los mismos venezolanos que se comportan de manera poco ciudadana en las calles e instituciones públicas, al ingresar a los espacios privados (comerciales, educativos o de salud), asumen una actitud de respeto. Mismo con esa dualidad, las fallas y la falta de cuidado en lo público se hacen presentes también en la esfera privada. Nos acostumbramos a ellas como algo normal que luego es justificado: "Venezuela es así", "Esto no lo cambia nadie", "Caracas es Caracas", etc. La Venezuela bolivariana puede y debe darle un basta a esto.

El 5º Objetivo Histórico del Plan de la Patria nos orienta estratégicamente para enfrentar las causas del calentamiento global y definir políticas nacionales de protección a la Pachamama. Sin embargo, nos cuesta convertirlo en práctica ciudadana. Nuestra rebeldía antiimperialista no alcanza para igualar el comportamiento ejemplar mostrado por los sometidos japoneses en los mundiales de futbol. La extendida cultura de arrojar basura en nuestras ciudades, ríos, playas y montañas sigue haciendo sus estragos. Una forma curiosa de querer a Venezuela.

Podríamos hacer una lista de fallas conocidas que se reiteran, pero no es nuestro objetivo constructivo. Sin embargo, por lo simbólico, una debe ser mencionada por respeto al propio Libertador que nos inspira. Fuimos a Caracas, no como turistas ni como youtuber buscando imágenes interesadas para obtener beneficios. Fuimos al encuentro de la Caracas bolivariana como bolivarianos. Entre lo negativo, lo aceptable y lo positivo que podríamos encontrar jamás imaginamos que el mítico Panteón Nacional, tantas veces visto por la televisión junto al nuevo Mausoleo del Libertador, tuviese su entorno tan descuidado.

El Panteón estaba cerrado por mantenimiento y en consecuencia tampoco pudimos visitar el Mausoleo. Como se aproximaba el 17 de diciembre, en principio nos pareció comprensible, pero al caminar por esa especie de gran plaza que lo rodea, con el histórico Cuartel San Carlos a su costado, percibimos una situación nada bolivariana. Ninguna vigilancia. Ni policía, ni milicia, ni guardia, ni ejército. Papeleras llenas de basura a menos de 50 metros de los restos del Libertador. Frente al Panteón, en la estructura recubierta de mármol, faltaban varias lozas. Cerca de la misma, en el piso, al desagüe le faltaba una de las rejillas metálicas. Por último, sin más detalles que registramos fotográficamente, un viejo sofá abandonado tirado en la pequeña pendiente que separa el Cuartel San Carlos del Panteón. Descuido y ausencia de solemnidad en un espacio que por deber patrio nacional tiene la obligación de tenerla. La Venezuela Potencia que queremos construir exige que ese espacio irradie lo más sublime.

Esas observaciones críticas, pero constructivas por amor a Venezuela, jamás podrían haber partido de la derecha, pues ella es cómplice indisociable de esa cultura de no cuidar lo nuestro. La fomentó y se benefició de ella, rentismo mediante, en sus 40 años de cuarta república. Es su herencia. Para comprobarlo basta ir a los "municipios ejemplares" donde gobierna. Si limpia y ordena es por cuenta de algún jugoso negocio. Solo los bolivarianos podemos enfrentar y superar esa vieja cultura. Nos toca demostrarlo.

Planteamos una posibilidad para superar esto: (https://rebelion.org/3r-nets-revolucionar-para-entusiasmar/ – Feb 2022). Crear embriones de la Venezuela futura usando el "injerto socialista" planteado por Chávez, pero partiendo de un sector específico de la sociedad. Espacios con nuevas prácticas, sin minimalismo. Ejemplos de belleza, pulcritud, eficiencia y trato humano que nos enorgullezcan y sean replicados por personas e instituciones poniendo en acción un nuevo punto y círculo. Que funcionen al nivel del Palacio de Miraflores.

Recordemos, el Presidente Maduro quiere una Venezuela a la "vanguardia de la eficiencia de las políticas sociales". Lo que expusimos aquí son tendencias contrarias a ese objetivo que cualquiera puede identificar a lo largo y ancho del país siempre que se sensibilice y haga su autocrítica, dejando de ver estas cosas como normales. Nuestra lucha es al mismo tiempo contra el imperialismo y contra la desidia colonial. Aceptar que lo mal hecho es incompatible con la majestuosidad bolivariana. Ya lo dijo el Presidente: "Hay que aprender a escuchar, incluso cuando no nos gusta lo que nos dicen" (28.12.22). Gustando o no, necesitamos actuar con racionalidad y amor propio. Que estas reflexiones sirvan de estímulo para que todos revolucionemos lo que tenga que ser revolucionado, empezando por nosotros mismos.

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