Los herederos. Como en las monarquías, en Venezuela el poder y la representación se heredan

Martes, 31/01/2023 02:43 PM

Del trabajo que estoy haciendo de organizar mis archivos, pues ya es el momento para que comience a "recoger mis corotos" y no permitir mi trabajo, pese su baja calidad, no se pierda y los míos pueda conservarlo como un bello recuerdo del viejo, de repente surgen cosas como sorpresas. Y en efecto lo son, pero no porque aquello allí dicho hubiese sucedido, sino porque entre quienes antes se pronunciaron contra eso, pues se trata de un asunto propio de las viejas culturas, influidos por aquel viejo cuento y práctica ventajista, según la cual, los gobernantes eran descendientes de los dioses. Y hay una cosa extraña, por lo menos para mí lo sigue siendo. En Europa y Asia, nació esa idea para justificar la monarquía. En el primer de los continentes nombrados se les llamó reyes y hasta emperadores, cuando su gobierno, valiéndose de su crecimiento económico y poder militar, se lanzaba a conquistar territorios ajenos. Uno de los que más recuerdo, por su enorme significación, fue el Imperio Macedónico, aquel iniciado por Filipo II y llevado a su máxima ampliación por su hijo Alejandro Magno. En Asia sucedió exactamente lo mismo; es decir, en aquellas culturas superiores se habló de dioses y diosas, identificados con figuras humanas con enorme poder para disponer por el orden y la herencia en la tierra.

Pero es curioso, y hasta sorprendente, para mi lo es, que en aquellos pueblos o culturas inferiores, según el criterio de los europeos básicamente, antes que ellos llegasen por estos lados, también existió la idea de dioses o fuerzas superiores que habitaban en espacios lejanos. Y la curiosidad es mayor, porque los Incas, tuvieron como Dios al sol y sus jefes terrenales, a quienes el Inca Garcilaso de la Vega, en "Los comentarios reales", llamó reyes, lo que creo no debe ser cierto, sino que lo tomó así dada su influencia familiar, pues su padre fue español, como hijos del astro mayor del sistema sistema planetario solar.

Para mí, la visión Inca tiene mucho mayor valor y racionalidad, pues la fuerza, poder y determinación del sol sobre el planeta tierra no soló es real sino nada difícil de percibir y entender por muy obtuso que uno sea. Y lo es más que la idea de los dioses griegos antes de Cristo y la idea de Dios del cristianismo.

La sorpresa de la cual hablo en este caso, en un artículo escrito a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado, es el tema de la transmisión por herencia, en la IV República, practicada dentro de AD y Copei, de los "derechos de autor" o derivados del accionar político de los viejos a sus hijos. No se trata de hijos que, quizás, influidos por sus padres, también lucharon, se abrieron y conquistaron sus espacios en la política, sino muchachos anónimos y hasta anodinos que recibieron en herencia el derecho a usufructuar los espacios y ventajas ganados por sus padres, como quien hereda los bienes materiales.

Y es sorpresa, porque uno percibe eso, como poniéndose de moda y volviéndose práctica dentro de un espacio donde antes lo combatió con denuedo y hasta como quien quiere exterminar el malojo.

En mi generación todo el mundo, en cada espacio y en la nación toda, percibía el crecimiento de los jóvenes en la política. Les veía participar en diferentes espacios y en los medios destacaban. Eso era usual en AD, PCV, COPEI y hasta en URD, pese el excesivo personalismo y egocentrismo de Jóvito Villalba. A los muchachos se les veía crecer cultural, intelectual y políticamente y por eso era muy frecuente escuchar expresiones como "ese carajito va a llegar lejos, se le ve la clase".

Ahora no. Los dirigentes surgen impuestos del silencio y la nada como en el pasado reciente, no el de mi generación, que criticamos y cuyos nombres están abajo. Y lo más grave del asunto no es eso, sino que esa práctica la asume un universo que emerge como heredero de quien antes eso mucho criticó y condenó.

Es el estilo Corea del Norte, que siendo de ahora, imita a los viejos imperios, culturas y las decadentes monarquías europeas, que se mantienen por puro formalismo y concesiones a las clases dominantes que de eso se valen como una manera más de mantener el control y poner freno a los cambios.

Les invito a leer la vieja crónica que sigue sin despegarse de la realidad. Advierto al lector que, Fucho Tovar, fue el dueño de la empresa Conferry, la de los traslados a Margarita y de diarios en Barcelona y Porlamar.

El hijo de Fucho

Eligio Damas

Naturalmente, siento mucho la muerte de Rafael Tovar. Y no puede ser de otra manera; hombres de origen humilde como él, capaces de abrirse paso hasta donde pudo hacerlo, en una sociedad tan borrascosa e injusta, merecen aprecio y reconocimiento. Y digo esto, antes que se piense lo contrario, por lo que voy a plantear.

Una vez más la cúpula copeyana da muestras de miopía y empeño en reñir con la historia. En un momento cuando pugnamos por deslastrarnos de lo malo del pasado, aquel contubernio insiste en razonar como si aquí no pasase nada.

Uno de los aportes perniciosos a la República democrática y representativa del puntofijismo, que es lo mismo que decir de AD y Copei, fue la transmisión hereditaria de las cuotas de poder. Se trajeron, de las monarquías anteriores a las sublevaciones democráticas y la introdujeron de contrabando en nuestro sistema, la práctica del usufructo de los cargos del Estado por herencia. Y empezaron, cree uno, cuando hicieron parlamentaria a la esposa del cojo Malavé Villalba, una vez éste fallecido. Un hijo de Francisco Olivo, a la postre presidente de la CTV, lo sacaron de la nada y lo convirtieron en Presidente del Concejo Municipal del Distrito Sucre, en el Distrito Federal. Por desgracia para ellos, el muchachito les salió con malas cuentas, terminó en desgracia y volvió al anonimato de dónde provino.

Morel Rodríguez, el viejo maestro de escuela, ancestral dirigente de los adecos margariteños y por eso gobernador sempiterno, y en efecto lo es, porque al irse, no sé si por viejo, no habiendo dado nada, pues nada tenía, se fue a descansar, disfrutar u ocuparse de las fuertes inversiones que, según se decía abiertamente tenía en España, dejó en su lugar a su hijo del mismo nombre.

Uno o dos muchachos, muy grises ellos por cierto, por el sólo hecho de ser hijos de Andrés Eloy Blanco, los pusieron a calentar banco por años en la Cámara de Diputados. Y hasta Caldera nombró gobernador y jefe destructor del chiripero a un hijo suyo, circunstancia ésta por la que uno apenas lo recuerda. Salas Romer puso de gobernador en Carabobo a su niño Salas Feo, quien haciendo honor a su apellido materno, y en gesto de inmadurez, salió con un desplante contra Chávez, en la primera reunión de los nuevos gobernadores.

Y la lista es larga. Uno se cansaría de leer una tan extensa como la libreta telefónica. Aquí en la región abundan muestras de tan nefasta práctica. Por supuesto, hay quienes se han abierto paso con su propio pulso y basándose en eso que llaman peso específico. En nada tuvo que ver la figura de papá o del esposo. Cada cual al evaluarse sabrá en qué categoría cabe. Pero hay casos tan escandalosos o vergonzosos, diría uno con cierta humildad, que provoca llamar ya a un referéndum para borrar esa mancha.

Y ahora, los copeyanos de Margarita, en el umbral del proceso Constituyente, cuando la sociedad clama por votar el lastre, salen con que su candidato será el hijo de Fucho, sólo por eso.

En esto no hay nada personal. Ni siquiera sé cómo se llama el crío. De lo que se trata, amigos de la tolda copeyana, es que si el heredero es merecedor de tal reconocimiento, que salga a confrontarse con la sociedad civil, especialmente en el universo de los verdes, y gane el puesto de candidato. Pero planteado así, "nuestro candidato será el hijo de Fucho" - ni siquiera su nombre mencionaron - suena a lo mismo. A contubernio, a cogollo a antipática pretensión hereditaria.

Por fortuna para la inteligencia del país, recientemente, no uno sino los dos hijos de Fucho, informaron que no estaban interesados en competir por la Gobernación de Nueva Esparta. Y es obvio que esa manifestación les honra, porque el verdadero liderazgo no se hereda y, parodiando la vieja canción hispano-caribeña, "no se compra ni se vende". De nuevo Luis Herrera y su gente ponen la torta.

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