El 23 de Enero, una fecha luctuosa y nefasta para Venezuela.
Otra vez se ha llegado, como ocurre todos los años, a un nuevo 23 de Enero. Y de nuevo, como también ocurre todos los años, los manidos y repetitivos discursos con los consabidos denuetos, dicterios e insultos, contra el general derrocado en esa áciga fecha. Y como en esos discursos son más las cosas que se ocultan, las que no se dicen y que por respeto a la verdad histórica debieran decirse, creímos conveniente dar a conocer esas partes que irresponsablemente se les escamotean a los venezolanos de hoy.
Y creímos conveniente hacerlo, por varias razones. La primera de ellas se debe a que, por haber vivido y presenciado los hechos relacionados con el gobierno del general Marcos Pérez Jiménez, soy, con respecto a los mismos, un testigo de excepción; es decir, que no somos unos metiches ni alguien que se benefició directamente de ese gobierno. La otra razón tiene que ver con las nuevas generaciones de venezolanos. Las cuales, por haber sido escrita la historia de ese período por los enemigos del general, tienen de esa etapa de la vida venezolana una visión, no sólo incompleta, sino también, además de distorsionada y falsa, profundamente interesada y acomodaticia.
De allí que con el sano y desinteresado deseo de colaborar – a los noventa y un años es poco a lo que se puede aspirar, salvo a la salud – con el restablecimiento íntegro de la verdad, hayamos escrito el artículo adjunto, que puede que adolezca de múltiples fallas y defectos de tipo redaccional, y que, en el mismo se hayan dejado de incluir, ciertamente, muchas otras obras, como los bloques del 23 de Enero, la pista de patinaje sobre hielo, el hotel Humbolt y el Hospital Universitario de Caracas, por ejemplo. Pero lo que también es cierto, es que ese escrito nuestro se ciñe estrictamente a la verdad; que en ninguna de sus líneas existe una sola letra, producto de la falsedad y la mentira. Y si no se cree, si se duda, pues ahí están las múltiples del derrocado Presidente para confirmarlo.
En resumen, fue tan intenso y tan amplio el proceso de transformación y modernización que se vivió durante la dictadura del general Pérez Jiménez, que hizo de una Venezuela profundamente atrasada y rural, un país próspero y moderno, y de Caracas, su capital, una pujante y progresista metrópolis. En este sentido, fue tan fuerte el impacto que en la población produjo ese proceso, tan impresionante y al mismo tiempo tan cautivador y asombroso, que el propio Billo Frometa no pudo sustraerse a su propio hechizo y lo inmortalizó en una canción, cuyo elocuente título es ya de por sí un fiel testimonio de lo que estaba sucediendo. El título de esa canción es "Caracas Vieja". Una melodía en la que en un tono nostálgico se hace referencia a una Caracas vieja y antañona, que rápidamente estaba llegando para traernos los beneficios de la civilización y el progreso.
Y es esto, que se cumplió en el breve lapso de diez años, lo que los cultores de la mentira, los que no han servido más que para robar y engañar, cuyos fracasos no han podido ser más evidentes y notorios – y más trágicos también – han estado tratando desesperadamente de ocultar mediante el truculento cuento de la democracia.
Otro de los hechos por los que se distinguió el gobierno del general Pérez Jiménez, a parte, por supuesto de sus obras, y que lo diferenciaba de las dictaduras fascistas, era que en su gobierno no había presos de conciencia; es decir, que no se perseguía a nadie por su forma de pensar, como después ocurrió en la llamada democracia. Ejemplo de lo dicho fueron, entre muchos otros, Antonio Esteves, autor de la Cantata Criolla o Florentino y el Diablo y director de la Sinfónica Venezuela. Luis Alfonso Larraín, director y propietario de la orquesta popular del mismo nombre y el profesor Manuel Andrade, cuya brutal experiencia vivida durante el nefasto gobierno de Betancourt exponemos en el artículo que sigue a continuación de estas líneas.
Ninguno de estos ilustres venezolanos, ideológicamente comunistas convictos y confesos, fue jamás acosado o perseguido por sus creencias políticas. Como sí lo fueron en la democracia quienes de alguna manera se declararon partidarios de esa doctrina revolucionaria, o de cualquier otra contraria al régimen surgido el 23 de Enero. Por eso, el error en el que incurrió la dirigencia del Partido Comunista de entonces, al confrontar por todos los medios, y en unión con Acción Democrática, Copey y U.R.D., al gobierno de P.J. Y ello, sin tomar para nada en cuenta que si bien es cierto que ese gobierno mantenía conculcadas las libertades, no es menos cierto que mantenía también una política nacionalista y patriótica frente a los desmanes de los Estados Unidos; razón por la cual éste le da el golpe de estado y se lo entrega después, detenido, a la guanábana, o sea, el gobierno de AD y Copey. Este hecho ha debido haber obligado al PC a adoptar, frente al dictador, una actitud, si no de apoyo, por lo menos otra más tolerante y conciliadora; otra que tratara de persuadir al gobierno acerca de la necesidad de adoptar una política menos auditoría y represiva.
Pero el mencionado no fue, desde luego, es único error en que la dirigencia comunista incurrió. Porque también se supo de apagafuegos, cuando el pueblo de Caracas, al conocer los resultados de las elecciones del 58, se echó a las calles multitudinariamente para protestar y desconocer unos resultados que le daban el triunfo a Acción Democrática. Con lo cual ese pueblo demostró tener una mayor intuición política que quienes, para ese momento, estaban al frente del Partido. Entonces, sí es verdad que estuvimos a punto de una auténtica insurrección popular. Ésta no se produjo, sin embargo, porque el Partido Comunista, que para entonces tenía una gran ascendencia, intervino para apaciguar los ánimos. ¿Resultado? El gobierno más criminal y ladrón que haya tenido el país a lo largo de su accidentada historia, el gobierno adeco.
Finalmente, de lo expuesto se desprende una verdad irrefutable: los adversarios y enemigos de Pérez Jiménez son o han sido de hecho, aliados y simpatizantes de los partidos de la cuarta y colaboradores activos del imperialismo.
Todavía en ninguna parte del mundo se ha adquirido conciencia acerca del daño cultural, desde el punto de vista de su formación intelectual y académico, que esos teléfonos portátiles le están causando a la juventud. Es mayor el perjuicio que el beneficio, porque es como una droga.
Rosales, a través de su secuaz en la alcaldía, le está quitando poco a poco el gas a los hogares marabinos ¿Con qué objeto? Con el devolver a reactivar las "Bomboneras", de las cuales él y su esposa son sus principales accionistas.
Hemos venido observando en VTV algunos micros en los cuales se destacan, de manera prominente, las acciones negativas del gobierno de Pérez Jiménez. Se destacan, concretamente, la tortura y la corrupción. Y es verdad, ese gobierno estuvo incurso en esos delitos. Pero el gobierno del mencionado general no fue eso lo único que hizo. Hizo también otras cosas que un análisis objetivo y riguroso, inspirado en el sano deseo de hacer prevalecer la verdad histórica, no debían ocultarse, máxime cuando el suyo no ha sido el único gobierno ladrón ni torturador que ha tenido este país.
Del nativo del estado Táchira se dicen muchas cosas. La mayoría de ellas impregnadas por el cuestionado afán de sacarle algún provecho político a las falsas historias que, con una ligereza impresionante, se repiten por todos los medios. Por ejemplo, se dice que la salida del general del gobierno se debió a una insurrección popular. Falso. Y lo prueba el hecho de que el día 22 de Enero, un día antes del abandono del cargo por parte del dictador, la capital se encontraba, pese a la cantidad de rumores que circulaban por la ciudad, en la más completa y absoluta calma. Nada hacía presagiar el desenlace que la crisis política, cuyo único escenario era el Palacio de Miraflores, tendría pocas horas después. Y si había alguien ajeno a esa crisis, era precisamente el pueblo de Caracas.
Y esa actitud de indiferencia del pueblo acerca de lo que en las alturas del poder estaba ocurriendo, no tenía nada de extraño. Era, si se quiere, hasta normal, pues si en lo que sucedía arriba se estaba decidiendo el destino político del gobernante de turno, aquí abajo se estaba dilucidando el campeonato de la liga del béisbol profesional venezolano. En efecto, ese día 22, víspera de la salida de Pérez Jiménez del gobierno, la atención de la mayoría del pueblo de Venezuela estaba concentrada en el campeonato de béisbol profesional venezolano. Ya que este torneo se encontraba celebrando los play off de la liga, de donde habría de salir el equipo que representaría a nuestro país en la Serie del Caribe. Lo que viene a desmentir de una manera contundente e inapelable, la especie de la insurrección popular como el factor que determinó la caída del régimen.
La verdad, la única verdad, si es que pueden existir varias verdades sobre un mismo hecho, es que esta caída se debió a otra cosa menos espectacular. A un putsch palaciego, urdido y planificado por quienes están acostumbrados a derrocar gobiernos por la vía del golpe de estado. Especialmente, contra aquellos regímenes que representen alguna amenaza para sus intereses en la región, y que no son otros que los Estados Unidos. Y Pérez Jiménez, que lo menos que se le podría reprochar sería su falta de patriotismo, estaba haciendo algunas cosas que irritaban profundamente al gobierno norteamericano.
Por ejemplo, construyó la siderúrgica del Orinoco, una empresa estratégica que, por sus ventajas comparativas y competitivas, se estaba convirtiendo en un fuerte competidor de los productos siderúrgicos norteamericanos en el área. Pero además de eso, también propició la instalación de un reactor nuclear en Pipe, el primero en Latinoamérica y que fue algo que constituyó todo un desafío frontal al imperio. Por otra parte, entre sus proyectos más ambiciosos estaba la construcción un sistema ferroviario que no sólo cubriera todo el territorio nacional, sino que además permitiera sustituir al costoso e ineficiente sistema automotor, como único medio de transporte de pasajeros y mercancías que existía y todavía existe en Venezuela. Lo que representaba un duro golpe para las empresas automovilísticas del imperio y, especialmente, para aquella de la que los gobiernos gringos decían…"lo que es bueno para la General Motor es bueno para los Estados Unidos". Lo que en contrario podría traducirse en…lo que es malo para la General Motors también es malo para los Estados Unidos, y ese plan ferroviario era malo precisamente para, entre otras empresas automovilísticas, la General Motors.
Y en cuanto a su gestión administrativa ¿qué podría decirse? Bueno, que dudamos mucho que haya habido un gobernante en Latinoamérica que hubiera hecho tanto con tan poco y en tan poco tiempo, y si con alguien podría compararse MPJ sería con Juan Domingo de Perón, un gobernante profundamente nacionalista que había llevado a Argentina al borde del despegue económico, es decir, a la industrialización del país. En tal sentido, es realmente asombroso lo que Pérez Jiménez hizo en materia de obras públicas. Porque en aquella época, anterior a la OPEP, no era como ahora, que los precios de nuestro petróleo lo fija el mercado internacional de los hidrocarburos. Nada de eso, porque, dicho sea de paso, quienes establecían el precio del petróleo eran las propias compañías petroleras que lo compraban. En efecto, éstas se llevaban nuestro petróleo y luego se nos aparecían diciendo que lo habían vendido con descuento… "y aquí tienen lo que les toca" –nos decían-. Pero resulta que a quienes les vendían nuestro crudo era a sí mismas, a las empresas que pertenecían a un mismo cártel, a una misma casa matriz. "es decir, que nos pagaban lo que realmente les daba la gana, pues el precio lo fijaban, como hemos dicho, las propias concesionarias. O lo que es lo mismo, no el vendedor sino el comprador, con lo que se despachaban y se daban el vuelto.
Esto es importante saberlo, porque permite deducir cuánto podría estar recibiendo el estado venezolano por la venta de su petróleo… una miseria. El equivalente a un precio de 1,50 a 1,75 dólares por barril. Y sin embargo, con esa miseria y en apenas 10 años, el general construyó, como ya dijimos, la siderúrgica del Orinoco; la autopista Caracas la Guaira, con sus boquerones y con lo que para la época constituyó todo un alarde de ingeniería: el viaducto; el paseo Los Próceres, una obra tan monumental, que causó la admiración y sombro al presidente de Francia, Charles De Gaulle; el centro Simón Bolívar; la avenida Bolívar; la Ciudad Universitaria, con todos sus estadios; el hipódromo La Rinconada, el teleférico, el hotel Humbolt, el Hospital Universitario, los bloques del 23 de Enero, el Pulpo. Y en Maracaibo, el imponente Hospital Universitario, que constituyó toda una referencia para Latinoamérica en materia de
salud. Y había empezado la construcción de un moderno acueducto en Maracaibo
cuando fue infortunadamente derrocado. La consecuencia de este para muchos infaustos sucesos es que desde entonces esta ciudad y otros municipios vecinos, han vivido sumidos en una permanente y calamitosa crisis en cuanto al suministro de agua se refiere. Y eso, a pesar de la danza de los millones que inundaron el país inmediatamente después del derrocamiento de la dictadura. Pero lo que desmiente categórica y definitivamente la especie de que el dictador fuera derrocado por una insurrección popular, es el famoso pacto de Nueva York. Un pacto promovido por el Dpto. de Estado de los Estados Unidos, y en el que se planificó la entrega del país a los consorcios extranjeros.
Y en cuanto al estado general de la economía, ésta, francamente, no podía ser mejor. Y si habría que calificársele de alguna manera, pues no podría hacerse de otra forma que de envidiable, de ampliamente satisfactoria si la comparamos con lo que en relación con esta materia ha sucedido después. Expresión de esto era el hecho de que la inflación constituía un fenómeno prácticamente desconocido en el país. Igual sucedía con el desempleo, que se situaba muy por de bajo de los niveles existentes en América Latina. Por otra parte, la moneda metálica de más alta denominación, el fuerte, no era de hojalata, como la que en su sustitución pusieron a circular los adecos, sino de plata, el metal más precioso después del oro. Y como colofón a esta situación que pareciera un recuento de maravillas, regía el tipo de cambio de 3,35 bolívares por dólar. Y para terminar este paso rasante por la economía, no podríamos dejar de destacar el hecho de que al poco tiempo de haberse encargado Betancourt de la presidencia de la República, se produjo la devaluación de la moneda al establecerse un tipo de cambio de 4,50 por dólar. Y a partir de allí y del viernes negro copeyano, la inflación no ha hecho otra cosa que crecer constante y desmesuradamente. Pero además de todo lo anterior que se nos había pasado por alto a pesar de su importancia y significación, es que creó el Seguro Social y dejó sin deudas el país
En vista de todo lo anterior, pues, no es de extrañar que al poco tiempo de derrocado el General y del establecimiento de la democracia en Venezuela, empezaran a aparecer en los muros de la capital y del interior del país letreros como este: "perdón Pérez Jiménez"
"Perdón, mi general". Y en cuanto a su condición de venezolano ejemplar, profundamente celoso de la integridad y seguridad de su país, no podría decirse sino que fue uno de los Presidentes que más hizo por elevar la conciencia nacionalista y patriótica de nuestro pueblo. En tal sentido, no se conformó con construir monumentos en homenaje a los héroes de la independencia, sino que creó la Semana de la Patria, una semana dedicada exclusivamente a exaltar lo valores de la nacionalidad venezolana. Por eso, no hubo establecimiento educativo del país ni dependencia oficial que no organizara durante ese período, charlas y conferencias en torno al tema de la independencia y de las hazañas de sus valientes próceres. Pero no se quedó allí tampoco, porque como complemento de estas actividades, decretó que todo venezolano desde los 18 hasta. creo, los 35 años, debía asistir todos los sábados a los establecimientos y cuarteles militares más cercanos a sus residencias a fin de recibir instrucción militar.
Con lo dicho no estamos defendiendo la dictadura como forma de gobierno. Sin embargo, también debo decir que no todas las dictaduras son iguales. Existe, por ejemplo, las dictaduras fascistas, terroristas, que responden a los intereses del imperialismo y al gran capital. También las revestidas de una falsa apariencia de democracia, como las de la 4ta. República. La de Pérez Jiménez no fue una dictadura fascista. En este sentido, mucho más fascista que el del General fue el gobierno de Betancourt, cuyo lema era disparar primero y averiguar después.
A este respecto, quiero referir la siguiente anécdota que demuestra fehacientemente lo que acabamos de decir. En efecto, en tiempos de Pérez Jiménez se desempeñaba como director de la escuela Rafael Urdaneta de Maracaibo el Profesor Manuel Andrades, mejor conocido por el cariñoso apelativo de Manuelito, un excelente docente y una inmejorable persona, Este insigne maestro militaba en el Partido Comunista, pero su actividad política se limitaba únicamente a cotizarle al Partido; fuera de esto, no realizaba ninguna otra actividad política.
De esto estaba perfectamente enterado el gobierno dictatorial, que no actuaba contra él por considerarlo absolutamente inofensivo, y porque, además, era un extraordinario docente. Pues bien cae el General y llegan los adecos al Poder. Un día, intempestivamente, se presenta en el plantel una comisión de la temible Digepol, un cuerpo policial ferozmente represivo, y sin más trámites y explicaciones, esposa, delante de los asombrados maestros y alumnos, al Profesor Andrade y se lo llevan preso. ¿Por qué? ¿Qué había sucedido? Que una maestra adeca, de nombre María de Queipo, había denunciado ante el cuerpo represivo la filiación política de Manuelito. Y por eso, sin haber cometido ningún delito, sólo por simpatizar con el Partido Comunista, fue detenido y expulsado del magisterio el insigne Profesor Manuel Andrade. A las pocas semanas, la maestra adeca fue recompensada con el cargo de sub-directora del plantel. Cosas verdes, Sancho.
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Debido a que un lapsus montis me hizo olvidar colocar al final de mi artículo anterior -Acerca de Daños Causados por entes del Estado- mi correo electrónico, a fin de que el destinatario del mensaje, el gobierno nacional, supiera adonde dirigir su respuesta, la colocó a continuación