Yo también siento deseos de evadirme. ¿No es mi derecho? La Hipnopedia Moderna

Sábado, 04/02/2023 06:00 PM

Desde hace un tiempo atrás, vengo meditando sobre mi conducta, por supuesto, inmerso en un significativo estado deprimente. Lo estoy por muchas cosas. "Primero y principal", como solía decir mi suegro, por la reciente muerte de amada compañera, a quien no puede ni podrá sustituir nada ni nadie.

Alvin Toffler, "En un mundo feliz", habló de la Hipnopedia, es decir de un proceso de aprendizaje a través del sueño durante la niñez, al cual me refiero y confieso, pese lo evidente, es para evadirme, pues también tengo derecho de hacerlo; siento una gran necesidad por tranquilizarme y ver sI mi suerte y destino cambian. Pues las cosas, hechas de una manera persistente suelen atraer sólo las mismas y al parecer, eso como que poco ayuda. Otros lo han hecho hablando del imperialismo en abstracto y como quien lo hace de un boxeador que, enfrentado al mío, a este jode porque es un tipo malo y por tanto cruel y despiadado. El mío sólo es digno de lástima y víctima de aquel "mala conducta ciudadana". Y también hablan de la cultura y herencia etrusca y las guerras del Peloponeso, para olvidar el presente y, como decíamos en Cumaná, "pasar agachao".

No obstante mi estado emocional, entiendo que es complicado, difícil e indelicado, como acabo de decir en un tuiter, asumir lo inmediato, lo que ahora sucede en Venezuela, sin analizar el movimiento que lo precedió, por lo menos de unos 30 ó 40 años atrás, lo que incluye la gestión del comandante Chávez. Dije en ese tuiter que, no se explica suficientemente el fenómeno de los 60, el inherente a Cipriano Castro y Gómez, si no retrocedemos a la guerra de Independencia y Federal. El presente no se explica o no se entiende sólo en el presente y tampoco en el pasado inmediato. Y menos en los hechos y circunstancias inherentes a la intimidad, haciendo abstracción del mundo circundante. Eso sólo lo hacen los interesados "en pescar en río revuelto" y es como "echarle la culpa al más pendejo".

Son muchas las cosas que explican lo que ahora ocurre. La herencia de la economía rentista de hace casi cien años, las políticas inherentes a la dependencia económica propias de aquella, los programas de sustitución de importaciones, que vienen del pasado y los evidentes errores, excesos e inhibiciones cometidos en más de una década de gobierno del comandante Chávez. Como los repetidos por este gobierno, más las limitaciones y ataduras que heredó, como aquellas derivadas de la falta de un liderazgo coherente. Con el agregado que, por todas esas circunstancias, ha terminado como atado y hasta haciendo concesiones, obligado por la realidad que le avasalla, tanto que, en lugar de discutir lo salarial con los trabajadores mediante el derecho a contratar de estos, ha optado por una versión "mejorada" de la tripartita, sin una verdadera representación obrera y la intromisión de la OIT, que pese su nombre, en nada, ni antes ni ahora, ha reflejado los intereses la clase cuya representación asume, para más vainas, internacionalmente.

Este cuadro de dudas, mezclado con mi depresión, estado de ánimo que no es ajeno a mi pobreza material, mi menguado salario, el de mis propias hijas y mi única nieta, de las tres que tengo, que trabaja, médico de profesión, me pone a pensar en la necesidad de evadirme, pero más que todo para inventarme, como dijo Alvin Toffler, "un mundo feliz". Y para empezar con esto y no dejar de escribir y publicar por este medio, pongo un trabajo del pasado.

Tome en cuenta el lector que fue escrito en 1975, cuando el capitalismo venezolano tenía unos rasgos distintos al de hoy, sobre todo en que los deseos de consumir no han disminuido por aprendizaje y racionalidad, sino que los hechos, las políticas, han hecho posible que el grupo bendecido, aquel que siempre mantiene el "divino derecho a acumular", lo sigue haciendo, sin necesidad que esas "ansias artificiales por consumir", provocadas por el mecanismo publicitario del sistema del cual habló Vance Packard , hayan aumentado en Venezuela, a lo mejor hasta han disminuido, pues nos venimos acostumbrando a lo menos que precariamente tenemos acceso, sin que aquél deje de seguir enriqueciéndose, acumulando groseramente y hasta a mayor velocidad, en grupo reducido, pues los pegados artificialmente por la abundancia han desaparecido y confundidos en la multitud. Y aquel, el que sigue acumulando vorazmente, lo hace produciendo menos, disminuyendo el consumo, brutalmente el costo de la mano de obra y creando con ayuda inesperada, eso sí, por su esfuerzo, plan y los brutales errores de su "adversario histórico", que pareciera, eso sin quererlo, no sin torpeza, haber cambiado de equipo.

Claro cuando hablo de la disminución de los deseos de consumir por demás en Venezuela, lo hago de la multitud, pues es verdad y asombroso, que en el país de hoy, se ve en la calle, como si uno soñase, caravanas de carros Ferrari, como no se vio en los tiempos ni siquiera de "La gran Venezuela" de CAP. Y es que, el capitalismo muta y uno pareciera intentar aprehenderlo y entenderlo, como si fuese el mismo de comienzos del siglo XX.

Son muchas pues, las razones para evadirme y ponerme a hablar como si estuviese en las nubes. Tengo razones y derechos.

Bna. , 13 - 12 - 75

Alvin Toffler en "El Show del futuro" obra muy leída en Estados Unidos y en Venezuela, refiriéndose al pasado reciente del capitalismo, afirma que "El hombre construía cosas para que duraran. Tenía que hacerlo". Para explicar ese comportamiento del sistema productivo agrega que "...la sociedad era relativamente inmutable"; de allí que la "lógica económica imponía una política de permanencia".

La estrategia del productor en el mundo capitalista en el presente, se basa en multiplicar la capacidad de consumo del hombre mediante la acción publicitaria y la obsolescencia planificada.

Toffler trata de ocultar esa realidad demencial señalando que se vive una época de cambios acelerados en forma global, que se expresa o manifiesta por un deseo del ser humano de cambiar constantemente él mismo y todo lo que le rodea. Este estado "vivencial" es aprovechado por los empresarios para alcan­zar el máximo de su capacidad productiva e incluso introducir cambios frecuentes en sus líneas para satisfacer el deseo de cambio del consumidor.

El momento culminante de toda esa estrategia se alcanza cuando se logra producir para un ser ansioso de cambios, según Toffler, los objetos desechables, llegándose a lo que él mismo llama "La Sociedad del Tírese después de Usado".

Esta concepción se ha definido en Venezuela en términos publicitarios bajo la frase que afirma "la moda cambia, porque siempre queremos ser diferentes".

Quien lea "Un Mundo Feliz" de Aldous Huxley, se encontrará no sin sorpresa, que este autor en 1932, imaginó la sociedad del futuro como una estructura clasista que tendría como método educativo la Hipnopedia y como objetivo central formar hombres capaces de devorar la enorme producción, cuyo rasgo fundamental lo constituiría precisamente el objeto desechable al que tantas loas canta Toffler. Sólo que Huxley, define que mediante la Hipnopedia se crea un ser altamente consumidor, alienado y autómata.

Otro escritor norteamericano, Vance Packard, autor de una obra muy interesante titulada "Los Artífices del Derroche", adopta una actitud más bien crítica y denuncia como tal comportamiento del ciudadano norteamericano y del resto del mundo capitalista - agregamos nosotros - es el resultado de una estrategia publicitaria.

Si en esta sociedad no se consume vorazmente todo lo producido, las relaciones de producción terminarán por reventar. De allí que el hombre de la metrópoli del capitalismo y de sus áreas dependientes deba ser inducido a " aumentar cada vez más su consumo individual, tenga o no una necesidad apremiante de los artículos que adquiere", como señala Packard.

La maquinaria productiva del capitalismo cada día se automatiza más, produce más y a menores costos. Para mantener niveles de empleo en el límite de la crisis es necesario que la producción alcance cifras exageradas, pero para ello es también indispensable "estructurar" un mercado tan hambriento como una ballena. Esta política ha puesto en movimiento una maquinaria que ya no puede parar, sin correr el riesgo de explotar y dar cabida a nuevas formas de organización social.

Si tomamos en cuenta que en cada país capitalista el mercado de "una sociedad relativamente inmutable", como falsa­mente afirma Toffler, no es capaz de consumir esa producción, entonces se impone hacer realidad la estrategia de que cada individuo consuma mucho más allá de lo que necesita y de sus posibilidades.

¿Cómo lograrlo? La sociedad apela a una nueva versión de la Hipnopedia de la que habló Aldous Huxley. Los vehículos usados son muchos, pero en ello la televisión es el baluarte fundamental.

Incluso se llega a recursos brutales como la guerra para provocar el consumo de instrumentos bélicos que brotan de un aparato productivo que de parar provocaría el aumento del bastante grande ejército de desocupados.

De modo que somos impulsados - de una forma u otra - al consumo irracional de cosas para alcanzar altos beneficios y por la necesidad vital del sistema de evitar crisis conflictivas. Es la razón fundamental de la acción alienante de que somos víctimas y que nos empuja a hacer cosas que nos resultan extrañas y que coartan nuestra libertad.

No consumimos y tiramos los objetos por el deseo de cambiar. Todo lo contrario, la "Hipnopedia moderna", nos provo­ca deseos artificiales de adquirir mercancías para que nada cambie.

Toda esta ansia por consumir golpea fundamentalmente a los grupos medios de la población, en donde los próximos veinte años de vida productiva están comprometidos. Aparte de los terribles daños que le están ocasionando al planeta.

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