Con qué facilidad se restaura el capitalismo

Viernes, 10/02/2023 05:02 PM

La facilidad con la cual se restauró el capitalismo en la mente de los venezolanos mayores de 30 o 35 años, chavistas o no, dice mucho de la importancia de Chávez como espíritu revolucionario, de su calidad revolucionaria; un capitán que nace y crece a contracorriente del sistema capitalista. La importancia de Chávez es haber conmovido a todo un pueblo para luchar por el socialismo y haberse ganado su corazón. Pero como todo verdadero jefe tuvo que cargar con toda la basura que se remueve del fondo cuando se intentan cambiar las cosas en una sociedad podrida, cambiarlas, no reformarlas o perfumarlas. No hay mal en este país de lo que no se acuse ahora a Chávez como responsable, por parte de la derecha servil a Washington, y por parte del gobierno reformista de Maduro. Pero las cosas en política no son tan simples, o tan superficiales.

Leyendo a Chávez sabremos que entendió la complejidad y profundidad del problema de hacer una revolución socialista: ésta no puede ser un cambio aislado del resto del mundo; en ella no se puede defender la humanidad sin defender la vida del planeta; no se puede hacer la revolución social y socialista con las armas o herramientas del capitalismo; que la independencia frente a los imperialismos es la independencia frente al capitalismo; que también nuestra historia es la de una lucha de clases, y que vencer los privilegios significa dar a cada quien según sus necesidades y exigir de cada quien según sus capacidades; que una revolución es demoler la lógica del capital, lo que señala al punto más oscuro del problema.

Chávez llegó al fondo porque llegó al fondo de sus convicciones, y en contraste supo que se había rodeado de mucha gente incapaz de entender la dimensión de la empresa revolucionaria; el capitalismo seguía instalado en la mente de muchos de sus colaboradores, lo cual obligó a que escribiera de forma ordenada sus ideas en al Plan de la Patria y luego las tuviera que explicar el mismo ante el país y el mundo en el CNE.

El Plan de la Patria de Chávez, antes de ser adulterado por el madurismo, ese que él mismo explica en su presentación ante el CNE en el 2012, es un plan político que tiene como norte el socialismo y como prácticas políticas y sociales las del socialismo. No se puede hacer una revolución sin vencer la lógica del capital, es decir, la espiritualidad y la mecánica del capitalismo, tanto hacia afuera, hacia la sociedad, como hacia dentro, en la conciencia de quienes hacen la revolución. Con líderes flojos, moralmente corruptos, tramposos, aduladores, verdaderos estorbos que no hacen ni aceptan críticas, no se puede hacer una verdadera revolución. Hay que entender la dimensión de la empresa conscientes del tamaño de la empresa revolucionaria.

Chávez entendió que sin derrotar la "lógica del capital", la que hace posible al capital, no se derrota al capital. Como el Che, Chávez sabía que "no se puede hacer la revolución con las armas melladas del capitalismo", que contra las presiones, conspiraciones, ataques del capitalismo había que radicalizar más y más la revolución; contra el capitalismo, ¡más socialismo!, más medidas y espíritu socialista, más educación, más acciones, actitudes ejemplares y sacrificios de los líderes.

Sin embargo hoy es todo lo contrario. Hoy presenciamos la derrota (por ahora) de la revolución socialista en los simbolismos maduristas, estampados en la ostentación del mercado capitalista y su estilo de vida, incluyendo la vida subterránea del lumpen marginal. Sin el espíritu de cooperación social se impone el egoísmo mezquino pequeñoburgués, el del mercader que llevamos dentro, del oportunista y aprovechador, la hiena que llevamos dentro, esto lo supo Chávez antes de morir y por eso lo mataron.

Asesinado el comandante, se escaparon los ladrones. El alma oscura y mezquina, el egoísmo piche aflora de nuevo, el alma negra de la competencia que había sido sometida por Chávez con el espíritu de solidaridad y cooperación rescatada de nuestra memoria de pueblo luchador. Asesinado Chávez Fue muy fácil restaurar en la sociedad la inmediatez, la cortedad de visión, fue fácil comprar la lealtad a través del hambre y las necesidades, confundir e imponer las mentiras de la demagogia. Sin una instancia moral firme, ejemplar, todo lo moralmente firme, la conciencia de clase y del deber social del chavismo, se esfumó, confundida con un servilismo a un gobierno complaciente con los ricos y que reclama sacrificios a los más pobres (dice O. Wilde, que Pedirle sacrificios a los pobres es como pedirle a un muerto de hambre que coma menos). El chavismo se dividió entre una masa de aprovechadores y otra de hombres y mujeres perplejos, viendo como pasan frente a sus ojos todas las injusticias.

Es tiempo de mirar hacia atrás y reconocerse en el Chávez político y moral, el auténtico, no en aquel que usa Diosdado Cabello para acompañar su retórica insulsa y electorera. Volver a la fuente moral de Chávez para recuperar fuerzas con la vitamina de sus palabras y su obra. Y el legado postrero del comandante fue el Plan de la Patria, el último plan de acción política que pensó y escribió, el original, no la felonía madurista que se conoce ahora como la Ley del plan de la patria, el primer intento madurista de violar la constitución con un contrabando neoliberal.

Volvamos a Chávez, reconozcámonos en él, en su obra, despertemos de nuevo a Bolívar en él y en toda nuestra tradición de pueblo rebelde y libertario. El tiempo apremia, no hay tiempo para adormilados.

¡PATRIA, SOCIALISMO O MUERTE!, ¡SIN PASIÓN NO HAY REVOLUCIÓN!

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