He estado desde hace varios días organizando mi archivo; lo escrito desde hace más de 50 años. Es muy abundante y no debo dejarlo desordenado y por eso mismo, sujeto a perderse. En este revisar y ordenar he estado invirtiendo casi todo mi tiempo, pues el hacerlo y los hallazgos, a veces inesperados, me entusiasman y atan.
Hoy en la mañana, hablo del jueves 16 de febrero del 2023, he hallado dos artículos publicados en el "Diario de Oriente", de Barcelona, en abril de 1979, medio ya desaparecido, que revelan muchas cosas que el lector acucioso sabrá valorar.
En ellos hablo de cómo la izquierda ha asumido la lucha por el socialismo como si se tratase esto, no el resultado de un trabajo paciente, de largo alcance, sino que que emergerá, como arte de magia, una hecatombe y una preñez y hasta parto inesperado. Domingo Alberto Rangel solía decir que, eso sería como un parto y otros parecieran cocebirlo como un aborto; pero eso sí, en ambos casos, no mediaría la fecundación. Podría ser también una manera de vivir al estilo de los recolectores, esperar que la naturaleza haga lo que sea menester en determinado espacio, mientras aquellos están en otro, beneficiándose de lo ya creado. Es una concepción inherente al poder divino y la herencia. El socialismo, según ellos, desde los tiempos de los bolcheviques está a la vuelta de la esquina, solo hace falta que se junten "las condiciones objetivas y subjetivas"; es decir, se termine de deteriorar el modelo capitalista, al cual han diagnosticado en ese trance desde hace mucho tiempo y como una creación divina, aquellas "condiciones" aparezcan, mientras tanto, los "revolucionarios", a la espera de aquello, se dedican a soñar y más que eso, a pelear entre ellos, quizás pensando en la parte de la herencia.
Estos dos artículos que, quizás no tengan ningún valor para el lector, más si fueron escritos hace ya casi 44 años, explica el por qué me defino en Aporrea, como "Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca he sido candidato a nada. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras".
¿Cómo esperar que un tipo, más siendo militante, dijese aquellas cosas? Las personas que decían y dicen estas cosas no son leales y menos dignas de ser tomadas en cuenta.
Quién o quienes han manejado esta izquierda de manera tan personalista o por lo menos grupal, amparada en aquello del
"centralismo democrático" y dejando todo al azar, donde el rol de un concejal, diputado, dirigente sindical, hasta con poderes, aunque modestos, no hallan nada qué hacer, sino llevar la contraria, lo que ellos llaman oponerse o repetir lo que otros, hasta sus contrarios,
antes hicieron. ¿Y para qué han usado los partidos sino sólo para buscar votos o incorporar gente a formas de luchas ajenas a la realidad.
Sugiero leerlos para percibir allí como poco hemos cambiado y seguimos creyendo que el socialismo, como dije arriba, sería un parto o aborto sin que medie la fecundación; es sólo un asunto de "correlación de fuerzas", que se logrará como quien acierta la lotería, a la pura suerte. Como que los recolectores que hoy saldrán a lo suyo, a la buena de Dios, encuentren lo suficiente en el camino.
¿Unidad en la izquierda? (I)
Eligio Damas
Diario de Oriente
Bna. , 1979.
A medida que se acercan las elecciones municipales, avanzan las dificultades que afectan a las masas y al interés nacional. Por esto, se hace más imperiosa la unidad de la izquierda en torno a una política coherente y progresista.
Pero esta conclusión nos hace dudar y preguntarnos ¿cuál es la izquierda? ¿Qué aspira realmente el sector identificado como tal? ¿Cuál es la alternativa inherente al socialismo?
Las respuestas a estas interrogantes, dentro de la actual coyuntura, deberían producirse antes de entrar en el debate electoral y la escogencia de candidatos. Pues más confusa y lamentable no puede ser la situación actual. La presunta unidad de la izquierda ha venido consolidándose en sentido contrario al interés y la concepción de los socialistas.
La discusión en torno a la unidad y el contenido de la misma, que parece no pasar de la presentación de planchas comunes a los Concejos, sigue encerrada dentro de un círculo estrecho y por supuesto al margen de las masas, contraviniendo principios elementales que están en la esencia de toda política socialista.
Los partidos de la izquierda han llevado al exceso hoy, en la etapa de la multiplicación de los enclaves capitalistas dependientes, la anticuada tendencia de dejar a Caracas pensar por el país todo. Políticos marxistas, nunca se llegará a serlo totalmente, como dice Ludovico Silva, niegan a Marx, cuando eluden la opinión del pueblo, a quien estará dirigida la política municipal y en última instancia, decidirá con sus votos. Algo más excesivo, ni siquiera participan en esas discusiones los cuadros medios de los partidos, independientes progresistas, etc., de cada ciudad.
De esta manera la izquierda desconoce, en primer lugar, que el centralismo democrático no implica enajenación de la autonomía de los organismos medios y regionales; por el contrario, se les debe dar libertad para resolver sus problemas, sobre todo en una época de tanto dinamismo del sistema. Es inaceptable la manifiesta desconfianza sobre la capacidad de las directivas regionales y zonales, cuyas decisiones siempre serán mejores que las tomadas fuera del escenario y a cientos de kilómetros de las masas. En segundo lugar, que toda tendencia absolutista se maneja en función de apreciaciones políticas generales y evade las cuestiones concretas de la zona, estado o municipio, lo que desorienta a los cuadros medios e impide la inserción de las organizaciones políticas en la lucha de clases de cada zona en particular.
Ahora bien, y ¿qué se discute y define en Caracas?
¿Acaso se está delineando, pese al método burocrático utilizado, una normativa, un marco teórico que permita a los munícipes el desarrollo de una política global contra el capitalismo dependiente y el manejo adecuado de los conflictos entre las masas y los grupos dominantes?. ¿Se está definiendo una acción táctica coherente para la izquierda en todos los frentes de lucha de masas y particularmente a través de los Concejos?
Después de leer las informaciones que difícilmente se cuelan de esos cónclaves o las declaraciones de algunos dirigentes nacionales o locales de la izquierda, hemos podido inferir que allí sólo se discute en torno a la distribución de los puestos en las planchas. Y es triste oír a un presunto marxista, argumentar, frente a otros marxistas, que la unidad o la formación de planchas debe atender al resultado electoral anterior exclusivamente. ¿Y el problema de clases? ¿Y el carácter de los programas? ¿Y la calificación de las personas para desarrollar esas políticas? ¿Nada de eso vale? ¿Eso es marxismo?
Es más triste aún leer u oír declaraciones de un alto dirigente nacional de un partido que se define como marxista leninista, donde sugiere que lo importante no es unificar criterios y la acción de la izquierda frente problemas concretos inherentes a las masas, sino la suma mecánica de sufragantes; ni siquiera ansía multiplicar, sino una especie de prestación mutua de votantes para llegar al Concejo. Esto, según lo dijo una vez, facilitará el arribo al 83 con candidato único. Mayor galleta y negación de los creadores del socialismo científico no se puede concebir. Es como ponerle un cepo a la dialéctica.
Pareciera que la izquierda estuviera parcelando sus dominios. Es ingenua la creencia ampliamente difundida que la sola presencia de izquierdistas en los Concejos municipales sirve a la política del socialismo.
Volveremos a tratar otros aspectos de esta cuestión.
¿Unidad en la izquierda? (II)
Eligio Damas
Diario de Oriente
Bna. Abril 1979.
A nuestro parecer, la política que la izquierda desarrolla en torno a las venideras elecciones municipales ha puesto de bulto otras desviaciones que poco ayudan al problema fundamental de la unidad y a la maduración y desarrollo de las organizaciones y cuadros dirigentes.
Pareciera que los años fortalecieran la vieja y deslustrada tendencia a hacer de la política patrimonio privado de los pragmáticos que actúan, como los ciegos, trasteando el sendero. La izquierda tiene que entender que se combate no sólo, como equivocadamente lo afirmó hasta el fastidio el perfumado Diego Arria, contra viejas maquinarias políticas. Se enfrenta la izquierda a partidos populistas y reformistas modernos, de mucha coherencia frente a los postulados del sistema y a todos los recursos, organizaciones, clases, etc., cuyos destinos están ligados a la existencia del mismo.
Caer en la estupidez de creer que se lucha sólo contra AD y sus dirigentes, cuyo destino no es muy claro, con lo cual no quiero decir que marcha hacia un precipicio como algunos ingenuamente comienzan a decir, y contra COPEI y su dirección, no pasa de ser un desatino y una muestra de desconocimiento del sistema. Por esto, algunos creen que lo fundamental es que la izquierda llegue a los Concejos y con su trabajo y vigilancia sobre los demás y los intereses del municipio hará que las masas se inclinen favorablemente de su lado. Mayor simplismo pareciera no caber en una cabeza humana.
Es obvio que estas afirmaciones sólo son valederas para quienes inscriben su participación en la lucha social contra el capitalismo dependiente.
Por estas cosas, la izquierda debe abandonar el inveterado prejuicio difundido entre los cuadros medios que lleva a calificar de intelectualismo, palabra que a veces se le asigna el significado de subjetivo, vago y hasta zángano, toda manifestación que trata de despejar incógnitas en torno a problemas que la dirección no se ha planteado. De esta manera el pragmatismo, la artesanía, se han sobrepuesto a la postura crítica y a la investigación militante.
Y es que la izquierda venezolana, surgida de una formación económica definida hoy como de capitalismo dependiente, no puede menos que reproducir tendencias absolutistas propias del sistema, pues los patrones de comportamiento de la sociedad toda, condicionada por la estructura económica, ejercen una presión tal que muchas veces es difícil eludir.
Por esto pervive aún en el seno de la izquierda el viejo y anti dialéctico método de dirigir la política venezolana en función casi exclusivamente de consignas generales, válidas para otros países, fundadas en diagnósticos generales de capitalismo dependiente que no se complementan con diagnósticos regionales a nivel de dirección de base, etc., para poder participar en la lucha de clases en dirección acertada.
¿Cuántas veces, sin que podamos saberlo nunca, una posición política o una consigna de la izquierda, estuvo en contradicción con la dirección de la marcha de una crisis o con los intereses del sector que la izquierda debió aupar?
No se trata tampoco que las direcciones nacionales de los partidos de la izquierda funcionan como una tendencia premeditada que impide la autonomía de pensamiento y acción de las direcciones regionales, frente a un sistema dinámico y complejo, sino que actúan así por la fuerza de la costumbre, por el tradicionalismo y porque, del otro lado, se acepta el paternalismo, se auto enajena la libertad por miedo a meterse dentro del campo de la investigación de nuestra concreta realidad; lo que puede transformarnos "en unos odiosos y burócratas intelectuales de la pequeña burguesía".