Recuerdos de mi padre y Elena Fierro. De los jóvenes que soñamos con asaltar el cielo

Jueves, 30/03/2023 04:00 AM

En estos días, cuando comienzan por lo menos a abrirse algunos pequeños resquicios para rescatar la memoria de mi padre, en lo relativo a su trabajo literario, aunque sea para satisfacción mía, se me vienen a la memoria algunos recuerdos.

Al mediodía de hoy, mi amigo Ronmel Colmenares, me ha enviado desde Cumaná, pruebas de como mi padre fue director de la publicación El Agramante" y del bisemanario "El disco". Del primero fue fundador.

Lo que más me llenó de alegría, es haberme mostrado, mediante la fotografía de un texto, algo que sabía desde niño y a mi hermano mayor Atila, a quien le gustaba mucho la poesía, hasta escribió poemas, solía mencionar después de muerto nuestro padre. Y es que este escribía con el seudónimo de "Pedro Aristarco", un nombre tomado de la biblia.

Para Ronmel y para mí mismo, esa circunstancia pudo haber influido para que muchos de sus trabajos pasasen desapercibidos, aparte de las razones dadas en el trabajo anterior, titulado "La crónica, los cronistas de Cumaná y dos sonetos de Paco Damas Blanco, mi padre".

https://www.aporrea.org/regionales/a320415.html

Es probable que, quienes en el pasado pudieron investigar, no establecieron relación entre ese nombre tomado en préstamo, lo que era habitual en su tiempo y algún personaje real de la ciudad del Manzanares. A mí mismo, desde hace años, se me había olvidado que mi padre usaba ese seudónimo.

Pero volviendo a otros recuerdos bellos y graciosos, hoy quiero referirme a uno en particular. Estudiando en primer año de derecho en la UCV, en una asignatura llamada "Italiano Jurídico", tuve de profesora a Elena (Elenita) Fierro. Fue esta cumanesa, la primera mujer que llegó a formar parte de la Corte Suprema de Justicia, si mal no recuerdo.

Es la Dra. Elena Fierro, hija del Dr. Germán Fierro, un médico que ejercía su profesión en Cumaná y gozaba, por muchos motivos, empezando por sus conocimientos sobre la medicina, sus gustos literarios y buena disposición para ayudar a la gente, de mucho respeto y prestigio; fue de los íntimos amigos de mi padre y con este compartía en demasiadas frecuentes tertulias. Dentro de lo brumoso de los recuerdos de niño, siempre tuve al personaje en referencia.

Era el año 1959. Ya desde 1955, como conté en otro trabajo referido a Américo Martín, titulado "El Américo Martín que recuerdo y voy a recordar", conocí a este y a Moisés Moleiro.

https://www.aporrea.org/ideologia/a310118.html

En 1957, estando en Cumaná y a instancias de un compadre, llamado Jesús Gómez, quien recién había vuelto del campo de concentración de Guasina, me incorporé a la lucha clandestina como militante de AD. Eso lo cuento en mi trabajo "¡Qué decepcionante el 23 de enero !"

https://www.aporrea.org/ideologia/a274664.html

Al caer Pérez Jiménez y emerger AD a la legalidad, formé parte de la dirección juvenil de la seccional Cumaná. Pues en Sucre, había dos direcciones regionales, la otra estaba en Carúpano.

En 1958, por instancias de Luis Manuel Peñalver, me fui a trabajar con él, cuando se desempeñaba como Secretario Nacional de Educación de ese partido, en función de ayudante. Eso me permitió llegar a la UCV y a relaciones con la alta dirección y particularmente establecer de nuevo contacto con Américo, Moisés y Lautaro Ovalles, hermano menor de Caupolicán. En esos avatares, tuve mucha amistad también con Lino Martínez, con quien compartí una historia relacionada con las protestas contra Betancourt, la noche que se anunció su triunfo electoral, impulsadas por el PCV y URD.

De esa manera pasé a hacer mi trabajo partidista en el partido AD, pero ya en la izquierda, en la parroquia Altagracia, dado que vivía en una pensión en la esquina de Balconcito. En ese espacio y menesteres, establecí contactos y amistades cercanas, aparte del simple compañerismo, con gente como David Nieves, quien militaba en la parroquia San José, apenas unas cuadras más arriba de Altagracia. Cómo conocí a la bella Magaly Pozo, quien posteriormente contrajo matrimonio con mi gran amigo y hermano Rómulo Henríquez Navarrete. Por cierto, cuando recién fundamos el MIR, empezamos por ganar el reinado de carnaval de Caracas con la bella dama antes mencionada.

En el proceso de lucha interna dentro de AD, las asambleas parroquiales, eran centros de intensos e interesantes debates entre las tendencias que, dentro, convivían. Las de las parroquias San José y Altagracia se efectuaban en días diferentes. Eso determinaba que nosotros los de Altagracia, donde militábamos Lautaro Ovalles y yo, podíamos concurrir a la de San José y viceversa. Por eso, nosotros, Lautaro Ovalles y yo, solíamos ver casi todos los días a David Nieves y otros compañeros que ahora no recuerdo, para establecer estrategias destinadas a abordar los debates

Pero al mismo tiempo, yo debía asistir a clases a la UCV todas las noches, por supuesto de lunes a viernes. No recuerdo exactamente ahora cómo podía manejar tantas cosas. Pero lo hacía. Eran proezas de la juventud, disposición y formación nuestra. Eso, sin contar que, durante el día, primero trabajé, como dije, de ayudante de Luis Manuel Peñalver y luego en un Departamento del INOS, dado que me quedaba más cerca de la pensión y militancia. Justamente en este rol u ocupación, conocí a una bella joven, más o menos de mi edad, quien allí se desempeñaba como secretaria del Director, llamada Magaly Tortosa, quien poco tiempo después se casaría con Jesús Farías. De ese matrimonio nació el hoy diputado Jesús Farías Tortosa.

Estando en esos menesteres, Elenita Fierro, militante de AD como yo, fijó un examen para la primera hora de la Jornada, las 6 p.m., una noche que habría una asamblea en San José, a la cual asistirían, por la dirección nacional, el Dr. Prieto y Francisco Olivo, un conocido dirigente sindical de posiciones o tendencias distinta a la nuestra. Ya era obvio que, el Dr. Prieto, tenía una visión distinta a la de Betancourt y mayoría del buró sindical, del cual formaba parte Olivo, pero también se distanciaba de nosotros, ahora creo que por nuestro radicalismo. Hacíamos un chiste de aquello del Dr. Prieto al calificarnos o evaluarnos llamándonos "Colonias mentales", sobre lo ahora pienso que, en cierto medida, tuvo razón. Radicalismo que el propio PCV, entonces, solía criticar, dado que, parecíamos competir con ese partido, el mismo espacio.

Estaba establecido en las normas que, no se permitía que asistiera a esas asambleas ningún dirigente nacional o regional, salvo los designados por la dirección distrital. De manera que, ese debate, donde los designados por la dirección regional pertenecían a tendencias distintas a la nuestra, debíamos asumirlo nosotros, sin esperar ayuda externa. Y por eso, acordamos que Lautaro Ovalles y yo, asistiésemos a respaldar a los compañeros de la izquierda adeca, entre ellos a David Nieves. Por eso falté al examen con Elenita Fierro. Es bueno que el lector sepa que, en aquellas reuniones o asambleas, como antes las llamé, se discutía la política global y la cotidiana; de manera que, dada las diferencias de percepción de las distintas tendencias las confrontaciones eran frecuentes y de muy alto nivel y aunque parezca extraño, rara vez alguien usaba recursos verbales censurables; además, todo aquello impactado por la "Revolución Cubana" y el programa de sustitución de importaciones que implementaba el gobierno.

En la clase siguiente con la doctora Fierro, antes de iniciar ella su actividad, le pedí me diese la oportunidad de presentar el examen y se negó. No podía alegar simplemente que estaba en una reunión del partido porque eso atentaba contra su moral y hasta la nuestra; eran otros los tiempos. Por eso, opté por un ardid que pensé me daría resultados.

En ese tiempo, en Caracas, universidad, trabajo, entre amigos y compañeros, yo era conocido como Eligio Damas Blanco. Papá me había registrado en la escuela primaria con sus dos apellidos, lo hizo con todos sus hijos. Tanto que, en mi título de bachiller aparecí de esa manera y luego al diferenciarse con la cédula de identidad, elaborada en base a mi partida de nacimiento, pues mi apellido materno es Serrano, me generó un conflicto con la UCV. Eso fue un rollo que hube de resolver con abogados y tribunales. Menos mal que, mi amigo, Ramón Gómez, abogado que ejercía entonces en nuestra ciudad natal, se encargó de arreglarme ese asunto, de manera que el Ministerio de Educación, me expidiera un nuevo título, con los apellidos registrados en la cédula de identidad. En el acta fundacional del MIR, aparezco como Eligio Damas Blanco.

Cuando Elenita terminó su clase, como se acostumbraba entonces en la Escuela de Derecho, empezó a pasar la lista. Por mi apellido Damas, estaba entre los primeros. Cuando hizo mención de Eligio Damas Blanco, no me limité a decir presente, sino me levanté e hice una demasiada llamada de atención con mi mano derecha, como si la estuviese saludando. No salí, como se acostumbraba hacer cada vez que era uno registrado presente. Me quedé al final. Entonces, opté por salir pasando cerca de ella. Ya había observado que, al nombrarme y yo hacer aquel gesto, me quedó mirando un breve tiempo. Cuando pasaba cerca de ella, se dirigió a mí de manera muy discreta.

-"Bachiller, tenga la bondad", dijo Elenita.

Yo para mis adentros, dije "te gané". Aunque en verdad, me dije otra palabra.

-"¿Usted de dónde es?" Me preguntó la profesora de Italiano Jurídico.

-"Soy de Cumaná", conteste mirándola fijamente.

-"¿Quién es su padre?" Preguntó ahora Elenita.

Esta conversación se producía frente al escritorio de la profesora y cuando dentro del aula estábamos sólo nosotros dos, ella, Elenita y su alumno.

-"Mi padre se llama Paco Damas Blanco"

La profesora sonrió, me miró fijamente y de manera queda, como para que nadie escuchase, me dijo, así mismo, como lo cuento:

-"Me jodiste, muchacho, ven mañana a esta, la segunda hora, al aula del lado, donde haré el examen".

Esa vez, como tantas y particularmente tal cual narro en mi novela "cuando quisimos asaltar el cielo", habiendo llegado al aeropuerto de Carúpano, con un maletín lleno de dólares para entregarlos a un contacto, unos cuantos días antes de "El Carupanazo", mi bello padre me sacó de un enredo.

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