La clase dominante en América Latina, no da tregua a favor de la clase media y los pobres. Los escasos desquicios democráticos concedidos, a la vez, por la oligarquía implica una manera repugnante de censura, nos lleva a pensar que el socialismo es incompatible con la democracia. De modo que los movimientos revolucionarios en el Sur constituyen un idilio para pocos y, el pueblo le toca librar nuevas batallas.
El análisis sobre Venezuela es muy detallado y resulta difícil combinar el pensamiento europeo y el mundo académico francés con la renovación del marxismo y la aplicación del método histórico. Se unieron tres teorías políticas de lideres de izquierda, el marxista- leninista- stalinista, maoísta y alemán con la doctrina de Rómulo Betancourt, luego de pasar la época moderna y contemporánea nos vemos, a su vez, con el abandono de la comprensión del pasado para ir hacia un análisis histórico para distanciarnos en un efecto de espectro imprescindible, para no subordinar la interpretación a las tácticas políticas actuales. Aclaro, nos encontramos en el postmodernismo, una abreviación del adelanto hacia el futuro.
Son ortodoxias de hechos que ocurren al lado de la imagen de un icono, lo demás son megáfonos para propalar posturas políticas, en nuestro caso, el de Tarek El Aissami y su combo de gigantes que interpretaron el mercado capitalista como un club, desde allí crearon El Petro y los signos monetarios falsos para disolver nuestra política monetaria en base al bolívar y enfrentarla al dólar para devaluar y obtener grandes sumas de dólares en ganancias perniciosas.
Para los socialistas de hoy, no hay imperialismo, ni revolución que son vías para el progreso. Existe una tradición histórica que ha traído discrepancias y tácticas diferentes. En definitiva, los marcos democráticos deben diferenciarse y, ya en 1928 se concebía en Venezuela una interpretación de la libertad del hombre con una aclaratoria a los inversores que introducían el sistema capitalista en Sudamérica.
De seguro, en el futuro la vida cotidiana reposara en las leyes de la diálectica, menos en los acondicionamientos de la economía. Si no, en las voluntades colectivas, nos estamos abriendo a una tensión interna, donde la decadencia y revolución se equilibrarán para coexistir y, se profundizarán dos mundos paralelos, el marxismo y cristianismo. Ahora, los burgueses intercambian ideas para dialogar y discutir por sus intereses personales. El pueblo obtendrá una fe ficticia, donde los dogmas y el orden antiguo prevalecerán para encarnarse en las masas. Cuando, hablo de revolución no pensemos en la izquierda exclusivamente, cualquier movimiento político puede propiciar un cambio.
Venezuela, ha hecho todo a la inversa, considerando la tesis del economista Jesús Farías.
La cultura andina, está basada en el agrarismo y, no se necesita de mesianismos, es tener coherencia para propiciar razones para el crecimiento de un país..