La Economía política, un fraude

Sábado, 01/04/2023 07:29 AM

El lenguaje y la supuesta inteligencia de todos los economistas occidentales son siempre lo mismo. Todos han sido enseñados antes en los mismos principios sociológicos, para pasar luego a las leyes económicas en función de la supuesta libertad de mercado y de la supuesta libre concurrencia. La competencia y el mercado son el motor del sistema. Están dedicados sobre todo a lo que llaman ingeniería financiera, que no es otra cosa que una manera sofisticada de enriquecer sin esfuerzo alguno a unos cuantos en cada país y en el mundo, sin producir empleo ni riqueza que beneficie a todos. Raro es el economista que reconoce que, además, también es otro principio, aunque éste se vele u oculte tras la hojarasca de la palabrería académica, el consumo brutal.

De modo que no reconozco la superior inteligencia de ningún economista, y menos a un Nobel, puesto que todos siguen las mismas pautas principales. El diseño ya está acabado. Poco más se puede añadir, si no es -y no va a ser así- sobre la Economía que busca una menor desigualdad en la sociedad. Algo que al economista de relumbrón le trae sin cuidado, si no indirectamente todo lo contrario…

Yo sostengo que la economía de un país no debe ser muy diferente de la economía de una familia, tradicional o no. La economía no pasa de ser una buena contabilidad y de contar con un contable muy centrado en su tarea. Todo es Debe y Haber. Luego, todo es cuestión de ingresos, de recaudación y de prioridades del gasto. La Economía que se enseña, se estudia y se aprende en todas las universidades de Occidente va pasando de una Universidad a otra basada en principios que valen, sólo si se acepta como primera premisa que la libertad de mercado y la libre concurrencia, además del consumo, como dije antes, son fundamentales y sobre todo insustituibles.

Sin embargo esto enlaza con la ficción sobre la que se levantan tantas cosas en la organización de esta sociedad: la religión como superestructura que trata de verdades incuestionables, hasta el "principio", que abarca a todo lo demás, de que éste es el menos malos de los sistemas de organización social y de convivencia". Digo ficción, y digo bien. Pues la libertad de mercado es falsa. Cada sector productivo está férreamente controlado, y el "esfuerzo", que sirve de coartada y se supone es asimismo el tractor del mérito, es asimismo falso. Pues en la sociedad, casi siempre los dirigentes son los que menos esfuerzos hicieron, los más incompetentes. Los más inteligentes se retiran de la competencia o los retiran los otros.

El mérito de los dirigentes se reduce a dos cosas: a su sumisión al sistema, y a su habilidad para el engaño, para la argucia y para la trampa permanentes en su modus operandi y en el modo de dirigirse a la ciudadanía sumisa…

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