En la entrega anterior dije, "Años atrás, habíamos logrado la conquista de elegir nuestras autoridades regionales, particularmente al gobernador del Estado, derecho que, desde los tiempos de la Constitución Federal misma, se reservaba el poder central", no obstante, se me pasó por alto, por un pequeño descuido, que si bien eso sigue vigente en la Constitución Bolivariana, viene siendo negado por los hechos, prácticas, particularmente por el sector gubernamental, quien hace las veces de tendencia "revolucionaria", supuestamente partidaria de la "participativo y protagónico", escogiendo el candidato en Caracas, en la cúpula partidista y optando generalmente por personajes con escasos vínculos con la región; pues aun siendo nacidos en ella, dejaron estos "pagos", como dicen los gauchos, casi desde la niñez.
He subtitulado este trabajo, como los anteriores y los siguientes, "Chávez y sus contradicciones"*, de manera deliberada, porque el crítico, quien busca la verdad, no puede partir de la idea que determinados personajes, importantes y muy significativos líderes como Bolívar o ahora Chávez, nunca se equivocaron y siempre tuvieron la razón. Primero porque eso no es nunca cierto, pues contradice la relación entre la implacable naturaleza, los hechos sociales en veces impredecibles y lo imperfecto o debilidades de las cualidades humanas, sujetas a las presiones sociales, de clase, intereses y hasta sujetas a las cualidades personales del liderazgo y hasta las definiciones del partido.
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Para ser equilibrado, diría que fue tantas las veces que acertó como las que se equivocó y no tuvo oportunidades de rectificar, por lo turbulento del proceso en el que estuvo envuelto, corta vida del mismo y las relaciones que contrajo el comandante dentro de esa misma contingencia y hasta estado turbulento. Circunstancias que permitieron que entre los bagres se mezclaran las guabinas y los impenitentes fueran desbordados y hasta aplastados por los oportunistas. Basta con recordar a Luis Miquilena. Aunque la lista es muy larga. Habrá que revisar desde el principio hasta el fin, desde ayer hasta hoy. El poder, la abundancia del recurso son atractivos, un excelente caldo de cultivo para gente de escasos valores y dignidad. En las dificultades, las carencias, se prueban los buenos y dignos de confianza. La diosa fortuna, la historia, hizo del proceso que generó a Chávez como líder popular fue muy veloz y no permitió que sus acompañantes y hasta el mismo se templasen en las dificultades y carencias. Todo resulto como un cuento de hadas, una ráfaga, el pase de la varita de virtud de una hada madrina.
El lector debe entender o tomar en cuenta que he hablado del período de Chávez candidato presidencial a presidente y recordar que, poco antes de arrancar la campaña electoral y algún tiempo después, sus números en las encuestas eran sumamente bajos y la militancia de su partido, el MVR, en cada espacio, es de poca significación.
De los tantos errores atribuibles a Bolívar, lo que para nada le resta méritos a su grandeza, lo mencioné en el trabajo anterior, la parte I, bajo este mismo título. Uno de ellos consistió en aquél, como Bolívar, desdeñó por años, la importancia de las fuerzas y el liderazgo provincial, sobre todo de oriente y manejaba la estrategia de, por encima de todo y primordial, tomar Caracas, por creer eso suficiente para que el resto del mundo, le reconociesen como gobernante y a la nuestra tal como nación independiente. Aquí reside uno de los grandes méritos de Piar, de quien se suele reconocer sólo aquello de promover la liberación de los esclavos y soliviantar al resto del ejército de criollos, pardos y negros contra la dirigencia del ejército patriota y a lo que se atribuye su fusilamiento.
Pero en nuestra perspectiva, los mayores méritos del curazoleño, hecho guerrero de verdad en oriente, fue haber sido casi invencible, de 12 ó 13 batallas importantes que comando sólo perdió una, la de la "Sabana del Salado", en Cumaná, intentando parar al inmenso ejército de Boves, que llegó allí en persecución de los emigrados de Caracas, en el año de 1814 y el oponerse a Bolívar, casi desafiarlo, desatender su llamado de acompañarle a Caracas en los finales del año 1816 y optar por decidirse a hacer realidad un sueño de los orientales, tomar Guayana, el refugio, retaguardia, reservorio de cuantiosos recursos y salida al mar por el sur, de los españoles, usando los grandes ríos. Y sin duda, aquella hazaña de Piar, marcó el rumbo definitivo de la guerra, la consolidación y unificación de las fuerzas patriotas, pese significó "el sacrificio" del gran guerrero hijo de "La Otra Banda", Curazao, quien sobrado de méritos y afectos del pueblo venezolana acaba, ¡al fin!, de ser incorporado al Panteón Nacional.
La descentralización, aquella que permita a las regiones asumir sus derechos, atender sus demandas y al desarrollo y crecimiento armónico del país, como el cambio de la sociedad toda, está sujeta a la existencia de fuerzas, clases sociales que reclamen, exijan y hasta impongan sus derechos. No es sólo cosa que esté estampada en una ley o en una constitución, en el buen deseo de un gobernante generoso o en los principios de un partido. Se necesita quien eso cumpla, impulse, pero por encima de todo, determinantemente, hace falta que, a quienes eso les conviene, reclamen y para ello tengan conciencia de sus derechos, deberes y fuerza para hacerse sentir y atender.
Por la ausencia de esta condición, como la falta de la clase o clases fuertes que reclamen y el sometimiento de la "dirigencia" regional a los dictados de la jefatura nacional, pese la obligación de descentralizar y promover el desarrollo armónico de las regiones, eso se queda en el papel, la pura oferta o, como decíamos antes, "se vuelve buche y pluma".
El Estado centralizado que se consolidó con las constituciones posteriores a la de 1909, que excluyó aquello de la soberanía de las entidades federadas, hasta llegar a la de 1961, también tuvo de su parte el inicio de la explotación, exportación del petróleo y el alto ingreso que eso significó para el Estado, dado sus compromisos con el capital externo que empezó a entrar y con quienes dentro empezaron a acumular en buena cantidad, se prestó para el diseño de un modelo conforme a los intereses de todos ellos.
Los capitalistas externos, diferentes a los inversionistas petroleros, empezaron por invertir en las áreas cercanas a los puertos donde entraban las mercancías que el crecimiento de la economía demandaba y donde se empezaba a acumular velozmente la población consumidora y la mano de obra.
Es decir, el modelo impuesto desde el exterior, determinó al mismo tiempo, la conducta estatal y la disposición a la inversión pública. Pero en esto, jugó papel importante ese proceso de acumulación poblacional, que se convirtió en una fuerte demanda y presión. Así mismo, los capitalistas internos, que bien habían acumulado e invertían por las mismas razones en esos espacios, comenzaron demandar del Estado créditos a muy bajos intereses para la creación de sus industrias o empresas de cualquier naturaleza. Ya tenían a su favor una concentración u oferta de mano de obra abundante que, en aquellas circunstancias, les permitía contratar en condiciones por demás ventajosas.
El Estado sintió la presión y las demandas de una rápida concentración poblacional, del capital externo y los capitalistas nacionales en determinadas áreas, particularmente en el centro del país. Los trabajadores demandaban trabajo y servicios y eso favorecía los planes de la clase dominante.
Es decir, en esas áreas se crea el poder de la población, por diversas razones con cierta conciencia de sus derechos, como la clase obrera, el sector medio de significativo aporte cultural y el inherente a una capitalista, ligada al modelo impuesto desde fuera, que demandarán e impondrán al Estado una política también centralizada de la inversión pública, donde ella también invierte.
Ese fenómeno demandó, al mismo tiempo, una inversión en la infraestructura vial, de vivienda, educación, salud etc., que, al mismo tiempo, incidía sobre lo otro.
Junto a todo aquello proliferó la demanda de los servicios culturales y se amplió la brecha entre aquellos oasis del poder y lo que volvieron a llamar "provincia o el interior". Lo que sirvió de fundamento para aquello de "lo demás es monte y culebra".
Mientras en esos centros de poder económico y político, al lado de la clase dominante, que atesoraba el capital, se generó una suerte de clase política que hizo de vocero de aquella ante el Estado y en muchos casos de su agente dentro de este. El fenómeno fue tal que hasta los "provincianos", mudados a los centros de poder, como Caracas, se volvieron agentes del modelo.
Como veníamos diciendo entonces, el crecimiento de la economía, en determinante medida dependiente del petróleo, inversión en pocas industrias y determinantemente en el área de servicios y, como ya dijimos, en ciertas áreas geográficas, aparte de despoblar en gran medida al resto del país, se tradujo en el abandono de las actividades agrícolas, pecuarias y hasta pesqueras. Todo eso significó la debilitación al extremo o el castramiento de la mayoría de las que antes fueron las provincias de la Capitanía General y luego los Estados federados. Hasta los puertos mismos, como el de Cumaná, de los tres más importantes del país en el período colonial y en un momento determinado el más importante, lo que hizo de esa ciudad oriental un foco cultura y subversivo importante, dejaron de tener importancia.
Mientras en una pequeña área del país se invertía lo que el petróleo producía en otra, en aquella crecía la población, la mano de obra, la demanda de mercancías y servicios y se fortalecía una clase capitalista interna ligada umbilicalmente a ese modelo. En aquellas provincias como desoladas, incluyendo la que producía la renta petrolera y las que tienen tierras fértiles hasta el infinito, agua, sus clases nuevas, ligadas al modelo capitalista, sólo tuvieron y siguen teniendo acceso a las sobras y, por ende, crecieron en número, pero muy débiles y con escasas fuerzas para influir sobre el Estado central.
Por eso, ellas, esas "provincias", sin quien les defendiese ante el Estado y su disposición a la inversión pública y privada, quedaron en la orfandad y la pobreza. Para mejor decirlo, se quedaron en el atraso y no por falta de talento y voluntad. Quien revise la historia nacional con equilibrio, podrá darse cuenta que, después del año 1813, oriente se convirtió en escenario fundamental de la guerra. Por eso suelo decir que, así como se llama "Campaña Admirable", la de Bolívar, también debería dársele un nombre más cónsono con la hazaña que simple "Invasión de Chacachacare", a lo que los orientales, con Mariño al frente hicieron; lo que convirtió el espacio oriental en el más importante escenario de la guerra y hasta llevó a aquel desenlace, en el año 1817, cuando Piar tomó a Guayana, retaguardia y fortaleza española y objetivo de los orientales desde 1811.
Pero, los años posteriores, y el estar muy lejos de Caracas y a falta de fuerzas para reclamar al poder central, el oriente se quedó en el olvido y abandono, pese su enorme renta petrolero en los Estados Anzoátegui y Monagas. Pues el Estado, aunque los tuyos formen parte de él, tiene sus mañas, como atender por encima de todo a quienes le rodean, estén cerca y tengan fuerzas, como capital u organización de masas para hacerse sentir.
Pero esto, no se queda sólo en la manera de asumir el Estado. Es inherente al partido o los partidos, sobre todo a aquellos que se adhieren a los dos sustanciales principios estampados en la Carta Magna, lo participativo y protagónico.
Por el centralismo, el Poder Ejecutivo Central, dispone de la capacidad de decidir en todo lo concerniente a las regiones, provincias o estados de la nación. Y eso contradice lo participativo y protagónico. El pueblo, la gente, pierde su derecho a decidir en asuntos de toda naturaleza y volvemos a las viejas concepciones monárquicas sin rey.
En estos días que corren, lo que muestra la vigencia de esa conducta que contradice y hasta niega la intención de descentralizar el poder y el fortalecimiento de las comunidades, el gobierno nacional, les ha impuesto a las gobernaciones, les transfieran las nóminas de pago de todo su personal. Lo anterior, aparte de una aspiración de controlar todo, constituye una violación de muchos principios, como de las gobernaciones a manejar las relaciones con su personal y hasta la contratación con sus trabajadores; le resta derechos y funciones a las Asambleas legislativas y juntas de concejales. Aleja a los trabajadores de su patrón, tanto que hace cualquier reclamo inaccesible. Esto parece como copiado de aquel enredo burocrático, evasivo que Frank Kafka denuncia, descubre o desentraña en "El Proceso".
El abuso ha llegado a extremos, como que, contratos, donde los trabajadores de alguna gobernación, desde tiempos de la IV República, por efectos de la firmeza y combatividad de sus trabajadores y dirigencia, lograron conquistas superiores a las de sus compañeros de clase en otras, han sido desconocidas y sometidas a las disposiciones de los menos favorecidos. A manera de ejemplo, diré que, el contrato de los docentes del Estado Anzoátegui, desde hace más de 20 años, contempla el pago de 140 días de bono vacacional, contra 60 en los demás contratos. El gobierno central, patrón capitalista al fin, ha optado por reconocer como válido el que más le conviene, el más bajo, el de 60 días o dos meses, en flagrante violación al derecho del trabajo, la contratación y hasta derechos humanos. Y en lugar de igualar al superior como corresponde, por arriba, hace lo contrario, tal como un propietario capitalista explotador y abusivo cualquiera y no hay quien a eso ponga reparo. Lo decidió el poder absoluto.
Y para satisfacer la inquietud e interrogante de los lectores que por acuciosos se adelantan, más adelante diré, la responsabilidad que Chávez tuvo en toda esta trama. Hablaré de cómo Chávez cedió ante lo electoral y pospuso lo estratégico, pese se hable de aquello de "un paso atrás y dos adelante". Habría que ver cuánto de verdad pudiera haber en eso.
Y otra vez, digo, volveremos, con paciencia, para que mis generosos lectores no se cansen.