El capitalismo, teorizado por Adam Smith y basado en el darwinismo social de la ley del más fuerte en la lucha o la vida de todos contra todos, garantiza supuestamente que la supervivencia del más apto sobre el débil sirve para mejorar el ya de por sí mejor de los mundos posibles panglosiano.
Frente a la apelación utópica a los impulsos filantrópicos, se recurre a los instintos egoístas más primarios: en vez de "amaos los unos a los otros", se recomienda el "enriqueceos los unos a costa de los otros"; en lugar de buscar el bien público a través de la bondad privada, se prefiere buscar la virtud pública por la conjunción de los vicios privados. Eso y no otra cosa era el liberalismo y es hoy el neoliberalismo, es decir, el capitalismo salvaje.
Hay que atreverse a decirlo para mantenerlo y no enmendarlo oportunistamente sólo porque haya fracasado la aplicación del comunismo allí y ahora: el socialismo cree en la bondad natural del hombre, mientras el capitalismo explota su maldad original.