El Arado y el Mar

El olvido del futuro es el fin, o el efecto no es la causa

Viernes, 26/05/2023 06:44 AM

La sociedad del capitalismo tiene su visión del tiempo encadenada al ciclo del capital. Piensa sólo dentro de los límites de los períodos de cierre financiero, en un año, en un trimestre. En ese lapso hace un balance de la vida: un año de estudio, dos años de gobierno, un año de negocios, ¿hubo ganancias, o pérdidas, se cumplieron las metas? Ese es su largo plazo, su visión de futuro es muy corta.

El hombre del capitalismo no percibe el futuro lejano, para él el presente no está condicionado por el futuro, no entiende que lo que aquí hagamos construye nuestro día, y también construye el futuro. Para muestra, fijémonos en las promesas electorales, ahora que vivimos un circo electoral: allí no se habla del futuro lejano, sólo de promesa para el inmediato mañana. El futuro no da votos, a nadie le importa más allá de su mezquina vida. Estamos drogados por el capitalismo. Lo importante es cerrar el año con un balance positivo, esto es, con más dinero en las arcas de la empresa. De esta manera, con este pensamiento, el hombre va enloqueciendo, convirtiéndose en una pieza del monstruo que él mismo creó: el dios dinero, la ganancia.

Este hombre enloquecido, con esta lógica del capital, lleva a la humanidad, a la vida del planeta, hacia su destrucción. Dos son las amenazas creadas por el "homo capitalist": una, el desequilibrio ecológico, el impacto brutal de la actividad capitalista sobre las condiciones necesarias para la vida; la otra, la guerra nuclear.

Los dos temas son objeto de abundantes estudios, de alertas desesperados de los científicos y las mentes sensatas. Sin embargo, la marcha suicida no se detiene, sigue avanzando hacia el fin. Todos los esfuerzos parecen ser inefectivos. Algo debe estar fallando en esta lucha por la sobrevivencia de la vida.

El capitalismo creador de las dos amenazas a la vida, la guerra nuclear y la liquidación de las condiciones para la vida, tiene unos formidables mecanismos de defensa, es algo similar a una droga que produce ella misma, su consumo letal, y también la justificación, la defensa de ese consumo. El hombre del capitalismo, el "homo capitalist", no percibe que su conducta, sus valores, su cultura son el camino para la destrucción de la vida, no le importa, como dijera aquel economista: "dentro de cien años todos estaremos muertos".

Allí está la falla principal en la lucha por la sobrevivencia de la especie: se lucha contra los efectos, no contra la causa. El hombre del capitalismo, sus líderes, no cuestionan al sistema. Forman movimientos por la protección del clima, contra la guerra, pero no se meten con la causa, al contrario, la protegen, evitan cuestionar al capitalismo. La extinción de la vida es consecuencia inevitable de este sistema, no hay forma de salvar al planeta dentro del capitalismo.

He allí la importancia de una Revolución Socialista, de la sustitución del capitalismo. No es sólo un asunto político, no es un mero reemplazo de un sistema por otro más eficaz, se trata de la salvación de la vida. Y para eso debemos recuperar el futuro, importarnos por la vida dentro de "setenta veces siete años". Pensar cómo será el planeta dentro de un siglo, si habrá planeta vivo si seguimos por este camino, y convencernos de nuestra responsabilidad con ese futuro, con los hijos de los hijos, con los nietos de los nietos.

¡CHÁVEZ SOCIALISMO, VIDA, PRESENTE CON FUTURO!

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