Ningún mundo interior se descompone de manera casual. El ser social vuelve a su génesis en la que ha sido formado. Somos como esporas en hibernación que germinan cuando las condiciones están dadas, para en lo personal aflorar al individualismo con que el sistema ha moldeado.
Muchos, formados en la pobreza y la carestía, emergen en el mínimo o máximo poder, para abandonar lo revolucionario que fueron, quizás más por envidia a los poderosos, que por ideales. Reza el dicho: En arca abierta, justo peca.
La posición crítica del marxismo al capitalismo tiene un significado moral como filosofía-ciencia. El capital en el tratamiento a los hombres, tanto en la producción como en el consumo, los ve como simples medios o instrumentos para sus fines; de ahí la cosificación del ser y su resultado enajenante.
Contrario a lo pregonado por la ideología emancipadora que enarbola el valor moral más alto: la autorrealización del ser humano como fin.
Pretender explicar la moral al margen de la historia y de la lucha de clases, desdibujada a veces en grupos, facciones, estamentos militares, o individualidades, es ignorar la esencia del ser social, su conciencia según sus condiciones materiales o a las que aspira, apenas logra asirse de un poder político y económico. El espíritu de la propiedad privada impregnado por la moral burguesa y su actitud hostil e individualista engendra un género de vida inmoral.
Bajo todas las condiciones por las que pasan las transiciones y su motivación emancipadora, se hace necesaria una ética normativa que postule una nueva moral cuando se dan las condiciones económicas, sociales y culturales en las que la nueva moral y su practica política habrá de prevalecer.
Las condiciones no son las mejores. Casi se ha sepultado lo bueno. El eclipse pasa por dos difíciles ejes a cambiar: lo jurídico y lo educativo. En medio de la crisis surge el escepticismo y la anomia, con sus desarraigos y sentidos egoístas, aupados por abismos sociales entre pobres y nuevos ricos con poder, amparados por un hegemon que funciona como una efectiva arma de guerra.
Estamos en un éter que obnubila horizontes. Una atmosfera social global afincada en la destrucción y la degradación humana. Nuestro pueblo, si bien ha resistido, se agota en sus reservas éticas. Esta depresión moral no puede medicarse con reformas, ni con fiestecitas distractoras de trivialidades perfumadas con códigos y "valores" neocolonizantes, menos aun, financiando frenos morales de cariz religioso.
Es urgente impulsar un amplio, masivo, giro ético en los procesos de acción social y política del presente y en las vidas de las personas, si pretendemos con sinceridad superar el déficit moral general de nuestro tiempo.
Una de las vías es la subversión intracultural, acompañada de sus valores familiares de formación comunal, de compartición solidaria. Cultivar el éthos, que significa ‘casa interior’. El éthos es la base de nuestra conducta, de nuestras acciones en la relación con los demás y con las cosas del mundo.
Pero la ética también es la ciencia que sustenta la sabiduría práctica, esa que nos permite resolver. Es conducirse voluntaria y formativamente para el buen vivir. Si nos abocamos a nuestro ser interior, es porque nos interesa relacionarnos mejor con todo lo que nos rodea, y todo lo que acontece junto a nosotros y nuestro entorno natural.
Por el hecho de que es un constructo –una edificación, un templo– dentro de nosotras/os, el éthos puede identificarse con lo que, desde hace milenios, algunos llaman ‘alma’, otros, psiquis humana. Pero el alma, aparte de ser una especie de realidad interior, es el principio por el cual los seres vivos tenemos vida, corazón, sentir y razón.
Siempre tendrá que ser la razón, en su uso ético, la que defina y establezca la pertinencia y justeza de las decisiones y los actos. En el oírnos, con nuestras diferencias no antagónicas, siempre podrá hacerse síntesis de lo más justo.
En ese ejercicio recto de la razón surgirá el poder directivo de la acción justa a todos los niveles. Así, podrían mostrarse caminos para la vida buena, en el plano individual y colectivo.
En la medida en que cada cual se ocupe en construir sólidamente su éthos, subvirtiendo, transgrediendo y desaprendiendo valores interiorizados de la colonización, aumentará la posibilidad de que ello influya positivamente en su entorno, por obra del poder pedagógico más efectivo: el del ejemplo que posibilita la congruencia ética.
No dejes que la decepción se convierta en deserción. Nuestro pueblo cuando ve perspectivas reacciona maravillosamente. Somos un país rico y su mejor materia prima son sus pobladores. Son ellos los que deben emprender esa tarea y sostenerla de manera perseverante. Si, encima, alguna instancia social, educativa, cultural o política ayuda a socializarla, tanto mejor.
Estas serian algunas líneas de comprensión y actuación posibles, para almas dispuestas a curtirse desde la reflexión crítica y el compromiso honesto consigo mismo y con los demás.