Los procesos de desarrollo y la globalización del sistema capitalista moderno, impuesto por los amos del poder económico y político occidental al resto del mundo, no hubieran podido avanzar hasta donde han llegado sin la provisión masiva de al menos una dosis mínima diaria de opioides doctrinarios.
De opioides capaces de instalar en sus consumidores, valores seculares y religiosos generadores de simpatías, aversiones y miedos justificadores de la consolidación de un Nuevo Orden Mundial (no tan nuevo) regido por un gobierno central, único garante de la realización plena de la humanidad.
Instalación afortunadamente no lograda, al menos en las proporciones esperadas, ni siquiera entre los sectores poblacionales y etarios más maleables de su misma población, impactada por el paulatino y para ellos sorpresivo derrumbe de las certezas y esperanzas que ofrecía el modelo de vida estadounidense.
No es fácil aceptar la desnudez del rey y su corte, ni enfrentar su responsabilidad en la guerra global entre partidarios de la VIDA y defensores del sistema vigente centrado en la MUERTE. Tampoco entender la torpeza, la vileza y la violencia que está utilizando el hasta hace poco mandamás mundial para tratar de recuperar lo irrecuperable: control de los “nadie”.
Menos fácil aún es visualizar las esperanzas y la reivindicación de la VIDA que aportan a la humanidad la resistencia del heroico pueblo palestino; la fortaleza y perseverancia de los africanos dispuestos a dar su vida por recuperar su independencia y dignidad; y todas las demás luchas por justicia, paz y equidad que están(mos) dando los nadie desde distintos esquinas del gran ring mundial.
Lucha que en nuestro caso tiene que estar centrada momentáneamente en el apoyo a nuestro candidato Niclas Maduro Moros, lúcido y astuto conductor del proceso libertario, independentista e integracionista, legado de nuestro Comandante Chávez.
Apoyo que pasa por comprender que enemigo vecino y herido es el peor enemigo que se puede tener Que los responsables de todo tipo de atentados contra nuestro proceso, si bien no han podido detenerlo, sí han logrado sabotearlo, saquearnos y colarse entre nuestras filas. Utilizando, entre otras armas, la más sofisticada de todas: la Biblia. Administrada por sectas seudo cristiana como opioides doctrinarios para confundir al pueblo, divinizado a viva voz el exterminio de los palestinos y demonizando al socialismo.
Quienes apoyamos la realización en paz del próximo proceso electoral tenemos que contrarrestar toda prédica malsana de personajes que se valen de su jerarquía o investidura para administrar engañosamente altas dosis de estos opioides a los venezolanos.
Venceremos