Motopiruetas

Martes, 11/06/2024 05:35 AM

El marketing electoral puede llevar muchas veces a líneas de acción ciertamente sorprendentes y hasta extravagantes para quienes desean conseguir una coherencia discursiva y lógica similares a la de los documentos académicos o, al menos, informativos. Pero la ideología, desde hace tiempo (más de un siglo), no se trata de “sistemas de ideas”, organizadas mediante un hilo argumental o deductivo. Más bien, son conglomerados de emociones, sentimientos, reacciones, que conectan con expectativas, ilusiones, prejuicios, impulsos y hasta instintos y necesidades conscientes e inconscientes. No niego que haya cierta organización en ese conglomerado, lo que discuto es que las conexiones entre esos elementos sean racionales.

Supongo que los asesores de publicidad de las distintas campañas, además de estar evaluando las matrices FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas) de sus candidatos, los elementos de su mezcla (producto, costo, punto, promoción) y las características de los posibles consumidores (votantes), consultan las encuestas, cuyas tendencias guían para enfocar los mensajes y las actividades. Es claro que los objetivos son hacer decidir favorablemente a los indecisos, devolver a los decepcionados, incluso vencer, convencer o al menos neutralizar a los adversarios o competidores. No descarto que, para esos fines, se esté utilizando la nueva tecnología de la Inteligencia Artificial para desentrañar, mediante un minado, la Big Data que categorice a la gente de acuerdo a su perfil virtual de consumos culturales en las redes: sus preferencias de todo tipo (musicales, películas, entretenimiento, religiosas, sexuales, de moda, etc.). Esto permite focalizar los nichos de posibles votantes (consumidores).

Detalles como comer perros calientes o jugar dominó en la calle, son imágenes muy obvias para acercar un candidato a “la gente”, buscar así la identificación, uno de los aspectos del enamoramiento hacia los votantes. Es a la luz de esas metodologías que se pueden comprender ciertos mensajes recientes, bastante chocantes para el espectador demasiado racional. Precisamente, esa “chocancia” es lo que las hace relevantes y notorios, cosa muy buena para la publicidad, de la campaña del candidato de gobierno y los de la oposición. Me refiero específicamente al tik tok del profesor chichero y, sobre todo, el anuncio presidencial de que la moto pirueta es el nuevo “deporte nacional”. 

Hace unos meses me había dado cuenta de la proliferación de motocicletas en las calles y avenidas de Valencia. Luego me enteré de que ese fenómeno se repetía en varias ciudades del país. Cuando en un seminario del Doctorado de Ciencias Sociales, invité a los participantes a desarrollar un trabajo de campo para hacer pertinentes los conceptos de la semiótica, se me acercó uno de los cursantes, concejal de Guacara, para plantearme un posible objeto de conocimiento: las competencias de motorizados haciendo piruetas en su municipio. Ellos se habían convertido en una plaga, un verdadero dolor de cabeza para la alcaldía y la cámara municipal por la cantidad de heridos y hasta fallecidos debidos a los esperables accidentes y temeridades. Tanto así, que en la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera (CHET) de Valencia, se rebautizó el área de traumatología y emergencia como la “zona Bera” por la marca de la moto más económica y la frecuencia con que llegan allí los jóvenes destrozados por ese “deporte extremo”, la llamada “moto-pirueta”. 

Los aficionados de esa actividad hacen diferentes tipos de competencias. De velocidad, de equilibrios, volteretas, levantamiento como un potro de la máquina, de montarse en los hombros a la chama, de saltar unos encima de los otros. Hay diferentes códigos, una peculiar jerga en estos grupos de jóvenes. Precisamente, el trabajo de campo tendría como objetivo codificar esos lenguajes. Describir esta tribu urbana que se veía a sí misma como si estuviera más allá de cualquier regulación de tránsito, que se apoderaba de las principales vías, poniéndose en peligro ellos mismos y a todos los demás ciudadanos de a pie. Al mismo tiempo, me enteré que ya la alcaldía de Guacara estaba tomando medidas: mayor vigilancia, nuevas disposiciones municipales, multas y sanciones, etc. Además, había lanzado una campaña publicitaria muy peculiar, una cuña sarcástica donde una chica anunciaba un concurso donde el motopiruetero podía ganar, como premio máximo, un féretro con todos sus implementos. Hasta vi un meme de Facebook que decía mucho: “tener un novio motopiruetero es como tener un pollito de colores: pronto se va a morir”.

Se produjo el asesinato de un chamo motorizado de 17 años por un efectivo de la PNB. Por ello, los motorizados caraqueños organizaron una protesta que prácticamente paralizó la ciudad. Un columnista adulante (¿Motorano? Algo así) consideró que, por la forma tan sorpresiva como los jinetes de los potros de hierro tomaron la ciudad por sus cuatro costados, hasta prácticamente tomar las avenidas principales, muy bien podía ser un ensayo de un plan subversivo, como los que suele utilizar el gobierno para asustar a sus seguidores. Pero, no: por el contrario, Maduro hizo el anuncio del nuevo deporte nacional, justo cuando chocaban y se rompían la cabeza celebrando los motopirueteros. No sé cómo estarán haciendo en Guacara ahora, después de que habían metido en cintura esa amenaza a la salud pública, con este espaldarazo oficial. LO ue no dudo es que el Drácula está detrás de ese nuevo perfil de Maduro, que se superpone al de superhéroe, busero, líder dadivoso, copia al carbón del retrato hablado del jefe populista de Britto García, que regala pantuflas a los viejitos, quienes siguen recibiendo unas pensiones de hambre, por más que se haya creado un Ministerio más, con burocracia incorporada, por supuesto.

Ahora, viene Delci y su video del profesor chichero. Se supone que la idea era destacar que el gobierno promueve a los emprendedores como forma de reactivar la economía. Pero, en realidad, lo que evidencia es el (muy pobre) concepto que tiene de la educación este gobierno, ya preanunciado por la Ministra legendaria que invitó a las maestras a vender tortas para sobrevivir, despreciando de hecho la sagrada misión del maestro. Lo único que podemos decir ante lo evidente, es que ese concepto de la educación es el contrario de la de los héroes que de vez en cuando se mencionan en los actos conmemorativos: Bolívar, Miranda, mucho menos Simón Rodríguez o Andrés Bello. También es constatable el acercamiento a la concepción económica de gobiernos caracterizados como de derecha en el continente. Por ejemplo, Ecuador se precia de ser el país con mayor índice de emprendimiento popular, junto al nivel máximo de violencia y de violencia contra la mujer (femicidios). Eso es consistente con la aniquilación de hecho del salario mínimo.

Ahora, se preguntaría cualquier estudiante de publicidad ¿Cuál es la imagen que sus publicistas quieren mostrar de Maduro? ¿Son coherentes? La respuesta es que no tiene por qué serlo. Son imágenes instantáneas para “nichos”, pequeños grupos de votantes. Esos últimos movimientos de la publicidad oficial muestran, por un lado, una gran reactividad, evidenciada por el “marcaje” de Cabello a MCM y la copia de algunas circunstancias, como el encendido de la linterna de los móviles en un mitin o el “baño de multitudes” que lució lamentable en un hombre gordo de más de 100 kilos y medio, cargado trabajosamente por sus guardaespaldas. Por otro lado, el clásico líder dadivoso y demagogo (chancletas para los abuelos), o el que habla según el público (Pastor evangélico, trocado en motopiruetero), el que busca al chavista que se alejó nombrando ministro a un dirigente comunero.

Hace poco se produjo una buena manifestación del movimiento LGBT por una presunta discriminación en el Sambil de Caravas. Antes, ese mismo grupo, había logrado movilizar varios cientos para solicitar el matrimonio igualitario. Ahí hay una mina de votos. Por lo menos, el 15% de la población ¿Veremos a Maduro maquillado y agotando la bandera arcoíris en breve?

 

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