El escenario electoral se viene definiendo lentamente. El proceso se ha ralentizado debido a la incertidumbre política y el clima de inseguridad electoral que aún prevalece con la velada amenaza de una suspensión. Esta lenta definición ha configurado un escenario dominado por una polarización que no permite la expresión de voces intermedias o moderadas. Un antagonismo prefabricado marca la pauta y juega con las emociones para reducir la campaña electoral a un espectáculo callejero mientras el país espera acciones con mayor trascendencia social.
El comandante Chávez utilizó, hábilmente, la polarización como estrategia política y electoral porque quería demostrar la existencia de la Venezuela ignorada, una inmensa mayoría que había sido excluida socialmente por una minoría privilegiada. Su estrategia fue exitosa porque a Chávez le convenía dividir las aguas y diferenciar su novedosa propuesta. Chávez necesitaba la polarización y a Maduro no le conviene ni la necesita porque en la confrontación plural tiene mayor posibilidad electoral. La oposición está electoralmente dividida y el chavismo unificado. El país después del 28 de julio no aguanta la polarización social, es necesario construir un “Nuevo Consenso Social.
La polarización como estrategia política y electoral genera diversas interpretaciones entre los estudiosos y estrategas electorales. Para unos, estimula la participación política y genera mayor consistencia en posiciones y para otros, solo sirve para que las elites políticas puedan crear escenarios de conflicto o confrontación antes que la cooperación o concertación con sus oponentes. Hay un consenso en considerar que la polarización cuando no se basa en la libre confrontación de ideas o propuestas conduce a la aparición de un ciudadano con una carga de rencor o resentimiento social y políticamente vacío. Es evidente que estamos ante una campaña electoral donde prevalece el espectáculo sin trascendencia social.
Los estrategas electorales del chavismo han configurado una campaña electoral que fortalece los extremos políticos y deja a un lado el debate ideológico. Utilizan las redes sociales como un instrumento de intermediación social que sustituye a la organización política. La lógica del algoritmo neutraliza la exposición de argumentos para evitar cualquier disonancia que rompa lazos afectivos y fortalezas cognitivas. Han convertido las redes sociales en un espacio para reproducir una polarización mediatizada que disminuye la identidad política y deforma la realidad. Es una estrategia equivocada porque ayuda a la oposición y disminuye cualquier posibilidad de profundizar la transformación social y cultural del país.
El contexto sociopolítico en el cual se desarrolla la campaña electoral nos obliga a pensar en el país después del 28 de julio porque, sea cuál sea el resultado electoral, la población augura cambios o profundos ajustes políticos que permitan impulsar la recuperación económica y la transformación social y cultural. Esas expectativas de la población no se pueden alcanzar con una sociedad polarizada, es imperativo unificar todos los sectores sociales alrededor de objetivos de interés común. Es imperativo construir un “Nuevo Consenso Social” como única garantiza de profundizar la Democracia Participativa y Protagónica como vía de evolución hacia un sistema y organización social superior.
La trascendencia social y política de estas Elecciones Presidenciales no se puede diluir en una mediatizada estrategia electoral de polarización que desdibuja la verdadera participación ciudadana… El momento histórico exige pensar en el país.