El Arado y el Mar

El Chavismo vuela más allá de su tiempo

Lunes, 01/07/2024 07:35 AM

La comprensión, la grandeza, la importancia del chavismo escapa a la corta visión de su tiempo. Cuando la humanidad vive su etapa terminal, con las ideologías fracasadas en la práctica, cuando el capitalismo señorea a la humanidad, sin resistencia, y el futuro que asoma en el horizonte cercano, es la extinción de la vida planetaria; cuando la humanidad es dirigida por la mediocridad, la avaricia y la estupidez, las ideologías han fracasado y la esperanza se esfuma; en ese paisaje lúgubre, surge el Chavismo.

Heredero claro de los más nobles intentos revolucionarios; de Bolívar, pero también de Fabricio, de Fidel, pero también de Gustavo Machado, del Teniente Tulio, de Manuel Ponte Rodríguez, ningún intento quedó por fuera de ese crisol. Se inicia su caminar con un árbol ideológico que consta de tres raíces: Bolívar, Simón Rodríguez, Ezequiel Zamora. Era lo mejor, lo más noble del pensamiento humanista de la época fértil de fundación del mundo nacional. Este núcleo inicial se desarrolló, se nutrió de otros intentos de liberación del humano, de Espartaco, de Cristo, de la Revolución de Lenin, de la Revolución de los negros de Haití, de la Revolución Cubana, de la pasión de la lucha armada del sesenta, no sólo en Venezuela, sino en el Continente todo.

Y, sobre todo, bebió el chavismo de la realidad mundial de su época, de las derrotas, de las desesperanzas, de los retrocesos; sin duda un tiempo de oscuridad. Y supo que su deber era ser un relámpago en la oscuridad, un faro en el proceloso mar. Y Chávez se elevó sobre su tiempo, no fue capturado por la resignación y el desencanto, y en su pensamiento y acción superó la dogmática lucha de clases, el esperar la madurez de las condiciones objetivas, el desarrollo de las fuerzas productivas, la contemplación de la realidad. Y actuó.

Y fue capaz de fundir en un sólo pensamiento a Cristo y a Marx, a Bolívar. Y el árbol de las tres raíces tuvo más raíces, se hizo universal. Entendió, Chávez, que el motor de la Revolución es el “amaos los unos a los otros” y que a ese mandamiento había que dar base material, lo espiritual debía marchar de la mano de lo material. Y organizó a la gente, en consejos comunales para que adquirieran consciencia de su fuerza, y de su responsabilidad más allá de su entorno, con la humanidad toda. Y ese espíritu, del “amaos los unos a los otros”, lo apoyó en “la propiedad de todos de los principales medios de producción y distribución. Y PDVSA se hizo roja rojita, y el Sambil un edificio para el beneficio social.

A ese nuevo orden social propuesto había que ponerle nombre. El nombre de Socialismo le quedó corto, era parecido, pero diferente, el centro de lo nuevo era el hombre, “la medida de todas las cosas” y la lucha de clases era la lucha por la humanidad. Podría llamarse cristiano, pero era insuficiente, era Cristo con base material. Quizá Bolivariano, un nombre justo pero incompleto, era Bolívar traído a esta época, cuando es necesario un decreto de liberación de los esclavos de estos tiempos: todos los humanos que padecen al capitalismo. Y Chávez sentenció que el nuevo mundo sería “Contra la lógica del Capital”. Aún faltaba el nombre. Unos proponen Socialismo, a falta de uno mejor se puede usar, por facilidad. Aunque lo justo es llamarlo Chavismo, sistema de organización social chavista, como su fundador, soldado que dio la vida en el combate de su construcción.

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¡CHÁVEZ, CHAVISMO, CHAVISTA!

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