En estas elecciones se lucha por arbitrar el capitalismo neocolonial, restituido por Maduro en estos 11 años. Maduro, más allá de abrir la economía a la glotonería capitalista, no le ofrece nada al chavismo. Unos reclaman el derecho de restauración y otros el derecho como facilitadores originarios del mundo capitalista. Unos se dan ganadores y los otros también. Unos están dispuestos a defender su triunfo por las buenas o por las malas y los otros también, no hay espacio a ningún diálogo.
El único diálogo posible se viene haciendo en privado, suponemos que para negociar una salida digna del alto gobierno de maduro, sin retaliaciones, sin cárcel, sin juicios… o negociar a que renuncien a nuevas manipulaciones y trampas que puedan terminar en una ruptura del orden constitucional, un golpe de estado maquillado de emergencia nacional, o cambiar presos políticos por indulgencias y petróleo, no se sabe, son conversaciones secretas.
Tampoco sabemos cómo se ordenan los imperios en torno al petróleo venezolano, de cara a las elecciones; cómo se negocia nuestro destino en latitudes septentrionales. Todo está por verse, las potencias también deciden el 28 de Julio.
Hay que esperar a que pase lo que vaya a pasar antes y después de las elecciones, ver cuál será la reacción del soberano, hoy más adormilado que nunca.
Otro factor determinante es el miedo. Quién trabaje mejor el miedo colectivo, el lenguaje del terror, tendrá una cuota electoral extra, un plus psicológico. Mientras los dos candidatos se acusan mutuamente, de fascistas o de tiranía, el capitalismo, padre y señor de todo fascismo, los observa piadosamente, esperando que triunfe el mejor operador de los miedos colectivos. Para Washington, inclusive Maduro sigue siendo una buena opción a fin de privatizar y torcer la industria petrolera a su favor, ¡claro!, si no fuera por la fragata y el petrolero ruso en la Guaira, que viajaron muchas millas para marcar su territorio.
Se acabó la soberanía petrolera. Todo se trata de petróleo. Maduro acaba de “asociarse” (asociación secreta) con Ricardo Cisneros en Petro Cabimas. Antes, en el 2016, lo hubo hecho con su primo, Oswaldo, en Delta petróleo, invirtiendo 1000 millones de dólares. Ningún Cisneros invierte tanto dinero para perder, ¡Por Dios!, el que TENGA OJOS QUE VEA, ¡están privatizando y entregando el control operativo de la industria en nuestras narices!
¿Por qué uno tiene que recordarle ésto al “madurismo” incondicional? El desvío hacia la privatización de Pdvsa y la restauración capitalista es muy anterior a las sanciones y el falso bloqueo que tiene a Chevron y otras compañías llevándose nuestro petróleo casi gratis, agencias vendiendo Farraris y los bodegones llenos de basura importada. Ejemplos sobran.
Hay quienes nos acusan de odiar a maduro, que es falso. No podemos odiar a una persona que no conocemos personalmente. Pero sí que odiamos. Odiamos todo aquello que Maduro y sus voceros representan. Y ellos representan la ideología y la lógica contraria al socialismo y a la revolución chavista. No hay que ser un genio para darse cuenta de la contradicción del discurso socialista (falso) de Maduro con la realidad, Maduro: el gran privatizador del país.
Con mucho orgullo el presidente terminó de privatizar los abastos bicentenarios, privatizó las empresas socialistas confiscadas por Chávez a conspiradores y tierras a latifundistas, el paisaje a la industria del turismo, les regresó Las Cristinas a Gold Reserve, la mina de oro a cielo abierto más grande de Venezuela, e indemniza a esa empresa depredadora y maula (ladrona) que expulsó Chávez de Venezuela, y aun así sostienen un discurso como si fueran distintos a sus opuestos electorales, el falso socialismo que en este momento está privatizando “todo lo que deba ser privatizado”, como un Milei cualquiera.
En la otra esquina de la contienda electoral pelean los propietarios originarios, los mariacorinos que se creen con el derecho ancestral de administrar nuestras riquezas, este mismo capitalismo estimulado por maduro en estos años. La pelea será a muerte y en ella estarán presentes las potencias del mundo moviendo hilos, embajadores, empresarios. Y nosotros, como hasta ahora, sin poder decidir, testigos mudos de quién se quedará con la gestoría del país, para explotar sus recursos y sus trabajadores..
Hay que recordar que con Chávez la masa estuvo movilizada hacia el ensayo socialista, el terreno donde se educa al individuo de la nueva sociedad; la propiedad social, donde se enseña a las personas a ser solidarios, donde se coopera y se crea conciencia de deberse a la sociedad, la que vence la corrupción, que equivale a ocuparnos de nosotros ocupándonos de todos a la vez, como un tejido social; hacer patria verdadera, viva, no una patria de símbolos y palabras vacías.
Con Chávez hubo una esperanza fundamentada en el trabajo de alcanzar un mundo mejor, con maduro todo es promesa vana, la eterna mentira del capitalismo, el “capitalismo solidario” que solo existe en el deseo, que jamás ha existido ni existirá por ser un contrasentido, porque donde hay acumulación y concentración de capital no hay solidaridad, solo hay codicia, egoísmo, desprecio.
Volver a Chávez es retomar el proceso de formación y educación de los nuevos seres humanos, personas conscientes de que trabajar es hacerlo para el bienestar de todos, no para competir, buscando el provecho personal sobre la ruina del vecino. En el capitalismo, el éxito de un individuo, en la sociedad de consumo, significa el sacrificio y la caída de muchos, de pueblos enteros. Lo único que puede vencer a la codicia capitalista es la solidaridad humana y un cambio radical de estilo de vida. Con la lógica y los valores capitalistas la humanidad está condenada a desaparecer.
Veamos qué pasa en las elecciones y después de ellas. Mientras tanto, los optimistas debemos prepararnos para el relevo del poder y volver a la ruta trazada por Chávez hacia el socialismo, ya contamos con un plan, el Plan de la Patria, la tarea que nos legó el comandante y que quedó pendiente, después de morir asesinado.