Golpe de Estado y lucha de clases

Sábado, 17/08/2024 04:29 AM

El golpe de Estado sigue vigente, en pleno apogeo. En nuestro caso lo lidera el imperialismo yanqui seguido de la Unión Europea, además de organizaciones como la ONU a través de sus agencias, la OEA, el narcotráfico internacional y la narcopolítica (Juan Manuel Santos, Iván Duque y Álvaro Uribe Vélez) y algunas ONG´s como el Centro Carter que es financiado por la USAID, instancia creada directamente por el Departamento de Estado que respaldan al fascismo criollo. Toda una verdadera cayapa golpista contra la institucionalidad de la República Bolivariana de Venezuela.

“Todas las opciones están sobre la mesa”, repiten desde hace 20 años los ex y mandatarios estadounidenses con lo cual no descartan invasiones militares, magnicidios, asesinatos en masa y las ya aplicadas Medidas Coercitivas Unilaterales (MCU) y el criminal bloqueo económico, comercial y financiero, medidas que siguen vigentes y con la posibilidad de profundizarlas.

Es la lucha de clases, como motor de la historia, que tiene diversas expresiones, tanto en el terreno económico, cultural, ideológico. Todo un abanico que en esta ocasión alcanzó lo electoral como acto estrictamente político, pues se jugaba y se juega el desplazamiento del gobierno y de la Revolución Bolivariana. En este aspecto el neofascismo se barnizó de “oposición democrática” para intentar acceder al poder, pero sus esfuerzos fueron en vano y recurrieron a la violencia. No hay que olvidar que el enemigo de clase utiliza todos los medios a su alcance como al hampa común y a bandas criminales para utilizarlas en actos terroristas.  

En esta oportunidad utilizaron las redes digitales, recurrieron a la “guerra cibernética y cognitiva” que forman parte del paraguas de la “guerra híbrida”. Y así emprendieron su andanada por las redes para mentir, sesgar, propagar fake news y así abonar el terreno para sembrar una guerra civil, pero fracasaron.

Millonarios explotadores, asociados al poder mediático globalizado y monopolizado, dueños de empresas de internet y creadoras de contenidos se lanzaron abiertamente con mensajes de odio, racistas, xenófobos, para sembrar el miedo y el terror. Son magnates, genuinos “supremacistas” y evocadores del “apartheid”, pretorianos de nacimiento y herederos de Benito Mussolini, Adolf Hitler, Rafael Videla y Augusto Pinochet, la crema criminal.

Así emprendieron la “Guerra Cognitiva” que se libra en la mente de ciudadanas y ciudadanos con información tergiversada promovida desde Estados Unidos y la Unión Europea. Las redes actúan en este caso como un “ejército de ocupación” que libra la batalla en la mente del pueblo para doblegarlo.

Esta guerra se emplea para lograr objetivos tales como desestabilizar, influenciar, polarizar, manipular, afectar operaciones, promover iniciativas, confundir audiencias y alienarlas. Esto fue puesto en práctica antes, durante y después de las elecciones del pasado 28J, donde resultó ganador el candidato del pueblo.

Mientras que la “ciberguerra o guerra tecnológica” hace referencia al uso de ataques digitales por parte de un país para dañar los sistemas informáticos más esenciales de otro. Para esto usan virus informáticos o realizan ataques de piratería informática. Tal como sucedió cuando lograron hackear la Plataforma Tecnológica del Consejo Nacional Electoral.

La ciberguerra tiene como objetivo encontrar vulnerabilidades técnicas y tecnológicas en los sistemas informáticos del país para atacarlos, obteniendo datos e información sensible, o simplemente para dañar y destruir algunos de los servicios más esenciales o primordiales como el Centro de Totalización del ente electoral.

Todo este andamiaje no es más que otra acción enmarcada en la lucha de clase que sigue vigente, unas veces sutil y otra abierta como lo es en la actualidad y que puede aparecer en cualquier momento, pues el objetivo es la toma del poder político de nuestra patria para apoderarse de los inmensos recursos naturales estratégicos, entre ellos el petróleo, gas, oro, coltán, hierro y otros minerales.

La burguesía, la oligarquía y el imperialismo conspiran para desestabilizar gobiernos genuinamente populares, como el caso de Cuba, Nicaragua y nuestra patria. Hay que estar alerta, pues los enemigos del pueblo no tienen descanso.

 

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