Esto del apagón de ahorita, me puso a meditar: ¿Si Chávez se levantara de su tumba?

Sábado, 31/08/2024 04:40 AM

"La cadenciosa y excelente cantante veracruzana o "Jarocha", Toña La Negra, hizo famosa por los años cuarenta aquella canción titulada "El apagón", autoría de los también mexicanos Manuel Esperón y Ernesto Cortázar. Bastante se cantó, bailó y gozó aquella ocurrente composición".

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Quienes intentamos de manera equilibrada juzgar o interpretar, ajenos al interés político o sin dejarnos influir por parcialidad alguna de ese carácter y careciendo de suficiente información, no caemos en el simplismo de juzgar a priori o hacernos portavoz de ninguna versión elaborada con determinados fines; pero hay hechos que lo llevan a uno a asumir posición ante determinadas narrativas, como esa del hackeo al CNE. Lo que sí podemos afirmar con seriedad es que, todo acto de sabotaje, más cuando se afecta a la multitud, lo rechazamos, como cuando ETA, en España, incurría en aquellas salvajadas, lo mismo que el grupo peruano llamado "Sendero Luminoso", pues se trató de hechos censurables y condenables y además aterrorizan a la población y pudieran estimular enfrentamientos entre los venezolanos y hasta dentro de la familia.

Pero, como estamos en Venezuela, sin tener las suficientes pruebas, uno pudiera sin romper radicalmente con el paisaje, manejar la hipótesis según la cual, aquí se encontraron, como en perfecto ajuste, el hambre y la necesidad. Y esta circunstancia demanda, de un amplio espectro de venezolanos, revisar la coyuntura, sus particularidades y ajustar, en función de sus prioridades, como la defensa de los intereses nacionales, la seguridad y bienestar de la mayoría, la soberanía venezolana, sus acciones y hasta relaciones, sin confundirse; pues esta confusión es la que propicia las puñaladas por la espalda.

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Cuando Don Vicente, así le llamaban aquel señor de apariencia humilde pero que llegó a amasar una fortuna gigantesca, calificativo que se ganó por su capacidad acumulativa, sólo dejó cuatro hijos. Tres varones y una hembra. Siendo un hombre relativamente joven todavía cuando le conocí, en sus andares de darle vueltas a sus propiedades, una de ellas un viejo galpón donde el gobierno puso un liceo en el cual yo trabajaba como docente, pero ubicado en un área de alto valor comercial, quedó viudo. Para esos días, como comenzaba a ser habitual entre los jóvenes de las clases acomodadas, sus muchachos se habían ido a vivir al Norte, aprovechando que su padre disponía de lo suficiente para mantenerles allá. sin que nada hiciesen y aprovechando de paso que la paridad entre ambas monedas les favorecía ampliamente. Quizás, por la fama de pichirre que tenía el Don, quien tuvo que pasarlas negras para lograr lo que tenía, pensaba también para sus adentros que era mejor negocio tenerlos allá, con el dólar tan barato, que aquí consumiendo y ostentando como lo hacían, sin producir nada en bolívares.

Un mal día, digo yo, al Don le dio un infarto y murió cuando por su edad, era posible pensar que le quedaban unos cuantos años de vida por delante. Pero, al parecer, se empeñó más en cuidar sus propiedades que eran cuantiosas, como también sus cuentas bancarias, tanto aquí como en el Norte, que su salud. Se decía que opinaba que eso de "gastar real en médicos por pendejadas que se quitan solas era para ricos y gente que no sabía lo que costaba ganarse los reales". Claro, él llegó a ser un potentado, habiéndo iniciado como ayudante de gandolero y luego gandolero mismo y contratista.

Cuando quienes le llevaban sus cuentas y sus abogados que le manejaban sus cosas que ya eran demasiadas para que él se ocupase de eso, anunciaron a la familia, sus cuatro hijos, que vivían a sus anchas, cada uno por su lado, allá en el Norte, la fortuna que había dejado y aquella información salió a la prensa, a mí que le había conocido y hablado con él muchas de las tantas veces que iba a revisar su propiedad, se me quedó la boca abierta por largos minutos, intentando comprender ¡cuánto era aquello!. Era una fortuna que, repartida entre doscientas personas, haría a cada una de ellas cómodamente ricas. Y sus hijos sólo eran cuatro y no habían tenido el trabajo de preocuparse por su salud y sus cosas cotidianas, menos con lo de cuidar el patrimonio, tampoco en el trabajoso asunto de aumentarle. Todo lo contrario.

Por mucho tiempo, casi todos los días, en la prensa salían informaciones dadas por separado por cada uno de sus hijos o los abogados de cada uno de ellos, ventilando públicamente sus desacuerdos acerca de cómo dividir aquella cuantiosa fortuna. De las informaciones, se podía deducir, no sólo que cada uno de ellos quería todo para sí o una tajada superlativamente superior a los demás, alegando cosas fútiles. Por supuesto, los abogados, por motivos de sobras conocidos por cualquiera, se encargaban de atizar aquellos desacuerdos y complicar lo que era una cosa sencilla, dividir en cuatro partes iguales todo aquello y cada uno quedaría súper saciado y asegurado para toda su vida y descendencia. Supongo, es lo habitual, que al final de aquel drama o novela picaresca, en la cual los abogados sacaron su buena tajada, los hermanos, antes separados, se distanciaron todavía más.

Lo anterior lo he recordado por lo que ahora acontece en el seno de lo que por simplismo y hasta emocional se le llama el chavismo. Claro, estuvimos entre quienes dijimos, más de una vez, que aquello que Vladimir Acosta, Monedero y otros previsivos y valientes, llamaron el hiperliderazgo, podría generar serias dificultades, sobre todo dada la infausta circunstancia que Chávez no estuviese.

No pensábamos que eso sucedería en verdad, sino que, lo asumimos como una manera de llamar la atención para prepararse para cualquier contingencia. Varias veces dijimos, leímos o escuchamos, lo que otros escribieron o dijeron, si Chávez no estuviese, esto se dividiría en mil pedazos. ¡Y aquello ocurrió! ¡Y cómo! Por supuesto, aconteció después de la muerte de Chávez.

Para mí, entre tantos, uno de los mayores logros de Hugo Chávez, es haber unido lo que en la historia anterior los hombres, entre estos los militantes de un factor peleado con realidad, habían desunido o separado al máximo.

Cada hombre, mujer o pequeño grupo que soñaba con un país distinto a aquel en el cual vivía, privilegiaba sus particularidades para mantenerse lejos de los otros que, en lo fundamental, y en buena medida pensaban como ellos. Siempre andaban en busca, más que amigos, de enemigos y no les era difícil encontrar un "pero", para ver un enemigo en todo aquel que pensase en algo diferente; sólo bastaba una alguna idea, color, grado de temperatura, diferente, por muy poco que lo fuese; así se detectaba un enemigo o poco digno de confianza. Tanto que, en veces, preferían convivir con sus verdaderos adversarios y no entre ellos. Unos se creían más papistas que otros. Dueños de la verdad, su verdad; que no era la verdad. El dogma de cada uno de ellos, era una propiedad privada, inmaculada, que dejaba de serlo, por la sola intención de alguien diferente de tocarla.

Pese a la naturaleza popular, del origen humilde de la gente del ejército, antes y después de la lucha armada, el mismo que tumbó a Pérez Jiménez, grandes sectores de ese mundo "revolucionario", de gente enredada, esquemática y por demás ortodoxa, tenían una actitud contraria contra a los militares. Los alzamientos de Carúpano y Puerto Cabello, al margen que fuesen dos errores más a sumarse en la lista de los tantos cometidos por el universo que los promovió, no dejó en ellos nada; siguieron pensando como si aquello no hubiese acontecido.

Los antiimperialistas, anti neoliberales y contrarios al habitual enroque adeco-copeyano, que tantos eran, llegaron a creer que cada uno de ellos por su lado debían mantenerse; cada quien en su ámbito o parcela; mejor solos que mal acompañados, al parecer pensaban. Por encima de unirse para luchar por lo que les era común, de lo que bastante abundaba, para cambiar aquel estado de casos, parecía prevalecer en ellos la absurda idea que había que mantener el linaje puro, la limpieza de la percepción, supuestamente científica o el cientificismo que cada uno tenía acerca del momento histórico.

Mezclarse unos con otros, para elaborar un programa común, donde cada quien fuese escuchado y poder aumentar y hasta multiplicar las fuerzas, era como una afrenta o renuncia a la pureza de la que estaban revestidos. Esa consigna de "Sólo hay un camino", expuesto habiendo un mundo tan diverso, lleno de tantas contradicciones que invita, para que los caminantes no avancen sin abundante compañía, la necesaria para sumar fuerzas y alcanzar el éxito, se hizo cada vez más dominante. Una propuesta destinada a llenarse de terquedad, egoísmo y falsedad.

Muchos suponen que ese camino ya está hecho; contrario a aquello de Antonio Machado "Caminante no hay camino, se hace camino al andar", a lo que le agregaría, si los andantes unen sus fuerzas, buena voluntad y empeño en elaborar la ruta. Lo contrario a esto pareciera ser la fija idea de aquellos grupos, al parecer nihilistas o negadores de toda realidad, que lo necesario y pertinente es buscar la pureza. Y esta, entendida como la autenticidad, cuando "los burros se buscan para rascarse", no es la fórmula adecuada para empujar en contra de las fuerzas que quieren al mundo a sus pies.

Si Chávez logró algo sustantivo, merecedor de exaltar y tomar en cuenta, aunque fuese al inicio, fue el milagro de unir todo aquello disperso, dogmático e individualista y ponerle a luchar hombro con hombro y, con los primeros hechos, les mostro cuánta ventaja había en eso. Unió voluntades individuales y grupales, injustificadamente dispersas; y a éstas con el movimiento popular, al cual ellas no se acercaban; descubrió como falso el carácter que, en aquel oscuro mundo, se le daba a la contradicción con el ejército, etc. Sería largo enumerar los logros alcanzados por aquella actitud y propuesta exitosa que, desaparecido el ícono, se desdibujó. Reaparecieron con más fuerza los viejos y nuevos enfrentamientos, el retorno de las concepciones que creíamos olvidadas, derrotadas; y las mismas pequeñas agrupaciones de antes, pese sean con individuos diferentes, obligadas a "defenderse" o defender su pequeño espacio en correspondencia con su capacidad de mirar. Y también se incubaron abogados, venidos de un mundo distinto y hasta ajeno, a interceder en la disputa, avivar las llamas para, como los de los hijos de Don Vicente, para sacarle provecho a un asunto que les fue siempre ajeno.

Es decir, lamentablemente pasó lo que sabemos, Chávez dejó una herencia, en lo formal e imaginativo, como la de Don Vicente, y por ella, en su familia, surgieron como era de esperarse, discrepancias y naturales; pero también la falsa creencia que la de aquél, como la de Don Vicente a sus hijos, hay que repartirla a pedazos y con egoísmo, donde como en estos, se impuso la idea que ella se distribuya como cada uno quiere, mientras los abogados gozan y suman.

Esa manera inadecuada de manejar las diferencias, los derechos y privilegiar las pequeñas visiones, le da fortaleza, hace ganar adherentes, a las fuerzas definitivamente y bien delimitadas, contrarias al interés nacional, como los capitales que nos quieren ver vencidos y de rodillas. Tanto que, hasta acciones que lucen como terroristas y destinadas a desatar una tragedia interna, alcanzan el respaldo de la gente común, la que celebra hasta que le apuñalen y le afecten en sus más sentidos intereses.

¡Si Chávez se levantara de su tumba!

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