La violencia es el arma del poder; anular a los enemigos es la fórmula para afianzarlo, marcar territorios, fundar un nuevo dominio. Y el poder también es tarea de una revolución socialista.
Violencia es el sello de la política de la democracia de Estados Unidos, de la Rusia zarista, estalinista y capitalista, de Israel – de la república Francesa, las monarquías parlamentarias de Inglaterra y España, etc. –, la historia testimonia explotación humana, saqueos y masacres continuados hasta el día de hoy. O es Israel o Irán, una de las dos naciones tiene que desaparecer, o Israel o Palestina o el Líbano, o Rusia o Ucrania,… específicamente el poder capitalista no respeta la vida, para conquistar no le importa el volumen del sacrificio humano, para afianzar el poder del egoísmo mezquino del capitalismo hay que acabar con mucha vida, con mucha cultura y civilización. El crimen es lo que recomiendan los imperios a sus aliados para conquistar territorios, saquear sus riquezas para luego consolidarlos, y nosotros andamos sobre 300 millones de barriles de petróleo, yacimientos de oro, hierro, bauxita, coltán,… una riqueza que codician estos imperios, que la necesitan para sostener sus modelos de industrias y producción; cada uno de ellos hace lo posible para marcar como suyo, al costo que sea, un pedazo de nuestro territorio.
Por eso decía Chávez, y con mucha razón, que la tarea más importante y urgente que tenemos como pueblo o nación es alcanzar la independencia, tomar el poder sobre los que nos han sometidos y explotados por años. Pero la calidad de esta independencia obedecerá a la manera cómo administremos la violencia, inevitable, porque, nadie que haya sometido a tantas almas a su antojo por tanto tiempo va ceder pasivo a la voluntad de ellas. De ahí la importancia de precisar al enemigo, de distinguirlo en la lucha, de definir los bandos en pugna; es fácil llevar al enemigo dentro de uno si no reconocemos cuál es la ideología que nos mueve, qué sentimientos nos motivan a actuar. También se trata de la independizarnos de la violencia compulsiva y perversa del capitalismo y de todas sus lacras, pero es la independencia la que nos salvará de ser esclavos del capitalismo devenido en imperios.
Solo seremos un pueblo verdadero compartiendo nuestra herencia, ligada a dos guerras cruentas, la de independencia del yugo español y su modelo colonial y de la independencia de la oligarquía criolla, igualmente colonial, compartiendo el sentimiento de libertad ligado a un espíritu rebelde y libertario. Pero seremos un pueblo sobre todo si hay intereses particulares comunes, como contar con una economía que nos resuelva, a todos por igual, nuestras necesidades básicas: trabajo digno, tiempo de ocio, alimentación, salud y educación, un ideal de altura..
Independencia es librarnos de la ignorancia y de las carencias de salud, mediante la educación y la salud públicas, independencia es igualdad y justicia social. Al capitalismo – la fuente principal que alimenta la guerra y la codicia entre los imperios modernos – le conviene someter a gente ignorante y enferma, por eso las desgastan, acaban con sus escuelas y sus universidades, con sus hospitales, con sus médicos y profesionales, con sus científicos, mercantilizan la salud para que menos gente tengan acceso a ella, igual lo hacen con la educación, además de mediocrizar, banalizarla. Lo hace Israel en palestina y lo hace Maduro (con o sin conciencia) en Venezuela con su propio pueblo , no hay diferencia, la idea es la misma, el capitalismo es uno solo y su lógica es la misma aquí como en China o en Estados Unidos, las diferencias siempre son superficiales.
La ideología que sirve de base al socialismo la sostiene el amor a la humanidad, el respeto a la persona, a la naturaleza, a la vida; la cultura civilizatoria, a la solidaridad y la cooperación social, no es fácil defender estos principios frente a la violencia del hambre y la injusticia capitalistas. Pero también la violencia puede ser revolucionaria, cuando se trata de imponer la justicia y la igualdad sobre la mezquindad de nuestros verdugos de toda la vida. No es fácil evitar la venganza y el resentimiento social, o evitar habituarse desde el poder a la violencia y a la crueldad sobre nuestros enemigos políticos y personales, sin embargo, ese es el reto, fundar un nuevo dominio espiritual, parir un “hombre nuevo”, imponer la lógica del socialismo sobre la del capital.
Sin equilibrio, sin igualdad, sin justicia social, no habrá paz. La paz boba de la democracia burguesa y de la marginalidad madurista es un ejercicio de la violencia capitalista solapado, trocada en desigualdad, hambre, carencias; en terrorismo, cárcel y destierro. La violencia es inevitable, una revolución pacífica no existe, una “revolución pacífica” sólo minimiza la violencia eliminando las prácticas de la crueldad, pero en la confrontación siempre habrá víctimas del fanatismo, por un lado, y de la pasión, por el otro. El hombre en el socialismo es la única garantía de una paz duradera dentro del debate político y la crítica.
¡PATRIA ES HUMANIDAD!, ¡PATRIA SOCIALISTA O NADA!, ¡PATRIA SOCIALISTA O BARBARIE!