El madurismo se engolosinó con el poder, actuó como “el perro que come manteca, metió la lengua en tapara” y, “como chacumbele, el mismito se mató”. Apelamos a los refranes populares para tratar de mostrar esta tragedia con algo de suavidad, como corresponde a la naturaleza nuestra.
El madurismo de pronto se vio en miraflores. Al principio se asustó, con la tarea de fundar un mundo nuevo, inédito, continuar por el sendero indicado por el Comandante, y se replegó a terreno conocido, al capitalismo tradicional. Por ese camino se fue transmutando en lo contrario de Chávez, en un agente capitalista, y ejerció su papel con éxito, ya sabemos que liquidó el camino de Chávez. Cuando ya se sintió fuerte, cuando todos le decían presidente, todos le rendían pleitesía, escucho a los adulantes que le aconsejaban apartarse de Chávez, que ya no era necesario, que la gente lo aclamaba haría lo “que diga nicolás.”
Y comenzó a ejercer el poder sin freno, los disparates los convertían sus medios y redes en sesudos movimientos de una habilidad poco común, nunca vista en aquel palacio. Y “el poder los empalagó”. Y comenzaron a flotar en su soberbia, perdieron el cable a tierra, volaban, y allá arriba no llegaría lo malo. Y se olvidaron del Comandante Chávez, de su legado. Escondieron sus ojos, hablaban poco de Socialismo, cambiaron la Revolución por el vocablo “transformación”. El rojo los arrepiaba, les ponía la piel de gallina. A veces, y obligados por las circunstancia exhibían algún video del Comandante, pero editado, transformaban al Chávez Revolucionario es potable para fedecámaras.
Y así vivieron su gloria, se les olvidó que “toda gloria es pasajera” y “todo poder tiene sus límites”. Y flotaron, la realidad eran ellos, confundieron su imaginación, sus ambiciones con la realidad. Y derrumbaron los cimientos que los sostenían, la Constitución, las leyes fueron violadas, las instituciones vapuleadas. “Lo que diga nicolás” pasó a ser la realidad, es lo que nosotros decimos, la legalidad la hacemos nosotros a nuestra semejanza.
Y llegó un día, el 28 de julio, y todo cambió, la masa les dio una paliza en las votaciones, pasaron la factura a tan mal gobierno. La realidad, la real, les dio una patada. Y comenzó el desespero: hicieron trampa, destruyeron la credibilidad del cne, de la justicia, quisieron hacer su propia realidad, pero se les vino el mundo encima “Tanto fue el cántaro a la fuente que al fin se quebró”. Ahora no los quieren en Europa, tampoco en gran parte del continente, todos los días chocan con algún gobernante. El éxodo sigue en torrente, aumentan los presos políticos, aumentan los disparates del socialpranato, como ese de que venezolano no puede entrar a su país si el pasaporte está vencido, o esa de penalizar el que pida invasión, pero le mandan al invasor el petróleo que moverá la maquinaria invasora, y permiten la invasión silenciosa de las compañías petroleras gringas.
“La esperanza es lo último que se pierde” y “donde hubo fuego brasas quedan”. Y sin duda, Chávez es fuego, un espíritu que camina en los cuarteles, en las universidades, en el campo, en el corazón de los trabajadores, en los barrios, y de todos los venezolanos. Un día, pronto, las brasas del chavismo se transformaran en luz de la sanación de la Patria.
¡CHÁVEZ, LUZ!