La demagogia de la democracia y la historia que queremos contar

Sábado, 02/11/2024 05:37 AM

Chávez pensó en una democracia participativa y protagónica como alternativa a la democracia de la demagogia. Quizás fue insuficiente, pero nadie lo había planteado de esa manera,  quizás fue “demagógico” que en su nombre, los herederos de Chávez convirtieran  el poder popular, la base de la democracia participativa y protagónica,  en el  apéndice electoral de un gobierno profundamente demagógico. El punto a destacar es que son los hombres y las mujeres los que hacen los cambios históricos, no la pura teoría; es  la “praxis” política, simbiosis dialéctica entre teoría y práctica política. Una práctica política sin teoría es ciega, y una teoría política sin práctica es metafísica. En fin, una sin la otra no son actividades verdaderamente revolucionarias, y sin la intervención de la voluntad, además de la inteligencia y la acción humana, para hacer que las ideas se hagan realidades, tampoco hay revolución, no se hacen cambios significativos en la sociedad.

Negar la importancia que tuvo el concurso de Bolívar en la revolución de independencia, con sus ideas y sus  acciones,  y  la de sus principales aliados, militares y civiles, es una idiotez. El legado de Bolívar a nuestra historia más reciente es incuestionable. Sin Bolívar, es posible que no hubiera habido un Fidel,  las acciones heroicas de los hombres marcan la voluntad de muchos. La verdadera educación, desde la Grecia clásica hasta hoy la hacen las acciones heroicas, extraordinarias, no las ideas estériles, por más extraordinarias que sean, esa fue la función pedagógica del teatro, la poesía épica y lírica antigua, resaltar valores extraordinarios, ejemplares. Lo mismo hizo Bolívar, José Martí, Che, Fidel y Chávez (así se les tuerzan las tripas a muchos envidiosos). Chávez murió de 58 años, joven, y hoy los que gobiernan y lo sobrevivieron ya han sobrepasado esa edad sin haber acumulado  una pizca de dignidad para este pueblo, de la mucha que cosechó Chávez como presidente de este país, al contrario, se han portado  como hombres y mujeres pusilánimes, del montón. Muchos  ancianos en un congreso dando lástima, mendigando dignidad, sabiéndose cobardes ante el descaro de la traición.

Nosotros somos más de transformación que de comprensión de la realidad. Y si  hay una característica humana, que compartimos con otro animales superiores,  es la de aprender y enseñar a través del ejemplo, y  para los humanos la realidad siempre fue perturbadora, el hecho de la muerte y su incertidumbre, de ahí el impulso por transformarla, someter a los imponderables, superar la muerte a través  de acciones trascendentales, heroicas, inmortales.

Hoy, al pasar la curva civilizatoria de la sociedad industrial, la realidad nos dice que la misma especie, la misma humanidad se encuentra en peligro, que la codicia está llevando a muchos idiotas a la locura, donde no importa arrasar con selvas, ríos, bosques  por la avidez de ganancia, no importa acabar con pueblos y culturas enteras, familias con sus templos, sus casas, calles, puentes. Hoy se repite la barbarie pasada como si el legado abominable de muerte de las guerras intercapitalistas mundiales no existió.  Hoy, cambiar la realidad no es transformar o someter a la naturaleza, es protegerla de la acción depredadora del hombre capitalista, hoy transformar la realidad es cambiar al Hombre, y eso solo es posible por la acción de mentes y voluntades extraordinarias no de pendejos, petulantes y vanidosos, que se van con la corriente.

Necesitamos héroes, muchos héroes, una vanguardia que sea capaz de educar con su ejemplo al resto de la sociedad. Necesitamos a Ulises, Aquiles, Diomedes, Ayax, Patroclo, arrastrando masas al combate; necesitamos a Bolívar, Ribas, Sucre, Anzoátegui, O’Leary, a Simón Rodríguez fundando naciones,  a Zamora mostrando coraje y dignidad; Martí, A Fidel, a Che, a Fabricio, a Chávez, haciendo revolución socialista con sus vidas… Lo demás es pura paja.

El capitalismo desayuna teorías, almuerza historias, y cena noticias contando sus desmanes; traga análisis y luego los caga en forma de pastelitos para alimentar a las universidades, lo único que no puede digerir es la rebeldía del hombre y de los pueblos.

Hay otra historia, que la escriben los valientes, que viaja en la memoria de los pueblos, tarda en emerger pero siempre termina por dar a luz, esa es la historia que queremos contar.

¡VIVA CHÁVEZ!

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