Reinaldo Iturriza:“Cualquier salida a la crisis en Venezuela tiene que significar más democracia y más revolución”

Jueves, 13/08/2020 09:45 AM

Reinaldo Iturriza.

12.08.20 - Reinaldo Iturriza fue, entre 2013 y 2014, ministro del Poder Popular para las Comunas en Venezuela. Durante su breve paso por el cargo (luego, entre 2014 y 2016, condujo la cartera de Cultura) dio un fuerte impulso a uno de los pilares de la revolución bolivariana: la organización autónoma del pueblo en los territorios.

Desde esa experiencia, pero también como activo militante e intelectual ligado al chavismo, analiza los debates que se dan dentro del campo revolucionario, las contradicciones y los problemas que acarrea la crisis económica que vive el país hace varios años.

"Esta apuesta por la organización popular es donde radica la vitalidad de la revolución", sostiene sin dudar. Y añade que "es muy difícil entender cómo sigue habiendo Revolución Bolivariana si se ignora esa variable política".

– ¿Existen debates al interior del campo chavista sobre cómo salir de la crisis económica actual y la perspectiva estratégica del proyecto? ¿Qué lugar ocupa Nicolás Maduro en esa discusión?

– Si, por supuesto. Al interior del campo chavista hay un debate que es permanente sobre el devenir de la Revolución Bolivariana, su horizonte estratégico, su liderazgo político, el papel que le toca ocupar al pueblo organizado, etc. En algunas coyunturas esta discusión es mucho más intensa que en otras.

Por razones obvias, el presidente Nicolás Maduro suele estar en el centro del análisis. Hay valoraciones negativas y otras más positivas. Pero creo que en general el chavismo no cae en la trampa de poner en entredicho su legitimidad como presidente.

La crítica puede hacérsele, no solamente al presidente, sino a la clase política chavista. Y la autocrítica que corresponde hacer también al movimiento popular. Todo es discutible.

En Venezuela hay una expresión que aplica mucho para este caso de la discusión interna y en general, que es: "dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada". Parafraseando ese dicho popular, "dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada", que aplica más para los debates internos de quienes apoyamos la revolución.

Es decir, cualquier salida a esta situación tiene que significar más democracia y más revolución. Tiene que significar mayor radicalización democrática de la sociedad venezolana, no dejar de lado el horizonte socialista.

Esta es la discusión central que nos ocupa ahora: cómo salir de esta situación.

– Si algo ha caracterizado y diferenciado a la Revolución Bolivariana de otros procesos progresistas y de izquierda de América Latina es la apuesta -no sin contradicciones- a la organización y construcción de instancias de poder popular ¿Cómo se conjuga esa iniciativa con la crisis?

– Yo mismo he insistido en que lo que distingue a la Revolución Bolivariana es su apuesta por la organización popular, por la democracia participativa y protagónica, y específicamente por las experiencias de autogobierno popular, en los territorios. Sin el entramado popular construido a lo largo de estos años muy difícilmente puede resultar concebible el hecho de que el proyecto no haya sido derrotado.

Es muy difícil entender cómo sigue habiendo Revolución Bolivariana si se ignora esa variable política. Me atrevería a afirmar que, precisamente por desconocer esa variable, muchos análisis sobre Venezuela incurren lamentablemente en el error.

"Cualquier salida a esta situación tiene que significar más democracia y más revolución. Tiene que significar mayor radicalización democrática de la sociedad venezolana, no dejar de lado el horizonte socialista"

Esta apuesta por la organización popular es donde radica la vitalidad de la revolución. En los años más recientes ha habido una relación muy directa, que no es mecánica, pero sí está estrechamente relacionada, entre la agudización de la crisis económica y un progresivo repliegue de la participación popular. Mucha gente que protagonizaba experiencias en los territorios ha tenido que replegarse, literalmente, a lo doméstico, para resolver la economía y la cotidianidad.

Se ha producido así un debilitamiento del tejido organizativo, que sin embargo se mantiene.

– ¿Qué ha pasado en los últimos años con el desarrollo de las Comunas y que rol cumplen en el escenario actual?

– Las Comunas son una expresión de esa apuesta por la organización popular. Ha tenido sus altos y sus bajos, y por supuesto está atravesada por contradicciones, como tú apuntas. Existen limitaciones. Pero tengo conocimiento, vínculo directo con muchas de estas experiencias, y puedo decir que hay algunos centenares de Comunas que siguen apostando a la producción de los alimentos tan necesarios para la sociedad.

Esas son experiencias que siguen vivas a pesar de este debilitamiento general que se ha producido. Siguen estando allí e incluso en aquellos casos donde se han debilitado más, existen en potencia. Es decir, donde hubo Comunas o una organización popular muy fuerte, eso nunca desaparece del todo. La política no funciona de esa manera. Es como la energía, en este caso podríamos decir la energía política: ésta nunca desaparece, se transforma en otra cosa.

Está en nosotros y nosotras descubrir la fórmula para que esa energía política vuelva a transformarse en una muy sólida organización popular.

– América Latina vive desde hace más de una década una ofensiva conservadora respaldada por Washington que ha incluido golpes de Estado y la destrucción de organismos de integración regional. En ese marco la Revolución Bolivariana ha sido la que sufrió las peores agresiones, sin embargo persiste dónde proyectos que parecían más estables, como la Bolivia de Evo Morales, cayeron ¿por qué?

– Si tuviera que resumirlo, diría que eso que se puede llamar la "experiencia Chávez" no solamente es demasiado reciente, sino que tiene efectos perdurables. Algo que se omite en los análisis es la profunda transformación en materia de cultura política que se produce en Venezuela, incluso antes de 1998.

A mediados de los ’90, una vez que el comandante Chávez sale de la cárcel, comienza a recorrer el país (lo recorrió cinco veces entre 1994 y 1997). Yo le llamo a los ’90, que es nuestra década pérdida en lo económico, la década virtuosa de la política venezolana. Allí es que se fragua el sujeto chavista y se produce una profunda transformación de la cultura política del pueblo venezolano. Siempre girando en torno a la idea-fuerza de democracia participativa y protagónica.

Y esta transformación va a seguir su curso, profundizándose y afianzándose durante la primera década del siglo. Desde todo punto de vista esa es la década ganada, no de los últimos tiempos, sino de la historia de Venezuela como república. Nunca se vivió tan bien, no sólo materialmente, sino también espiritualmente.

Esa "experiencia Chávez" sigue pesando mucho en la sociedad. Con todo y los retrocesos que puede haber habido en los últimos tiempos.

Una de las cosas que nos enseña la experiencia boliviana, y lo digo con todo el respeto y aprecio que sentimos por Evo Morales y su pueblo, es que no basta con tener una economía sólida. Es decir, el hecho de no estar atravesando una crisis económica no te salva de sufrir un importante retroceso en términos políticos.

"Ha habido un proceso innegable de desafiliación política, de personas que no se sienten cómodas identificándose con el gobierno bolivariano. Y sin embargo su manera de entender el mundo, eso que llamamos chavismo, en el mejor sentido de la palabra, se convirtió para las mayorías populares en un sentido común"

Lo económico es fundamental y, aunque parezca contradictorio, Venezuela es una demostración palmaria de eso. Nuestras principales falencias tienen que ver con la cuestión económica, errores que se han cometido, decisiones que no se han tomado, etc.

Para quienes vemos la sociedad como una totalidad, convendremos en que la economía es una dimensión fundamental, pero hay otras: la cultural, la política, la social. Pero eso no quiere decir, tampoco, que basta con condiciones subjetivas, es decir, con el deseo sin materialidad. Las dos cosas deben conjugarse. Ahí está el punto débil de la experiencia venezolana.

Mucha gente, en 2020, tiene una relación bastante problemática con la identidad política. Porque al mismo tiempo que se ha dado este repliegue al que ya me referí, ha habido un proceso innegable de desafiliación política, de personas que no se sienten cómodas identificándose con el gobierno bolivariano. Y sin embargo su manera de entender el mundo, eso que llamamos chavismo, en el mejor sentido de la palabra, se convirtió para las mayorías populares en un sentido común.

Esa misma cultura chavista es muchas veces el punto de referencia para cuestionar al chavismo en el poder, digamos.

– El capitalismo atraviesa una crisis global hace varios años que ha dado surgimiento a alternativas políticas de ultraderecha. Sin embargo no hay un correlato similar a la izquierda del espectro político ¿Creés que es posible que emerjan nuevas alternativas y proyectos anticapitalistas? ¿Qué rol le cabe a la Revolución Bolivariana en ese futuro?

– Por lo menos en el caso de Nuestra América, creo que esto que identificamos como ofensiva de la derecha continental, tiene todas las características de una reacción. No estoy descubriendo nada al decir eso.

Es una reacción frente al avance que tuvo en muchos de nuestros países el "progresismo", con todos sus matices, incluyendo los proyectos que fueron más allá y los que no fueron tan lejos.

Soy muy poco dado a las generalizaciones. Si bien se pueden identificar algunos rasgos en común entre las distintas experiencias, hay que insistir en la singularidad de cada una.

Pero en términos generales creo que, para reconstituir una alternativa frente a esta reacción, es necesario entender la crucial importancia del pueblo organizado, el enorme peso que eventualmente puede jugar para contrarrestar cualquier reacción. Eso tiene que ser reconocido, es fundamental.

Creo que muchos de nuestros gobiernos no pusieron particular cuidado en ese asunto. Hubo una tendencia a conformarse con administrar el estado de cosas en lugar de hacer todo lo necesario para transformarlo.

No puede haber transformación sin pueblo organizado, sin un movimiento muy sólido que sirva de contrapeso; sin que el gobierno esté permanentemente escuchando y siendo receptivo a la crítica popular.

La relación de interlocución entre el gobierno y el pueblo organizado tiene que ser muy fluida. En la medida en que eso se debilita y la clase política cree que ella sola puede -porque es habilidosa en el tacticismo, porque se encandila con su capacidad de administrar el estado de cosas -, no se da cuenta de que se está limitando y que se trata de otra cosa.

Eso es vital para recomponer la fuerza política en el presente y de cara al futuro.

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