¿Es Venezuela culpable de la retoma de la lucha armada por FARC-EP?
Por: Narciso Isa Conde
Miércoles, 11/09/2019 06:50 AM
Los responsables de 60 años de guerra sucia y terrorismo de Estado -el poder imperialista estadounidense, la oligarquía colombiana y las cúpulas políticas y militares pervertidas- culpan ahora a la Venezuela bolivariana y chavista, que tanto odian, del relanzamiento de las FARC-EP como fuerza insurgente.
Las culpan y usan esa falaz acusación como pretexto para reemprender sus planes de desestabilización, sus trajines golpistas y su pretensión de invadir militarmente y fraccionar el territorio venezolano con el propósito de instalar en el poder a su instrumento neofascista que por el momento encabeza Juan Guaidó.
En esa conspiración macabra está comprometida una comparsa continental agringada de calaña neofascista, destacándose en la demencial declaratoria del presidente chileno, que sin medir la capacidad de defensa anti-área venezolana, amenaza con su enviar sus bombarderos pinochetistas a Venezuela si su Guaidó es tocado con el pétalo de una flor.
Pero más allá de esas fanfarronadas peligrosas, es necesario seguir examinando los por qué de la retoma por FARC-EP de la ruta de la insurgencia armada, siendo la paz un anhelo vital del pueblo colombiano y países vecinos; algo fundamental para pulverizar los falsos argumentos de esta patraña.
RAZONES DE LA INSURGENCIA POPULAR ARMADA Y EL RELANZAMIENTO DE FARC-EP.
Seguro estoy de que no es una determinación caprichosa y menos una receta del Estado vecino al que las fuerzas dominantes en EEUU y en Colombia tienen dos décadas agrediendo con nuevas modalidades de guerras imperialistas; procurando persistentemente hacer fracasar su autodeterminación y reeditando en escala tipo Libia, Afganistán, Irak, Yemen… una agenda desestabilizadora parecida a la aplicada contra Cuba en las últimas 59 años.
Tampoco lo es el hecho de que el ELN, a la luz de los hechos vividos, no se haya desarmado ni desmovilizado a pesar de su vocación de paz.
Las razones reales son, sin dudas, de fuerza mayor, tanto por sus raíces históricas como por el impacto de una actualidad violenta con impronta de tragedia impuesta desde el poder imperial.
En ese plano y a propósito de lo que ha acontecido y sigue aconteciendo en Colombia, me parece oportuno recordar estos párrafos de uno de mis artículos escrito hace casi 4 años cuando, en la cercanía de la firma de los Acuerdos de Paz de la Habana, aparecieron los primeros nubarrones del sabotaje interno y externo al proyecto de paz con justicia social, democracia y soberanía; asumido con vehemencia, talento y creatividad por la delegación de paz de las FARC-EP, encabezada precisamente por los comandantes Iván Márquez y Jesús Santrich:
“La paz, como anhelo inmensamente mayoritario, no debe ser obviada por la insurgencia armada; pero tampoco ella puede sujetarse al pérfido interés evidenciado por las fuerzas enemigas, que por demás han estructurado un país sin soberanía con un sistema neoliberal perverso.”
“El camino de la paz verdadera, no el de la paz como farsa, a mí entender precisa tener muy en cuenta esa realidad y enfrentar con decisión esa actitud del poder supranacional y local establecido, sin hacer concesiones unilaterales”.
“Por eso debe pensarse en construir -previamente a cualquier tipo de desmovilización guerrillera- bases sólidas para una paz con justicia social, soberanía y dignidad en medio de un cese al fuego bilateral y una progresiva desmilitarización bilateral de la lucha política; situando en el centro de las grandes metas a alcanzar el rescate de la soberanía que posibilite sacar a Colombia del tablero guerrerista del imperialismo occidental.”
“Los temas fundamentales de las conversaciones de paz -aquellos que implican desmonte del Estado terrorista, democracia, justicia, equidad social y soberanía reales- al tiempo de acordarse con precisión, deberían de inmediato convertirse en hechos consistentes antes de contemplarse la pretendida desmovilización de los ejércitos populares creados por FARC y ELN durante medio siglo de heroísmo; que bien podrían asumir nuevos roles en medio del cese al fuego bilateral, la detención de la confrontación armada y el nuevo periodo de refundación democrática del Estado vía Constituyente Popular y Soberana.” (DESARMATE… Y YO ME QUEDO CON LAS BASES Y LOS HIERROS, por Narciso Isa Conde, noticiassin.com, Blog Tiro al Blanco, noviembre 2015, Santo Domingo, RD.)
Los resultados finales de los diálogos de la Habana se distanciaron de esas perspectivas porque la mayoría del Secretariado de las FARC, bajo la jefatura de Timochenko, contrarió a una parte significativa de sus dirigentes y desde la cúpula impuso a contra-corriente la línea de entrega de armas y desmovilización unilateral a breve plazo, la renuncia al proceso constituyente y la evasión del necesario compromiso para erradicar el para-militarismo y anular los principales componentes del Estado Terrorista, incluidas las bases militares y de todo el aparato militar estadounidense e israelí en ese hermano país.
Pero no solo, sino que a continuación se produjo el recorte brutal y la perversión rampante a cargo de la oligarquía y la extrema derecha -con la complicidad y/o tolerancia del partidismo tradicional y el poder imperialista- de importantes vertientes de la temática acordada; especialmente de todo aquello que atentara contra la impunidad, que impidiera o limitara las represalias contra los ex–guerrilleros y luchadores/as sociales y garantizara la defensa de soberanía y la superación del modelo neoliberal.
El proceso hacia la paz fue prostituido por los promotores de la violencia de Estado, la guerra integral y las injusticias sociales.
La venganza mafiosa reapareció con un saldo impresionante de asesinatos selectivos, falsos positivos, apresamientos ilegales, torturas y violación de la amnistía a favor de centenares de presos políticos.
La paz fue hecha trizas.
Esas, entre otras, son causas que justifican el relanzamiento de las FARC-EP y ninguna de ellas ha sido auspiciada por el Gobierno y el Estado venezolanos, que de buena fe acompañó ese proceso de paz pérfidamente burlado por el Estado colombiano con el padrinazgo de de la Administración Trump; ambos, poder imperial y poder re-colonizado, comprometidos con la oleada de golpes, conspiraciones, agresiones paramilitares, guerras económicas, proyectos neofascistas, militarismo y amenazas de intervención militar directa en amplias zona del Continente y más allá.
Venezuela bolivariana ha sido víctima, no victimaria.
Más de sesenta años de Estado Terrorista y de su devenir en narco-Estado, presidido ahora por uno de los engendros políticos del narco-paramilitarismo, violador impenitente de todo esfuerzo pro-paz y justicia, no pueden separarse de la existencia y razón de ser de la insurgencia campesina, popular y patriótica, y de su resurgir cada vez que ha sido estafada su voluntad de paz.