Asidero

Alerta naranja, una sola voz para Hispanoamérica, Rusia y Ucrania

Sábado, 05/10/2019 09:09 AM

*Donald Trump y Vladimir Putin tienen la solución en mano, bajo la autoridad del presidente coreano Un y el chino Xi.

En el año 2004 se manifestó la revolución naranja que se interpreto en una campaña de protestas, arenjas, huelgas y mítines que se extendieron por toda Ucrania. Como una protesta por el resultado de las elecciones presidenciales de ese año, 2004, donde sus participantes denunciaban la existencia de un fraude electoral a favor del candidato progubernamental y entonces primer ministro Viktor Yanukovich y, salieran a la calle para aclamar al líder prooccidental Viktor Jushchenko, logrando que se repitiese el proceso electoral.

Por cierto, fue un 22 de noviembre y recientemente el presidente Nicolás Maduro Moros proclamo una alerta naranja para la frontera colombo- venezolana.

El gran problema con los rusos es el gas y sus precios, lo que incide indirectamente sobre Europa. La revolución naranja finaliza en enero de 2005. En ese lapso, hubo comicios y el Congreso jugo una actuación moderada.

Más allá, Con una superficie total de 603.700 km², Ucrania es el segundo país más extenso de Europa después de Rusia. En su territorio queda englobada la península de Crimea, que en 1991 pasó de un oblast (división administrativa similar a la provincia) a ser una república constituyente. Kíev es la capital y la principal ciudad.

La mayor parte de la superficie de Ucrania es una vasta llanura, con una altitud por lo general inferior a 300 metros. Los Cárpatos se prolongan por el extremo oeste de su territorio, en tanto que los montes de Crimea ocupan la zona meridional de la península homónima. El pico más elevado de Ucrania es el monte Goverla (2.061 m), en los Cárpatos. Los ríos más importantes fluyen principalmente en dirección sur hacia el Mar Negro. y son: el Dniéper en Ucrania central, el Buq Meridional y el Dniéster en el oeste. El Donest en el este. y el Danubio en el extremo sur. Sin embargo, el Bug Occidental discurre hacia el norte a través de la parte occidental del país y se une al Vístula, que desemboca en el mar Báltico. Ucrania tiene suelos negros (chernozem) extremadamente fértiles en el centro y sur del país, que ocupan casi dos tercios del territorio.

Ucrania es, esencialmente, una llanura baja. Las únicas formaciones montañosas son las estribaciones de los Cárpatos que se encuentran al oeste del país, y las montañas de la península de Crimea. Su cota más alta es el monte Goverla, de 2.061 metros de altitud.

La llanura es continuación de la Gran Llanura Rusa, y está ligeramente inclinada hacia el mar Negro, aunque su gradiente es tan bajo que apenas puede evacuar las aguas de lluvia, por lo que encontramos numerosos lagos y pantanos. La mayoría son tierras negras, muy feraces para la agricultura cerealística.

Sobre esta llanura baja se desarrollan extensas mesetas ligeramente más elevadas.

Ucrania tributa por el norte al mar Báltico y por el sur la mar Negro. Los principales ríos de Ucrania son el Dniéper (Dnipro), el Donéts, el Dniéster y el Bug Meridional. El Dniéster y el Bug avenan la región occidental del país, el Dniéper el centro y el Donets, que es afluente del Don, el este. Los ríos ucranianos son lentos y caudalosos, y navegables en la mayor parte de su recorrido.

Ucrania tiene unos 49 millones de habitantes, lo que da una densidad media de unos 76 h/km². Se trata de una población moderna que terminó la transición demográfica durante el período comunista. Es una población moderadamente envejecida, el 15% de la población tiene menos de 17 años, el 71% entre 15 y 67 años y el 16% más de 66 años. Ucrania pierde población a ritmo del -0,5% anual. La tasa de natalidad es baja, menos de 10‰, lo que da una tasa de fertilidad sobre 1,3 hijos por mujer. La tasa de mortalidad es baja, del 16‰, y más baja aún la tasa de mortalidad infantil, menos de 9‰. La esperanza de vida al nacimiento se encuentra en torno a los 68 años.

Ucrania es una población preferentemente urbana. El 68% de la población vive en ciudades.

En tiempos de la Unión Soviética sufrió un intenso proceso de rusificación, por lo que casi un cuarto de la población ucraniana es de origen ruso, o procedentes de otras antiguas repúblicas soviéticas, además de minorías de búlgaros, húngaros y rumanos.

Tras la independencia de la Unión Soviética las migraciones ha sido una constante en Ucrania. En los primeros años se convirtió en un destino de la emigración de otras antiguas repúblicas soviéticas, debido a su mayor índice de industrialización, y una economía más estable. Sin embargo, Ucrania tampoco se pudo librar de la crisis generalizada que azotó a todas las antiguas repúblicas soviéticas y muchos ucranianos emigraron, especialmente hacia los países de la Unión Europea.

El peso del mundo se está desplazando hacia Oriente, y Europa lleva muchos años sin ser el centro. En este contexto, los Estados miembros no pueden competir en solitario con las grandes potencias emergentes. Solo hay una vía para que los países europeos puedan participar en la toma de decisiones global: unirse. Esta necesidad de una mayor integración en materia de política exterior se ve incrementada por los grandes riesgos que se producen en todas las fronteras de la Unión. Hay que lograr estrategias de política exterior adecuadas a los distintos escenarios y que implique a todos los miembros, dejando de lado los intereses particulares de cada uno.

La Unión Europea sigue siendo la primera potencia económica y comercial del mundo, a pesar de la crisis económica, que tan duramente ha golpeado a los países europeos, y al elevado crecimiento de otros. Es cierto que estos años de crisis económica han hecho que se concentren esfuerzos en los problemas internos de la UE, perdiendo peso en asuntos internacionales. Los europeos desean volver a la primera línea y tener incidencia sobre los países latinos, ya que los Hispanoamericanos ya están bajo la influencia de los socialistas y se encuentran en alerta naranja, por estar en el mes de noviembre, recordando a Ucrania, como lo exprese al comienzo.

Por medio de su actuación hacia el exterior, la Unión Europea muestra su forma de entender el mundo, la libertad, los derechos de las personas y la justicia. La política exterior y de seguridad común (PESC) está directamente relacionada con los valores europeos: los derechos humanos, el Estado de derecho, el derecho internacional y el multilateralismo efectivo. Pero, además, la PESC tiene una importante función interna, pues ayuda a la cooperación entre los Estados miembros y da lugar a más espacios de consenso y compromiso entre ellos. La UE, como todas las instituciones, se define por sus actuaciones.

Las vías y las estructuras para desarrollar la política exterior europea han ido evolucionando desde la aprobación del Tratado de Maastricht, y todavía se está en este proceso. Ya se han dado grandes pasos, especialmente desde la firma del Tratado de Lisboa, que establece de manera más amplia el papel del Alto Representante y el Servicio Europeo de Acción Exterior, que realiza las labores de representación de la UE. No obstante, se sigue trabajando para conseguir una mayor integración y una dirección más clara.

Actualmente las cuestiones internacionales dominan en gran medida el escenario político europeo, Rusia, Perú, Ecuador y Venezuela. Gran parte de las regiones más inestables y conflictivas del mundo se encuentran en las fronteras de Europa y esta proximidad acrecienta responsabilidades en el diseño e implementación de soluciones.

En la frontera oriental de la UE, en Ucrania, hace poco tiempo, se desató un conflicto que ha complicado en gran medida las relaciones con Rusia y ha revivido dinámicas que parecían extinguidas tras el fin de la Guerra Fría. La UE mantiene relaciones con Ucrania desde su independencia, en 1991. Más adelante, en el año 2007, la UE y Ucrania comenzaron las negociaciones del Acuerdo de Asociación, un tratado de libre comercio con algunos elementos políticos incluidos. Sin embargo, la firma de dicho acuerdo se pospuso tras el conflicto diplomático que se creó en torno al caso de la ex primera ministra, Yulia Timoshenko.

Cuando, finalmente, se propuso la firma del acuerdo en el año 2013, durante la celebración de la cumbre de la Asociación Oriental en Vilnius, el presidente Yanukóvich decidió no firmar. En cambio, aceptó la contraoferta que le ofrecía Rusia de una inversión de 11.000 millones de euros en bonos ucranianos y una considerable disminución en la tarifa que se aplica al gas que exporta a Ucrania. A partir de este momento aumentaron, en número e intensidad, las protestas ciudadanas y de la oposición proeuropea en contra del Gobierno de Yanukóvich y su alineamiento con Moscú. La crisis diplomática y económica derivó en un incremento de la violencia y de las tensiones entre prorrusos y proeuropeos, con las conocidas consecuencias en Crimea y las regiones del este de Ucrania.

Tras el referéndum celebrado en Crimea y su declaración de independencia, en marzo de 2014, el presidente Putin firmó el acuerdo de adhesión de la península a la Federación de Rusia, reconociendo que Crimea siempre había formado parte de Rusia. Unos meses más tarde, las provincias de Donetsk y Lugansk se autoproclamaron repúblicas independientes, una decisión que según el Kremlin debía respetarse.

La actuación del Gobierno ruso ante estos acontecimientos supuso una transgresión del derecho internacional, frente a la cual la Unión Europea, entre otros, ha respondido por medio de sanciones. No se debe pasar por alto que desde el año 1991, en el que Ucrania proclamó su independencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Rusia ha reconocido a través de varios tratados internacionales la integridad territorial del país.

Por un lado, el cuestionamiento –por parte de Moscú– de la soberanía de Ucrania sobre la península de Crimea y la región oriental de Donbás, supone una ruptura del orden de seguridad que se acordó en el Acta de Helsinki, en el año 1975. Por medio de este acuerdo, que fue el punto de partida de la Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa (OSCE), los Estados firmantes se comprometían a respetar la inviolabilidad de las fronteras, la integridad territorial de los Estados y la no intervención en los asuntos internos, entre otros.

Asimismo, Rusia –junto con Estados Unidos y el Reino Unido– se comprometió, con la firma del memorándum de Budapest (1994) a respetar la integridad territorial de Ucrania, a cambio de que Kiev le cediera sus armas nucleares. Por su parte, la Unión Europea siempre ha deseado mantener buenas relaciones con Ucrania sin que ese hecho tuviera que redundar en fricciones con Rusia, ni en la elección de un socio (comercial, de seguridad, etcétera) u otro.

La vulneración de las obligaciones que Rusia había adquirido, por la firma de estos acuerdos, hay que enmarcarlas en un momento histórico determinado que atraviesa Moscú. Desde hace tiempo resultan evidentes los intentos del Kremlin de mantener unos vínculos muy estrechos con los países que formaron el bloque soviético. Esto responde a una percepción de Estados Unidos y la Unión Europea como sus principales competidores, que tratan de atraer hacia sí a quienes formaban parte de la URSS. Moscú, desde la segunda expansión de la OTAN hacia los países del este de Europa, ha interpretado el acercamiento de algunos países a la Unión Europea como una amenaza a sus zonas de influencia, con su consiguiente irrelevancia en el ámbito internacional. Rusia ha demostrado, como ya hizo en el año 2008 en Georgia, que está dispuesta a usar la fuerza y a desatender sus compromisos contractuales.

Pero, Trump y Putin han logrado unir criterios para la paz mundial y bajar presiones, que Hillary Clinton despertó como Secretaria de Estado.

Después de casi un año de conflicto, en febrero de 2015, Alemania, Francia, Ucrania y Rusia firmaron el acuerdo de Minsk II. Desde el punto de vista militar, el acuerdo consiste básicamente en un alto al fuego y la retirada de armas pesadas. Políticamente, incluye un cambio constitucional que reconozca una mayor autonomía a las provincias del este de Ucrania. Al final del proceso, el gobierno central de Kiev recuperaría el control de la frontera de Ucrania con Rusia, que hoy está en manos de los rebeldes, o estuvo.

La inestabilidad en las regiones del norte de África y Oriente Medio afecta, en gran medida, a Europa por su cercanía. Durante mucho tiempo, los intereses de EE. UU. en Oriente Medio le habían conferido el encargo de velar por la seguridad de la región, pero una menor dependencia energética y el giro de su política exterior hacia Asia lo han llevado a implicarse de modo distinto en la zona. Al mismo tiempo, la gran dependencia energética europea y los riesgos a la seguridad que supone la inestabilidad, hacen que la implicación de la UE sea inevitable.

Dada la gran magnitud del conflicto con Rusia, resolverlo debe ser una prioridad en la agenda europea. Es preocupante que los países que son vecinos de la UE y de Rusia conciban que deben elegir entre estrechar los lazos con la UE o ser fieles a Moscú.

En términos militares, la relevancia de los países europeos por separado es decreciente y los conflictos en nuestras fronteras elevan la necesidad de estar preparados para todo tipo de contingencias. La crisis económica, que se ha sufrido durante los últimos años en Europa, ha disminuido la preocupación de los gobiernos por las cuestiones de seguridad internacional y se han reducido las partidas presupuestarias destinadas a la defensa.

La Unión Europea tiene, como responsabilidad, crear las condiciones necesarias (ya sean políticas, sociales o de otro tipo) para que la guerra no tenga lugar. Para hacer frente a todos los riesgos a la seguridad europea y global se hace imperativo avanzar en la política de seguridad común

En los países latinos y caribeños residen muchos europeos que llegaron como inmigrantes en los aproximados de 1920- 34, luego sus hijos se trasladaron a Hispanoamérica, donde los italianos se arroparon en Argentina y los españoles en Colombia y Venezuela.

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